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ABC Cultural

No todos los perros tienen la misma suerte

Mi madre dormía, rezaba y manejaba sin chocar, todo al mismo tiempo. Lástima que cada tanto atropellaba a un perro callejero, pero ella no se daba cuenta y seguía tan contenta

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Jaime Bayly

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Yo odiaba ir a la playa. Éramos tantos hermanos, diez en total, que no cabíamos en una sola camioneta. La playa nos quedaba lejos, a hora y media desde la casa en el campo. Todos los domingos del verano, mi padre, ese señor que siempre ... estaba molesto conmigo, anunciaba que nos íbamos a la playa. No era una sugerencia, era una orden. Mi padre manejaba una camioneta grande, acompañado de sus hijos más parecidos a él, sus hijos pistoleros, cazadores de animales. Mi madre conducía la otra camioneta. Yo iba a su lado, rezando el rosario. Ella se quedaba dormida cada tanto. Yo sujetaba el timón y la despertaba. Luego seguíamos rezando. Yo rezaba para que no chocase. Mi madre dormía, rezaba y manejaba sin chocar, todo al mismo tiempo. Lástima que cada tanto atropellaba a un perro callejero, pero ella no se daba cuenta y seguía tan contenta. Pobres perros chuscos, a cuántos perros vi morir camino a la playa. No todos los perros tienen la misma suerte.

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