México despide a García Márquez con una lluvia de flores amarillas
Diez mil rosas amarillas e incontables mariposas de papel en el mismo color esperaban en la Arcadia de la cultura mexicana la llegada de los restos de “Gabo”
MANUEL M. CASCANTE
Sobre la Ciudad de México caía ayer una llovizna de minúsculas flores amarillas. Cayeron toda la tarde sobre la urbe en una tormenta silenciosa, y cubrieron los techos y atascaron las puertas del Palacio de Bellas Artes, y sofocaron a los fieles de Gabriel García ... Márquez que guardaban turno a la intemperie. Tantas flores cayeron del cielo, que las calles del centro anochecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro .
Diez mil rosas amarillas e incontables mariposas de papel en el mismo color esperaban en la Arcadia de la cultura mexicana la llegada de los restos de “Gabo” , que habían partido con nutrida escolta policial desde su domicilio en la capital que lo acogió durante más de cincuenta años. La cajita de madera con las cenizas salió de la calle del Fuego para desfilar sobre la alfombra rojo flamígero y reposar al pie de la escalinata interior del templo de las musas, metafórico panteón de hombres ilustres locales como Octavio Paz o Carlos Fuentes. En la plaza sonaba “Macondo” , de Óscar Chávez, una de las canciones preferidas del escritor, cuyo retrato presidía el mármol de la entrada principal sobre el lema “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”. En el interior, un cuarteto de cuerda, el Clifton, la Camerata Instrumental de México -tangos, óperas, Bartók, Schubert, Britten, Liszt, Beethoven, Dvorak...- y un grupo de música popular colombiana -vallenatos-, interrumpidos por los aplausos y los bravos del público.
Centenares de personas desfilaron ante la hornacina, que había encaramado sobre el atril Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Consejo Nacional de las Artes y la Cultura. Decenas, las que la velaron por los cuatro costados y dieron el pésame a Mercedes Barcha, la viuda, acompañada por sus hijos, Gonzalo y Rodrigo, y sus cinco nietos, además de hermanos y cuñados del periodista y fabulador. También participaron en las guardias sus dos colaboradores más cercanos, Mónica Alonso y Genovevo Quiroz. Una corona mortuoria llamaba la atención sobre las demás: “De Fidel Castro Ruz al amigo entrañable”. Desde el más allá, “Gabo” disfruta aún del halago de los poderosos, a quienes tanto frecuentó en vida. El mexicano Enrique Peña Nieto y el colombiano Juan Manuel Santos, presidentes de las que fueran sus dos patrias, se encargaron de poner el cierre oficial al acto.
Durante más de tres horas se prolongaría el desfile, en un acto propio de las exequias de un jefe de Estado. Cerradas las puertas, en la estancia quedó un tufo de hongos tiernos, de flor de palo... Hoy martes se repetirán los duelos y lisonjas en la catedral primada de Bogotá, en otro homenaje (no será una misa, sino una ceremonia solemne) donde sonará el “Réquiem”, de Mozart, a cargo de la Orquesta Sinfónica Nacional. En la Plaza de Bolívar, frente a la iglesia, se instalarán gigantes y se lanzarán mariposas amarillas. Pero, como sostuvo el director del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe, leer la obra de Gabriel García Márquez es el “mayor homenaje” que se le puede tributar. “La posteridad le tiene un lugar reservado junto a los nombres de Cervantes, Tolstoi, Balzac y Joyce, puesto que su obra representa una de las más altas cotas dentro de la tradición de la novela moderna que se iniciara con El Quijote”.
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