Hallan los restos del confidente imperial de Felipe II en los Jerónimos
Los huesos del embajador Hans Khevenhüller serán trasladados el domingo a su nuevo mausoleo bajo la estatua reconstruida por su descendiente
La estatua del embajador imperial en la Corte de Felipe II regresará con cabeza a Madrid
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Iniciar sesiónFue «un milagrito». Uno más de muchos que Karl Khevenhüller asegura haber vivido en su empeño por devolver la dignidad a su antepasado, el embajador imperial ante las cortes de Felipe II y Felipe III don Juan Khevenhüller de Aichelberg (1538-1606), ... conde de Frankenburg y caballero del Toisón de Oro. Al retirar la lápida que aún se conservaba en la madrileña iglesia de San Jerónimo el Real para su restauración, Karl se asomó a la cavidad que había detrás y supo que había dado con los huesos del que fuera 'mano derecha' de la emperatriz María de Austria y confidente de Felipe II.
Este empresario criado en Madrid y responsable del Castillo Hochosterwitz, uno de los más famosos de Austria, aún se emociona al recordar esa mañana del pasado noviembre. Tenía el pálpito de que en esa capilla de la Virgen de Covadonga donde fue a parar la lápida de Khevenhüller probablemente hacia 1870, con las reformas del interior de la iglesia dirigidas por el arquitecto Enrique Repullés y Vargas, se encontraban también sus restos y todo apunta a que no se equivocaba. «Miré dentro con una linterna y tuve clarísimo que era él porque ésa era la ropa con que fue retratado por Pantoja de la Cruz», relata a ABC.
El esqueleto, completo, conservaba incluso la espada de hierro y los aros de la empuñadura que porta en el cuadro del pintor renacentista español. Karl aún está a la espera del informe encargado a Francisco Etxeberria, pero avanza que, según los primeros análisis del antropólogo forense, esos huesos pertenecieron a un hombre de entre 60 y 70 años, que sufrió fuertes dolores lumbares. Un perfil que encaja como un guante con el de su antepasado, fallecido a los 68 años y que, según describe el historiador Alfredo Alvar, se quejaba a menudo de dolencias en la espalda.
También el arquitecto Pablo Menéndez Pidal de Navascués cree que son los restos del embajador imperial, por el hecho de hallarse tras la placa de mármol con su epitafio. «Había dos lápidas, una para el sepulcro y otra para describir la capilla, con los datos de su fundación, pero esta última no la cogieron. Conservaron la que iba con los restos al moverlos», señala.
A Hans Khevenhüller le sorprendió la muerte el 4 de mayo de 1606, antes de la construcción del mausoleo que había encargado en una capilla hoy desaparecida de los Jerónimos. Sepultado en un primer momento en la iglesia de San Pedro el Real (hoy San Pedro el Viejo), sus restos fueron trasladados una década después al sepulcro que había dispuesto, bajo el cuadro de la coronación de Nuestra Señora por la Santísima Trinidad que encargó a Jacopo Tintoretto y la estatua de alabastro que labraron Juan de Porras y Mateo González, cercanos al círculo de Pompeo Leoni.
Profanada por los franceses
Cuando su descendiente volvió a Madrid con su familia a finales de los años 90 por temas de trabajo, de aquel magnífico mausoleo que alabó el erudito Antonio Ponz en el siglo XVIII sólo quedaba la figura orante muy maltrecha, la lápida de mármol belga negro y letras doradas partida y reubicada en otra capilla y el escudo familiar. Durante la Guerra de la Independencia, las tropas napoleónicas profanaron la tumba del embajador del Sacro Imperio Romano Germánico, saquearon el toisón y decapitaron la estatua que, con los años, acabó apartada en un pasillo entre el edificio parroquial y el claustro, a la intemperie.
Fue uno de sus hijos, con apenas 11 años, quien llamó la atención de Karl sobre esos restos que quedaban en los Jerónimos. Sorprendido por la costumbre española de visitar los cementerios el Día de los Difuntos, propuso acudir ante la lápida para recordar al único de los suyos sepultado en Madrid. «De ahí fue creciendo el interés y el deseo de arreglarlo todo», recuerda el encargado de continuar el legado de los Khevenhüller, a quien la muerte de su hermano Hans por el Covid impulsó aún más en esta misión que ha financiado en solitario.
«Fue un personaje de tanta importancia en la Historia española, que no se podía dejar eso así», explica mientras rememora el poder que tuvo como embajador del emperador Rodolfo II, a quien llegó a representar en actos. «Felipe II, la emperatriz María y Juan Khevenhüller eran los que mandaban desde Manila hasta Tierra de Fuego«, dice en el Hotel Palace de Madrid, muy cerca del lugar donde fue retratado su antepasado durante el jubiloso recibimiento de Madrid a Margarita de Austria, esposa de Felipe III, en 1599. Y recuerda, por ejemplo, que Felipe II le encargó la decoración interior del patio de los Evangelistas de El Escorial o que fue quien llevó la Sagrada Forma que conserva este monasterio en su sacristía, «una de las reliquias más importantes de Europa».
Tras casi veinte años de investigación y estudios, logró la autorización para restaurar en Austria la escultura orante, que ahora regresa a Madrid con su parte superior reconstruida. Bajo las directrices del arquitecto Menéndez Pidal y siguiendo el deseo testamentario del embajador imperial, que quiso que su sepultura se instalara en una capilla consagrada a la Virgen y con la figura orante en dirección al Santísimo, el monumento se ha instalado en la parte trasera de la capilla del Pilar.
Será bendecido el domingo, durante una misa presidida por el arzobispo Carlos Osoro. El coro y la orquesta de cámara de la universidad CEU San Pablo, bajo la dirección de José Manuel Álvarez, interpretará, en estreno mundial, varios fragmentos de la misa que encargó Franz Christof Khevenhüller, sobrino y heredero del embajador imperial, al compositor italiano Giovanni Radino en 1606. Al término de la ceremonia, a la que está previsto que asistan autoridades y familiares de Austria, Italia y España, así ocho miembros de la Guardia Khevenhüller, los restos mortales del embajador imperial se trasladarán solemnemente a su nuevo sarcófago de mármol, donde también se guardará la pieza superior de la escultura original.
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Será el acto final de un congreso internacional sobre Hans Khevenhüller que el jueves reunirá en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando a historiadores como Alfredo Alvar, Fernando Marías Franco, Rubén González, Almudena Pérez de Tudela, Glenn Murray y Jesús de la Torre, además de Menéndez-Pidal y del propio Karl. A pesar del destacado papel que desempeñó en esos años de finales del siglo XVI y principios del XVII, su descendiente se lamenta de que «no está nada reconocido en España». A partir del domingo, al menos, tendrá un mausoleo en los Jerónimos que mantendrá viva su memoria.
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