Revolución, cumple tu promesa

No sólo Dora García ejerce de maestra de ceremonias por la frase que abre el discurso expositivo en sala sino porque también inspira la que da título a la muestra en su conjunto: 'Escribir todos los nombres'. Ambas sentencias resultan tan explícitas como implícitas. Hablan tan a las claras como sugieren significados, quizá porque en el juego creativo expuesto se esconden todas las lecturas transversales posibles y todas las reclamaciones existentes y por existir. En la propuesta de «Revolución, cumple tu promesa» se manifiesta la impotencia máxima: eso de que hasta los sueños más justos se pueden estrellar contra el muro de la realidad. Aunque, por contra, también podemos alegar aquello de que siempre queda la esperanza de las sagradas rebeldías. Y por ahí van los hilos que tejen la premisa general de este 'Escribir todos sus nombres'. La inviabilidad de nombrar a todas las mujeres que han sido y son pero que aquí no están pero que pudieran estar. Tal cual ha sucedido a lo largo de la Historia y de los tiempos. Como reza en la pieza también de Dora García titulada 'Cien obras de arte imposibles' que inspira estos trueques de palabras y de mensajes: 'Soñar los sueños del otro', 'Vivir la vida de otro', 'Estar aunque solo sea un segundo, con todos y cada uno de los seres humanos'... Y así, de corrido, hasta atrapar una estela de frustraciones. Tal vez, en un sueño no tan irrealizable, siempre hay vuelta atrás.

Una secuencia infinitamente poética porque esta exposición, pese al manifiesto inicial, tiene mucho de poéticas personales, de reivindicaciones íntimas tras el espejo ¿roto? de la realidad. Un 'Silencio vacío de silencio es sonido' nos recibe en la sala donde conjugan sus obras y argumentos Esther Ferrer y Elena Assins. Geometrías tejidas con hilos y números primos, en el caso de la primera. Poesía visual, semiótica y otras formas plásticas de generación automática en el caso de la segunda. En ambas, unas escuetas, sutiles, líneas que leer en el espacio. 'La arena escribe sola' es el título que abre la sala donde dialogan Aurèlia Muñoz y Eva Lootz. Las piezas (esculturas) tejidas de la primera te asaltan con una sensibilidad y una potencia estética nunca vista en trabajos tan artesanos. Lootz a la par se teje su propio traje en un ejercicio que no tiene fin. Evoca a una Penélope muy personal . Como bien se apunta en los textos, ella habita en esa indumentaria que construye con unas agujas de lana. Nada más sencillo ni más gráfico.

'Caminar como escritura de ciudad' para Soledad Sevilla es recorrer las calles de Lisboa tras los pasos de Fernando Pessoa y su heterónimo, Bernardo Soares, en 'El libro del desasosiego'. Un puzle, un sendero de baldosas, con formas geométricas y ancestrales, con anónimas pisadas. Sarah Grilo fija la mirada en Nueva York y las historias que se escriben en sus muros, una capa sobre otra de vestigios y memorias. Vera Chaves fotografía pintadas en las afueras de Barcelona con mensajes antifranquistas. 'Paisajes afectivos' reúne a Cristina Iglesias, con una pieza muy característica entre sus arquitecturas-esculturas, y a Susana Solano que presenta la complejidad y naturalidad de una especie de cabaña que se cierra sobre sí misma, 'tejida', construida con mimbre por artesanos de Madeira. Dos obras cuya solidez formal contrasta con la íntima pintura de Carmen Laffón que recrea las salinas de Bonanza de Sanlúcar de Barrameda en Cadiz y con las imágenes de Monserrat Soto a la búsqueda de la memoria industrial de una Galicia escondida, perdida, en la frondosidad de una paisaje entre agreste y familiar.

Escribir todos sus nombres

Colectiva. Museo Helga de Alvear. Calle Pizarro, 10. Cáceres. Comisaria: Lola Hinojosa. Hasta el 29 de octubre

Cuando hemos jugado tanto con la poética, con la sugerencia, puede que ya no quede otra opción que entrar en unos 'Ejercicios de abstracción', como los que traman dos maravillosas piezas de Ángela de la Cruz y una secuencia de papeles de Erlea Maneros Zabala, en los que el sol, la Naturaleza ha dejado su huella, ha escrito su sentencia. Me temo que sin la sensibilidad de todas estas mujeres aquí reunidas (y de las que no hemos escrito sus nombres) se entendería mucho peor el mundo.