Suscríbete a
ABC Cultural

Hoy empieza todo

Contra el verano

Ahora llega el triunfo de la elegancia sobre la extraversión y la victoria de la serenidad frente a un calor populista, un calor como de república corrupta. No me comparen la enfermiza canícula del verano con el leve y elegante sol del membrillo, que nos calienta por dentro, hartos ya de arder por fuera

Llega el petricor, el reflejo de las luces nocturnas en los charcos, la paz inmensa, la vida sin artificios, las tardes de lectura y cine, los paseos por el campo, las setas y las acerolas, la venganza de los felices, la revancha de los sabios AP
José F. Peláez

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Leo unas palabras de Carlo Verdone en 'La grande Bellezza' que casi había olvidado: «He pasado todos los veranos de mi vida haciendo propósitos para septiembre. Ahora ya no, ahora me paso el verano recordando los propósitos que hacía y que se han ... desvanecido. ¿Qué tienen en contra de la nostalgia? Es la única distracción posible para quien no cree en el futuro. La única. Sin lluvia, agosto está terminando y septiembre no comienza». Ojalá lo hubiera podido escribir yo. Ahora llega el triunfo de la elegancia sobre la extraversión y la victoria de la serenidad frente a un calor populista, un calor como de república corrupta. Llega la lluvia tibia calándonos los huesos, el viento que viene a secarlos, los días cortos, las tardes largas, las miradas profundas, la luz violeta de Castilla, el otoño Velázquez madrileño, los despertares frescos que incitan a ponerse boina, que animan a ser feliz y a sentirse vivo y en plenitud. La chaqueta de lana pidiendo aventura a gritos, la sopa de cocido haciéndote señas, la primera gran tormenta y el frío en la cara al salir de un concierto. Llega el petricor, el reflejo de las luces nocturnas en los charcos, la paz inmensa, la vida sin artificios, las tardes de lectura y cine, los paseos por el campo, las setas y las acerolas, la venganza de los felices, la revancha de los sabios. Y el vino, porque llegan las uvas, mucho más de mi tierra que las sandías. Y con más clase. No me comparen la enfermiza canícula del verano con el leve y elegante sol del membrillo, que nos calienta por dentro, hartos ya de arder por fuera.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia