El peor verano de mi vida
Joan Matabosch: Quedarán sus libros
El director artístico del Teatro Real rememora la repentina muerte de su padre
Joan Matabosch:«El escándalo no se debe buscar ni tampoco temer»
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Iniciar sesiónHace un año, el director artístico del Teatro Real, Joan Matabosch, no sospechaba que su verano iba a acabar así. De hecho, estaba siendo un buen estío: «Supongo que a veces no eres del todo consciente de qué momento va a ser digno de ... ser considerado como uno de los peores», hasta que lo ves en perspectiva. Pero sí, ahora está claro, porque «el del 2023 fue el último que tuve la suerte de poder pasar junto a mi padre, que falleció justo la primera semana de septiembre». Fue una muerte repentina «sin que se viera venir, sin sufrimiento y sin agonía», tras «una larga vida de 94 años», lo que «no deja de ser una suerte».
Ahora bien, como cualquier pérdida de un ser querido, causa consternación. Cuando recibió la noticia, Matabosch estaba en Roma, participando como jurado en un concurso de canto: «Recuerdo mi sorpresa cuando me llamaron porque nada invitaba a pensar, ese día precisamente, en algo así». «Pura ingenuidad, sin duda», admite.
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Joan Matabosch padre había sido empresario téxtil, pero su faceta más notable en las últimas décadas había sido la de bibliófilo. Acumuló una colección envidiable que no era sino el reflejo de su pasión por la lectura. Es una de las herencias que ha dejado a sus descendientes. A Matabosch hijo le quedan, al menos, el amor a los libros inculcado por su padre. Devora páginas con avidez, y disfruta haciendo lecturas relacionadas con las óperas que él mismo programa en el Teatro Real y con otras actividades culturales que tiene en agenda.
Quizás por eso, este verano, a falta de su progenitor, se ha refugiado en la tinta. «A mi me parece muy saludable combinar las lecturas con las experiencias que tengo previsto tener en teatros, museos o cines», de modo que «este verano he aprovechado que en el Festival de Salzburgo han programado 'El idiota' de Weinberg y 'El jugador' de Prokofiev para releer ambas novelas de Dostoyevski». Para preparar la temporada del Real que empieza en septiembre, anima a adentrarse en «'Eugene Oneguin' y 'El zar Saltán' de Pushkin, la biografía de «Maria Estuarda» de Stefan Zweig, el I Libro de los Reyes del Antiguo Testamento, en el que se basa el libreto de 'David et Jonathas' de Charpentier»… La lista se alarga más de lo que sería prudente relatar en una breve contraportada.
De todo ello, Matabosch obtiene placer, porque «la cultura, y especialmente también la ópera, es fuente de placer». Pero puntualiza, medio en broma: «No hablo de placer físico, que bienvenido sea, sino del placer de reconocer sentimientos propios y compartidos». «La intensidad de esta experiencia no tiene precio», asegura.
Esa pasión la pone también a la hora de programar: «Eso es lo que debe guiar, inspirar, una programación» como la del Teatro Real. Esta temporada se inaugura dentro de nada, a mediados de septiembre, con 'Adriana Lecouvreur' de Cilea, una ópera de enorme popularidad, uno de aquellos clasicazos imprescindibles, pero que incomprensiblemente nunca había aparecido en la cartelera de la institución madrileña.
Con este montaje se celebra, de paso, el quincuagésimo aniversario de la mítica grabación que protagonizaron Montserrat Caballé y José Carreras. «Por eso, vamos a dedicarle este estreno a Carreras, uno de los tenores españoles legendarios de su generación, que defendió esta ópera en los mejores teatros del mundo».
'Adriana Lecouvreur' es una ficción sobre la vida de una persona real, Adrienne Lecouvreur, actriz principal de la Comédie-Française fallecida en 1730 en misteriosas circunstancias. Arias espectaculares, celos y venganzas se entretejen en una obra de arte que, dentro de su farsa, nos invita a sentir y a reflexionar. Dicho a lo bruto, a dejar de ser animales por un rato. «Tenemos vida interior —dice Matabosch—, que es lo que nos diferencia de los animales y es lo que nos hace compartir sentimientos y experiencias similares con el resto de los hombres y las mujeres». Y remata: «Una sociedad culta es una sociedad rica en sentimientos y en ideas, capaz de ser sensible a los demás, capaz de escuchar, capaz de expresar y capaz de compartir».
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