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Fusi: «Es tan totalitaria la revolución comunista como la de extrema derecha»

El historiador publica «Ideas y poder» (Turner), un viaje por la complejidad del siglo XX a través de treinta biografías de políticos e intelectuales

Juan Pablo Fusi, ayer en la casa de ABC José Ramón Ladra
Jesús García Calero

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El historiador trabaja con los hechos que moldearon las vidas de nuestros antepasados. La biografía es por tanto una unidad, un perfecto instrumento para mostrar la complejidad y la medida de cada momento histórico. Juan Pablo Fusi (San Sebastián, 1945) acaba de publicar «Ideas y poder» (Turner) , una colección de 30 biografías que reflejan el siglo XX . Desde Freud a Hanna Arendt, pasando por Lawrence de Arabia, Azaña, Ortega, Kennedy, Zapata, Luther King, Mao, Hitler, Stalin, el Che... Son los políticos e intelectuales que definieron una época sangrienta y prodigiosa del mundo. «La dimensión individual permite comprender que todo puede acontecer o no, como en la historia. La vida es ante todo complejidad», dice Fusi.

—Pero nuestra época tiene alergia a la complejidad.

—Sin embargo es excepcionalmente compleja esta época. Y tenemos una información oceánica. Cuando mataron a Lincoln, la noticia tardó en llegar a Europa nueve días. El asesinato de Kennedy lo vieron en directo en todo el mundo. Ahora la tecnología lo amplifica. Hay acontecimientos que vivimos con gran intensidad, como si fueran determinantes, pero serán efímeros. Por tanto, quien no piense que la vida es complejidad es un simple absoluto. Ortega dice que el que llega a la conclusión de que la vida es complejidad ya ha llegado a la cima de la inteligencia.

—Intensidad es emoción. Asusta un poco el carácter emocional que damos a las visiones de nuestra historia .

—Los franceses han estudiado la historia de las pasiones. La racionalidad no es la única guía de la historia. Lo que ocurre responde a probabilidad, a lógica, y a la pasión. El libro empieza con Freud y no es casual, fue una percepción de la irracionalidad que amplió la idea de condición humana.

—Emocionante o no, vemos un uso político de la historia en España hoy.

—Los historiadores tenemos la ilusión de que el nuestro es un pensamiento crítico que sustituye mitos y emociones por conocimiento. Pero también somos prisioneros de visiones simplificadas, vinculación apasionada con personajes o momentos. Y hay sucesos cuya interpretación nos divide. No tanto los hechos como la interpretación. El factor emocional también interviene ahí. La obligación del historiador es enfriar eso.

—¿Qué sucesos?

—Los nacionalismos, el terrorismo, la guerra y la violencia. Tantas cosas que conmueven. El historiador es parte de esa conmoción.

—Pero no hablamos de eso.

—Se refiere al uso de la historia politizado. Me gustaría que la historia fuera asumida como Cromwell pedía que le hicieran el retrato: con verrugas y todo. Aquí el problema es la Guerra Civil, la dictadura de Franco… Recaredo ganó, pero supongo que en algún momento…

—Y últimamente la Transición.

—La Transición se critica y se divide, pero no nos divide tanto como la Guerra y el franquismo. La crítica a la Transición responde a una intención política y no histórica. Es un revisionismo que responde a intereses de grupos políticos nuevos que quieren legitimarse sobre la descalificación de lo anterior.

—¿Le parece que fue olvido?

—Habíamos asimilado la guerra, las atrocidades, la represión, y estábamos en otra etapa. Fue muy importante. No hubo olvido de la guerra, se demuestra empíricamente con la cantidad de libros publicados, programas de televisión, páginas en los medios. La Transición había encauzado perfectamente ese tema.

—¿Los jóvenes son más sensibles a la manipulación sobre su vigencia?

—Supongo que los nacidos en los ochenta y noventa no ven tan esencial el problema de la democracia en España, porque han nacido en ella. Y cualquier elemento favorable a esas críticas a la realidad en la que nacieron lleva a criticar el sistema político. La memoria histórica debería ir a finales del XVIII.

—¿Por qué?

—España ha tenido problemas de subdesarrollo y de democracia. Dictaduras, guerras civiles, pronunciamientos, problemas territoriales y de forma de Estado. Daban la imagen de España como nación fallida. La Transición fue la solución a una crisis histórica de doscientos años.

—¿Hemos olvidado el precio de la revolución?

