Retrospectiva de Luis Fernández en la Fundación Masaveu: El estremecimiento en la sobriedad

Sin embargo, el velo que difuminaba tanto su papel en aquel bullicioso escenario, como su obra en tantos relatos y manuales, en tantas cronologías y retrospectivas históricas, empieza a desvanecerse. En los últimos tiempos ,el interés suscitado por el artista ha movido un número creciente de investigaciones, que culmina con esta magnífica exposición, la más ambiciosa y completa producida hasta la fecha en torno a Luis Fernández.

Organizada por la Fundación María Cristina Masaveu Peterson y el Museo de Bellas Artes de Asturias, conmemorando los cincuenta años de la muerte del pintor, tras una primera etapa madrileña podrá visitarse en Oviedo. El director de esta última institución es el comisario del proyecto y una autoridad en el artista, a quien ha dedicado atención constante desde su tesis doctoral, mientras que el museo a su cargo acumula un numeroso volumen de obras y de documentación personal de Fernández.

Aquí ha reunido nada menos que ciento cincuenta obras, numerosos objetos y documentos, provenientes de casi medio centenar de prestadores, cuya ordenación se ajusta al más estricto rigor historiográfico, haciendo un recorrido completo por las etapas que jalonan una trayectoria llena de giros que en su caso se suceden sin brusquedad, por profundos que sean al cabo los cambios formales y el espíritu que late tras ellos.

En efecto, la exposición permite ver cómo hay un 'tono' casi inefable que Luis Fernández mantiene y desarrolla poco a poco a lo largo de toda su trayectoria, independientemente de los 'ismos' e influencias con que entraba en contacto, que no fueron pocos. Una manera de entender la realidad y la forma, a las que imprime un sesgo singular, especialmente delicado e intimista, concienzudo y sobrio.

Basta recordar cómo en la primera sala, dedicada a los inicios casi infantiles del artista precoz que fue, aparece un ejemplo tempranísimo que al finalizar el recorrido resultará 'premonitorio': ese bellísimo dibujo de una paloma, llevado a cabo con enorme solvencia y sensibilidad con tan sólo quince años, resonará con desconcertante intensidad, con inesperada cercanía, cincuenta años más tarde en toda una serie de pinturas y dibujos donde Fernández, ya más que maduro, alcanza su más depurado estilo y parece olvidarse de cuanto le ligó en un tiempo a la Historia. Los 'ismos' en que participó y todas las modas que le afectaron (el Purismo, el Neoplasticismo, la Abstracción geométrica, la sombra gigantesca de Picasso, el Surrealismo…) quedarán ya sólo como un recuerdo lejano al acabar el periplo.

Luis Fernández

Cuatro estrellas. Fundación Mª Cristina Masaveu Peterson. Madrid. C/ Alcalá Galiano, 1. Comisario: Alfonso Palacio. Colabora: Museo de Bellas Artes de Asturias. Hasta el 28 de enero

Luis Fernández se nutre de ellos para dar a luz algo verdaderamente inusual en un artista al que la vanguardia, la Guerra Civil y las grandes guerras europeas tanto afectaron: una forma en la que se encarne el espíritu, e incluso justo en el último momento, hasta la mística. Merece la pena ir a compartir semejante estremecimiento.