«Repudiar a una mujer con 18 palabras, como hizo Hollande, es una cobardía»
Tahar Ben Jelloun presenta «La felicidad conyugal», una bajada a los infiernos de la vida matrimonial, suavizada por la sensualidad y los aromas de Marruecos
susana gaviña
Tahar Ben Jelloun (Fez, 1944) es un escritor y periodista de éxito (ha ganado, entre otros galardones, el Goncourt en 1987 por «La noche sagrada», y el premio de la Paz Erich Maria Remarque, por su ensayo «La primavera árabe», en 2011 ). Es también ... un hombre cosmopolita y un amante de la pintura, además de bastante coqueto.
En todos estos aspectos se parece al protagonista de su última novela traducida en España, «La felicidad conyugal» (Alianza Literaria) . Como el protagonista, nació en Fez (aunque desde hace décadas vive en París), y se casó con una joven procedente de un poblado bereber al sur de Marruecos. Y, como él, se divorció después de casi dos décadas de una convivencia más cercana al infierno que al paraíso. Las causas de la ruptura en ambos casos fue la misma, las diferencias culturales, aunque el protagonista de la novela llegó a la conclusión de manera más dramática, tras sufrir un ictus que le postró en una silla.
«Yo desconocía esas diferencias antes de casarme –relata Tahar Ben Jelloun a ABC, en la Casa Árabe donde tiene lugar la entrevista–. Había más diferencias entre un marroquí del norte y otra del sur, que si hubiera sido el matrimonio entre un marroquí y una japonesa», confiesa, entre risas, el escritor para quien el amor «es una ilusión. Es magnífico cuando está, pero el matrimonio es un contrato social», ataja. En las páginas de su novela va aún más lejos: «El matrimonio es una declaración de guerra».
–Con esta novela da un giro notable después de su último libro, un ensayo sobre la Primavera Árabe...
–Sí, porque ante todo soy novelista y me gusta contar historias y cuentos. Me resulta más plancentero. Pero como ciudadano me ocupo de los problemas importantes que afectan a la sociedad, aunque prefiero ser novelista.
–El tema que aborda en «La felicidad conyugal» es un problema universal: las relaciones entre hombres y mujeres...
«Las relaciones de hombres y mujeres es un choque de civilizaciones»–Es un choque de civilizaciones. En lugar de entre dos sociedades entre un hombre y una mujer. No es un conflicto entre América y el mundo árabe, sino entre dos personas del mismo país pero que tienen dos visiones culturales del matrimonio que son antagónicas.
–La novela habla de las diferencias entre la pareja, pero también del éxito, de la enfermedad, del divorcio...
–Había que dar un marco profesional al protagonista, que es un artista y tiene un ictus, algo que desde el puto de vista literario era muy interesante porque normalmente no se habla de ello en las novelas. A causa de esta situación se va a convertir al final de la novela en el objeto poseído por la mujer, algo que antes no logró porque era un hombre libre. Es una venganza a través de la posesión.
–Pero el hombre también quiere controlar la vida de su esposa. ¿Para que una pareja funcione uno tiene que someterse al otro?
–Ese es problema que existe siempre. Hay un proverbio marroquí o chino, da igual, que afirma que cuando uno ve a una pareja que funciona es que uno de los dos acepta ser dominado, o hace concesiones para que todo vaya bien.
–Cuando una pareja se enamora pierde la objetividad sobre el otro, y sucede los mismo cuando el amor se tranforma en odio...
–Son sentimientos potentes, fuertes, injustos... El hombre cuando siente odio se vuelve irracional, pero la mujer cuando quiere vengarse también es terrible. Y así lo reflejo en el libro en una frase: «Las mujeres son crueles porque las hombres son cobardes». Los hombres en general tienen un comportamiento de cobardía más extendido que las mujeres. Hay que ver el caso reciente de François Hollande y Valérie Trierweiler. Hablo de ellos porque es una amiga, la conozco. Un hombre que repudia a su mujer con 18 palabras solo se puede definir como una cobardía. Ella tiene el derecho de ser cruel, pero no lo es porque todavía está enamorada de él, en lugar de estarlo de mí (bromea).
