Anatomía de Kate Moss
Christian Salmon realiza en su nuevo libro «Kate Moss Machine» un escalofriante análisis sobre el papel que la supermodelo desempeña en el sistema capitalista, del que es musa y amante, en opinión del autor
«Cuanto más visible me hacen, más invisible me vuelvo». Es el truco vital que durante los últimos 20 años ha empleado Kate Moss para sobrevivir a los focos, a la exposición mediática que ha hecho de ella lo que es. ¿Y qué es? ... Según Christian Salmon el «icono del capitalismo actual», una definición que el escritor francés lleva a su máxima expresión en el libro «Kate Moss Machine» , que Península acaba de publicar en España.
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Sin duda algo de icono capitalista tiene que tener la modelo, a la que, según confesión del autor, le ofrecieron venir a España a presentar el libro, propuesta a la que la Moss accedió por la nada desdeñable cifra de 10.000 euros a la hora desde que sus piececitos tomaran suelo español. Los editores bajaron de la nube de la cándida ingenuidad de golpe y billetazo, aunque después la mismísima naturaleza les echara un cable al ánimo al esparcir las cenizas de un inoportuno volcán por los cielos de los cielos, amén. ¿Se imaginan que hubieran aceptado y finalmente Kate se hubiera quedado compuesta y sin presentación?
Una vida de excesos
Al fin y al cabo hubiera sido un exceso más, una nueva página en la «permanente puesta en escena» que según Salmon es su vida. «A Kate Moss no se le puede encerrar en una cifra, es más una actriz que una modelo. Encarna al individuo neoliberal por excelencia, una identidad fragmentada, nómada, flexible, camaleónica, capaz de adaptarse al discurrir de la vida y, sobre todo, a los designios de la industria». Dos conceptos, vida y moda, que la modelo ha sabido conjugar a la perfección hasta hacer de ellos uno solo desde que fuera descubierta por casualidad en el aeropuerto JFK de Nueva York. Por aquel entonces sólo tenía 16 años, pero
la «niña abandonada» se convirtió en musa de la «Generación X»
Corría el año 90 y la historia que vino después es pública y notoria, como la de todos los mitos. «Si aceptamos que es un mito, entonces todos somos Kate Moss», explica Salmon, para el que «todos somos figuras huecas, vacías, todos tenemos la existencia de un avatar». Pero el avatar de Moss goza de un protagonismo que, como enorme paradoja, le hace vivir con mayor intensidad «la gran soledad de la posmodernidad, la fragilidad psicológica derivada de que la sociedad se ha transformado en una pasarela».
La misma pasarela en la que Kate Moss debutó en la semana de la moda de París de 1990 gracias al que fuera su pigmalión, John Galliano . Aquella que la elevó a las alturas de las marquesinas y estigmatizó con la anorexia. Esa pasarela que en 1994 y según los designios de la todopoderosa Anna Wintour -editora del «Vogue» estadounidense- la obligó a olvidar sus ojeras (aunque de facto nunca se haya deshecho de ellas), ponerse tacones altos y cubrir de carmín sus labios para adaptarse a los nuevos códigos en vigor. Pasarela que vio cómo se tambaleaban sus cimientos cuando en septiembre de 2005 el «Daily Mirror» publicó unas fotos robadas en las que Kate Moss aparecía consumiendo cocaína, para finalmente cerrar filas alrededor de su diva y hacerla resucitar en 2006 y en forma de holograma -también en París- gracias al malogrado Alexander McQueen .
Droga adictiva
«Es una rebelde integrada que experimenta consigo misma hasta la ruptura y por eso teníamos que verla con la nariz metida en la cocaína», explica el autor. Y es que
Kate Moss «es una especie de droga para la sociedad, provoca adicción
Una mujer que ya no se plantea su edad, una mujer que ya no tiene miedo de envejecer
Y es que, como recalca Christian Salmon, «pertenece al cielo de las grandes marcas y su mito la sobrevivirá, como a Yves Saint Laurent ». Pero también como a Marilyn Monroe, James Dean, Jim Morrison, Janis Joplin y tantos otros juguetes rotos por cuyas venas la sangre corrió con demasiada prisa. Lejos de aventurar un final para Kate Moss, el autor prefiere «observar su evolución, la de una heroína completamente normal con la que cada individuo puede identificarse porque en ella lo ordinario se hace extraordinario».
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