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Anne Applebaum: «Existe un autoritarismo de izquierdas»

La historiadora y escritora visita Madrid para recibir el Premio Francisco Cerecedo

Anne Applebaum Óscar del Pozo
Karina Sainz Borgo

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Los análisis de la historiadora, escritora y columnista Anne Applebaum son una referencia para entender los nuevos autoritarismos, también una contestación a quienes ponen en cuestión los principios, libertades y valores intrínsecos a la Unión Europea. Esas fueron las palabras del jurado que le concedió el premio Francisco Cerecedo, un reconocimiento que la estadounidense recibe, en Madrid, en una ceremonia presidida por el Rey Felipe VI.

Otorgado por la Asociación de Periodistas Europeos, el Cerecedo distingue la importancia de una labor intelectual y humanística, que en el caso de Anne Applebaum se manifiesta en una obra tan contundente como sus opiniones y en la que destacan 'Gulag: Historia de los campos de concentración soviéticos', que le valió el premio Pulitzer, y 'El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo', ambos publicados en español por el sello Debate.

Inscrita en la tradición de intelectuales como Susan Sontag, Julien Benda y Hannah Arendt, Applebaum retrata a los nuevos defensores de las ideas antiliberales y denuncia cómo estas élites intentan hacer mella en la democracia contemporánea. En ocasión del Cerecedo, y en un contexto influido por la pandemia y el auge de movimientos identitarios, la escritora conversa con ABC sobre política, relato y las corrientes de fondo que golpean las instituciones.

¿Por qué las democracias están amenazadas en todas partes, al mismo tiempo?

Hay razones locales, según la dinámica de cada país, pero también elementos comunes. El primero y más obvio es el cambio del mundo real al mundo online y el efecto 'cámara de eco' que eso genera en los medios. La presión de la globalización y la sensación de que los gobiernos nacionales han perdido poder genera una sensación de frustración común. Y en tercer lugar, el crecimiento del mundo autocrático y su influencia en las esferas políticas y financieras. Las autocracias ya no son pobres, como solían serlo en el siglo XX. El ejemplo perfecto es China.

La guerra fría explicó el mundo entre el comunismo y capitalismo. ¿Y ahora qué? ¿Es el multilateralismo actual una falacia?

No creo que sea una mentira. Es una realidad: hay comercio multilateral, normativas globales de transporte. Es decir, hay instituciones muy sólidas, pero requieren compromiso y participación. Los organismos y las reglas multilaterales que hemos creado han funcionado en unos países y en otros no. Los países occidentales creen razonablemente que los derechos humanos deben ser respetados en todo el mundo. China, Rusia, Irán o Cuba intentan ir contra eso diciendo que se trata de una imposición occidental. Para que el multilateralismo funcione todos los miembros deben seguir reglas.

¿Qué pasa con países como Venezuela, un régimen autocrático que permanece, aunque tenga todo en su contra?

Venezuela y Bielorrusia son ejemplos de un liderazgo que ya no sólo es autocrático, sino que están abocados a destruir su propio país: crean pobreza, miseria, refugiados y caos para permanecer en el poder. Y una de las razones por la que lo consiguen es porque otras partes del mundo autocrático lo permiten. China y Rusia invierten en petróleo. Irán tiene negocios y acuerdos con Venezuela. Cuba les provee de logística policial y de inteligencia. Turquía les compra el oro. Hay una unión de autócratas que permiten mantener a flote al régimen venezolano, independientemente de que exista una amplia oposición en Venezuela, con líderes carismáticos y bien preparados y con un discurso articulado.

¿Y en el caso de Lukashenko?

Lo mismo. Hay un consenso de que Lukashenko debe marcharse, pero la intervención y el refuerzo ruso, incluido el hostigamiento a periodistas, influye. Esta unión de autócratas trabaja en grupo. Tienen distintas ideologías: comunismo, teocracia, populismo, pero se trata de cuatro individuos que quieren permanecer en el poder y enriquecerse cueste lo que cueste. Por eso se apoyan unos a otros.

Las ideas autoritarias son atractivas porque son simples, ha dicho. ¿Cree que la reivindicación de nuevas identidades tiene esa predisposición autoritaria?

Es evidente que hay un autoritarismo de izquierdas. He escrito tres libros sobre comunismo, así que sé de lo que hablo. Lo que cambia es que estos grupos reivindicativos no están en la estructura de poder del Estado. Aún así, que determinados movimientos pretendan promover la división y plantear que existe una sola manera de pensar y que cualquiera que se salga de ese discurso es malvado, inmoral o equivocado, es un mal síntoma para las democracias liberales.

Escribió la historia de los Gulag, convencida de que acabarían repitiéndose. ¿De qué nos previenen entonces la memoria y la historia?

Tenemos gulags modernos en Corea del Norte y en China. En ese sentido, continúan. Pero la historia no es un manual sobre qué debemos hacer. No da instrucciones, da ideas. Puede inducir, puede advertir y crear un sentido de responsabilidad con respecto al pasado que nos oriente cómo debemos comportarnos en el futuro. Al ver procesos como los del Gulag vemos que siempre están precedidos por estos movimientos relacionados con algún tipo de pureza… Étnica, ideológica o religiosa. Esa es una lección que debemos trabajar.

¿Cuál es el papel de la cultura en el fortalecimiento de la democracia?

Es muy importante, porque da forma a la manera en que las personas perciben, entienden e interpretan el mundo y justo por ese motivo no debe ser entendida como un asunto de élites. Es un laboratorio donde puedes conectar a la gente: la música, el cine, el teatro. En una democracia eso es algo saludable e importante.

Tanto en el cine como en las series predomina una épica de la resistencia, de oposición al sistema. ¿Puede existir una insurrección sin cultura?

No estoy muy segura de que eso sea una insurrección ni una revolución. Hacer que las cosas reales ocurran en el mundo real y no en la televisión requiere discursos, políticas, negociaciones. Todo eso es difícil, consume tiempo y es aburrido. Es mucho más sencillo hacerlo en una película. Me preocupan las ideas políticas que las personas extraen de la televisión. Por ejemplo, 'House of cards'. He vivido mucho tiempo en Washington, he trabajado ahí, conozco a gente que trabaja en el Gobierno, y la verdad es que es tan aburrido... Todo el mundo cena a las seis y se va a la cama a las ocho y media. La política real no es tan glamorosa como 'House of Cards'.

¿Qué tiene Anne Applebaum que decir sobre periodismo?

No suelo hablar del periodismo, pero como he recibido un premio español asociado a la prensa que me honra, para mí es importante. Quiero referirme al periodismo en un tiempo de ataque incesante a la verdad. Vivimos en un mundo donde investigar y contrastar además de difícil, está amenazado. He intentado que las palabras de mi discurso den aliento a quienes hacen periodismo.

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