—Absolutamente. La china se estima en 60 o 70 millones de muertos, según cifras casi oficiales de Dikötter. La cubana, la soviética, son también de mortandades millonarias. Y las dictaduras y guerras mundiales otro tanto.

—El Parlamento Europeo iguala fascismo y comunismo. En España da la impresión de que este último vuelve a tener un prestigio.

—La revolución soviética nació con el ethos de la igualdad y eso ha impregnado la valoración general de la izquierda porque parecería responder a un proyecto moral de justicia e igualdad. Mientras que el fascismo nace por exigencias de autoridad en crisis o una ideología de exaltación racial como el nacionalsocialismo, que nos repugnan. En el libro sale Hannah Arendt, ella fue la primera que puso el estalinismo dentro del totalitarismo. Las revoluciones comunistas son tan totalitarias como las de la extrema derecha. No se puede engañar a nadie. El Che llegó a firmar «Stalin 2»

—El Che, ese mito.

—No hay mito romántico como él. Exigió ver la tumba de Stalin en pleno deshielo de Krushev, creando un conflicto diplomático y desconfianza a su aventurerismo. Es un hombre muy frío y duro que no tiene nada moralmente de su belleza exterior. Cree en la necesidad de la represión y la violencia como instrumento y la extiende personalmente.

—Está en las camisetas.

—Sus fotos son la de la camiseta, con la boina y bellísimo, y la de su cadáver que parece el Cristo de Mantegna. Hubo una cristificación de su imagen.

—¿Qué opina de la exhumación de Franco?

—No se construyó el Valle de los Caídos como un mausoleo y se había convertido en eso. No era el sitio para que Franco estuviera. Pero no estoy de acuerdo en cómo se ha hecho. Tenía que haber habido un acuerdo de Estado, en lugar de oportunismo, electoralismo. Pero no era el sitio para que estuviera una persona con la significación de Franco.

—El libro se lee a la contra: estás con esta biografías de grandes personajes y levantas la cara del libro y miras el telediario y ves a los políticos de hoy... Asusta.

—No es la intención del libro, pero es mi convicción. Ahora se favorece la imagen, la demagogia simplificada. La política como responsabilidad no existe, es una carrera abierta a la medianía, favorecida por la forma de selección de la personalidad de nuestras sociedades. Lo que peor llevo es la falta de sentido de la nación y sentido del Estado en buena parte del liderazgo político.

—Nación es un concepto...

—No hay sentido de qué es España, qué queremos hacer con ella. Muchísima gente lo tiene claro, pero no muchos que ostentan la responsabilidad. Y hay personas cuya formación es muy elemental y se pronuncian sobre si esto tiene que ser plurinacional. Son cosas de gran trascendencia que tienen unas consecuencias que pueden ser muy graves. Que administren bien la cosa pública, que es su trabajo.

—Esta debilidad se ha visto antes. En el tufillo a los años treinta hay quienes quieren repetir el mismo camino.

—La gran diferencia es que el sistema de la Transición y la Constitución del 78 sí fue muy conscientemente pensado como respuesta a todas las crisis políticas y territoriales de España a lo largo del XIX y XX. Que se pueda dilapidar lo que se construyó con tanta dificultad, esfuerzo y conciencia de lo que se hacía sería mucho más grave que lo ocurrido en otros momentos. Si es por problemas de liderazgo o pésima formación política o escaso conocimiento de la historia será algo muy grave que llevarán siempre sobre sus hombros.

—¿La sociedad española es menos exigente?

—Vivo en la perplejidad. Vemos todo esto pero hay reivindicaciones contra la violencia, tres millones de personas a ver las luces navideñas a Vigo, gestos de generosidad como el banco de alimentos más grande de Europa. Junto con eso una indiferencia a la política. Hablen que hablando se entiende la gente. A veces hablar es claudicar, no tener ni el mínimo principio de lo que se quiere hacer en un país.

—Una Biografía muy de actualidad ha sido la de Unamuno en la España polarizada.

—Fue el despertador de una nación, por una individualidad e independencia insobornables. Es un acierto coger ese momento y si lo ha tratado bien. Unamuno tenía entidad para criticar muchas cosas de la República y luego darse cuenta que esa opción que iba a tomar de apoyar el alzamiento no era lo que pensaba y tuvo el valor físico de decirlo en público. No se pueden hacer juicios categóricos a nivel individual. Yo no suelo hacer muchos juicios sobre lo que hizo la gente en la guerra porque no sé qué habría hecho yo.

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