–En el contexto contemporáneo hay una salida para la pareja de su novela, el divorcio, pero la evitan...
–Porque desde el principio hay un malentendido entre ellos. El matrimomio no fue entre un hombre y una mujer, sino entre las dos familias, que no se quieren y hacen todo lo posible por destruir a la pareja. En la sociedad mediterránea –Grecia, Marruecos..., España en los años 50–, las familias intervienen. En el momento que hay esa injerencia la pareja está muerta.
–La mayor libertad de mujer ha cambiado mucho el «contrato social» del matrimonio en Marruecos...
–Sí. Después de la aprobación del nuevo código de la familia hay más derechos para ella y eso se ha traducido en más divorcios. Fue una liberación de golpe. Ya no depende de su padre, ni de su marido, ni de su hermano mayor. Se ha convertido en una persona libre. Yo he ido a tribunales de familia y he asistido a decenas de divorcios. Eso ha nutrido parte de esta novela.
–Pero la libertad de uno, se impone en muchos casos a la libertad de otro...
«El ser humano no está hecho para reconciliarse sino para enfrentarse»–La libertad es una negociación. Siempre he dicho que el matrimonio es el encuentro de dos libertades. Hacer conciliar las dos no es fácil. Hay que hacer concesiones. Se negocia en la pareja, pero no con la familia a la que hay que tener aparte desde el principio.
–El microcosmos de una pareja es una metáfora del mundo, de las distintas sociedades que no respetan las diferencias del otro...
–Es una cuestión de aprendizaje cotidiano y de pedagogía. Yo he enseñado a mis hijos a respetar la diversidad y la diferencia. No es fácil porque el ser humano está hecho no para conciliarse sino para enfrentarse. La Humanidad está más en conflicto que en paz, basta con mirar la Historia. La pareja es una miniguerra, en la que a veces hay muertos. Cada día hay docenas de mujeres en Europa que mueren como consecuencias de los golpes de los hombres.
–Refiriéndonos a su anterior libro, «La Primavera Árabe», y vistos algunos resultados, ¿cree que la revolución ha sido un fracaso?
«El mundo árabe debería manifestarse para pedir que Putin sea juzgado»–Todavía está en curso. No se ha acabado. Ha sido un éxito formidable en Túnez, que ha dado lugar a una constitución; en Egipto, medio éxito, porque se expulsó a Mursi y a los Hermanos Musulmanes, pero el ejército se ha vuelto loco y acaba de condenar a muerte a 500 Hermanos Musulmanes. No se puede zanjar un problema político con penas de muerte. Va a ser de nuevo una dictadura. Y, en tercer lugar, está la tragedia de Siria. Hoy todos deberíamos hacer una gran manifestación en el mundo árabe pidiendo que sea juzgado Putin, porque es él quien hace la guerra en Siria. Bashar es un títere. Putin es hoy en día el enemigo número 1 del mundo árabe y musulmán.
–¿Qué le parece lo que está sucediendo en Crimea y en Ucrania?
–En ella ha habido un impacto de la Primavera Árabe. Crimea es una cuestión aparte, aceptan pertenecer a Rusia.
–¿Y qué opina de las sanciones que quiere imponer Obama a Rusia?
«Obama es la mayor decepción de los últimos tiempos»–Obama perdió toda mi estima el día que dejó caer al pueblo sirio y al palestino. Es la mayor decepción de estos últimos tiempos. No creo en él.
–¿Sigue lo que está sucediendo en las fronteras de España y Marruecos? ¿Dónde está la solución?
–No es nuevo. La solución está en invertir en los países de origen. Hablar con sus autoridades, como se hizo con Marruecos. Ahora no hay marroquíes que vengan a España, es algo que ha parado. Ceuta y Melilla es territorio marroquí ocupado por España, ahí también España tiene su responsabilidad.
–¿Va a dar otro giro en su próximo proyecto literario?
–Sí, cambio completamente. Voy a publicar el próximo otoño un libro con los cuentos de Charles Perrault, pero serán mis cuentos de Perrault, reescritos con el estilo de «Las mil y una noche». Serán muy diferentes a los que se han leído hasta ahora.
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