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ABC Cultural

De abanicos masculinos y la termodinámica celestial

Contra El Verano

El uso de este prodigio es felicidad improvisada. Y sobre todo felicidad española, una felicidad que convierte el tedio en alegría y el bochorno en terciopelo

Abanicos ABC
José F. Peláez

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Venía yo aquí a reivindicar públicamente los abanicos para hombres. Yo no sé por qué no se normaliza de una vez el uso de este prodigio para el público masculino, no entiendo por qué nos privamos de este pequeño invento de los dioses, de ... este regalo de la termodinámica, de este climatizador cañí y portátil que lo cambia todo en un simple gesto de muñeca, un gesto breve como de delantera de futbolín, certero como el saludo de un Windsor, ágil como la apertura de una puerta que, en realidad, es la puerta hacia la gloria. Yo quiero salir de casa con un abanico, pero un abanico que sea mío. No quiero esperar a encontrarme con una chica y pedírselo prestado, así como que no quiere la cosa, como si no lo hubiera planeado, cuando en realidad es lo único que quiero, lo único que busco desde el momento en el que salgo de casa, un abanico que ponga el mundo entero a la temperatura exacta del progreso y la civilización. El aire acondicionado está bien, no está mal, pero el abanico tiene algo superior, algo rudimentario, es pura mecánica, no hay electrónica ni programación. No hay ingeniería en ello, tan solo la mano del hombre. Y, por eso, el abanico es felicidad improvisada. Y sobre todo felicidad española, una felicidad indígena y costumbrista que convierte el tedio en alegría y el bochorno en terciopelo.

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