Antonio Fontana: «La memoria es la mejor escritora de ficción que existe»

De haber sabido que el premio Málaga de Novela le aguardaba a la vuelta de la esquina, se habría sentado antes. O no. Porque «los premios siempre los ganan los demás, igual que la lotería». Pero aquella «botella lanzada al mar» contenía un mensaje hermoso, y llegó a buen puerto. «Todavía sigo sobrecogido, no sorprendido», asegura, de la concesión del galardón. La novela que llevaba años «rumiando» («soy un escritor vaca», reconoce, con ese humor ácido que le caracteriza) es un lírico paseo por la niñez, con lúcidas paradas en la vejez, construido mediante brillantes fogonazos de un talento literario incuestionable.

«Es muy normal que cuando la primera palabra de una novela es el pronombre yo, el lector confunda la voz narradora con la del escritor. Pero esto no es mi vida», aclara Fontana. Es cierto que en «Sol poniente» , su quinta novela, están las calles de Málaga donde se crió, los primeros enamoramientos… Pero el protagonista, narrador de la historia, no es Antonio Fontana . «Esto tiene mucho de mí, porque yo también soy Madame Bovary . Yo estoy en cada página, por supuesto, pero con mucha distancia».

El autor reconoce que su «verdad literaria» está en esta novela, que es «un álbum de recuerdos que una familia ha ido componiendo a lo largo de una vida, alguien lo ha dejado en una mesa, le han dado un codazo, se ha caído y las fotos se han desordenado». Su trabajo ha sido «desordenar el orden», con ánimo de obrar un poco como actúa la memoria, «llevando de la mano al lector », porque «la memoria es la mejor escritora de ficción que existe».

Pese a todo, Fontana reconoce que teme que, algún día, alguien le diga: «Está usted escribiendo siempre la misma novela». Pero él sabe que no es así, como lo saben los lectores , que al final son los mejores críticos . «Esta es la realidad que a mí me interesa: la familia, los secretos, las mentiras… Yo soy un morboso, me gusta levantar la alfombra, ver cuántas pelusas hay y, si puedo, contarlas». Quizás ese sea el secreto de la buena literatura que lleva ya más de veinte años construyendo (su primera novela, «De hombre a hombre», apareció en 1997), esa que «consigue que cuando cierras el libro, no seas la misma persona». «Yo aspiro a que mi literatura sea buena, porque como escritor soy muy ambicioso, y seguiré escribiendo sobre la vejez, sobre la infancia y sobre la memoria», remata.