ÁNIMA NEGRA
Julián Ibáñez, los tipos duros no bailan
El autor santanderino publicó en 2010 'Giley', una novela en la que la brutalidad y lo incorrecto políticamente dibujan una sociedad anestesiada moralmente
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Iniciar sesiónNo siempre existe la justicia histórica en la literatura. Julián Ibáñez, nacido en Santander en 1940, es tal vez el escritor español con más larga y fecunda trayectoria en el ámbito del género negro. Desde ‘La triple dama’, que salió a las librerías en ... 1980, hasta el año pasado, Ibáñez ha publicado más de una treintena de novelas que le colocan en el pedestal de este tipo de ficción. Resulta, por ello, difícil de explicar el eclipse que ha sufrido Ibáñez en unos momentos en los que la novela negra alcanza un auge que jamás había tenido.
Me dicen que lleva años residiendo en un pueblo de Toledo, retirado del mundanal ruido. Y que no ha dejado de escribir pese a que ya ha cumplido los 85 años. Según figura en sus datos biográficos, Julián fue enviado por sus padres a un seminario de jesuitas en Carrión de los Condes. Su progenitor, maestro de profesión, había militado en el bando perdedor durante la Guerra Civil. Tras salir del seminario sin haber encontrado la fe, estudió Ciencias en la Universidad de Valladolid y luego se matriculó en la Escuela Oficial de Cine en Madrid.
Tras acabar sus estudios y con una sensación de fuerte desarraigo, decidió viajar por Europa durante una década en la que subsistió gracias a oficios tan diversos como vendimiador en Francia, recolector de patatas en Inglaterra, artesano de las pieles de visón en Suecia y friegaplatos. A su vuelta a España, empezó a escribir guiones y, más tarde, decidió consagrarse a la producción de novelas.
Es tal vez el escritor español con más larga y fecunda trayectoria en el ámbito del género negro
He leído algunas de sus personalísimas y originales tramas, pero hay una que merece la pena ser recuperada y que, a mi juicio, figuraría entre las diez mejores novelas negras escritas en castellano: ‘Giley’, publicada en 2010 y editada por RBA. Lo tiene todo: una historia fluida, unos personajes muy bien construidos, un lenguaje incisivo y una estética que encaja en los moldes del género negro. No hay duda tras leer ‘Giley’ que Ibáñez está muy influido por los clásicos del 'thriller' estadounidense como Hammett, Chandler y Ross Macdonald.
El título del libro hace referencia a un viejo juego de cartas en el que había fuertes apuestas. El protagonista de la novela es Cobos, un agente de la Policía Nacional, que ha sido trasladado a Puertollano. Es un personaje turbio que, a la vez que se encarga de la sección de Lesiones y Menores, regenta un garito ilegal donde se juega al giley. Cobos está metido en el mundo de la delincuencia y se codea con borrachos, estafadores y macarras. Es un hombre solitario y violento. Carece de principios y no duda en engañar a sus víctimas. Su único objetivo es sobrevivir.
Por una inexplicable casualidad, una mujer rubia y desconocida le agrede con un tubo metálico. Cobos empieza a investigar el incidente hasta que la chica es encontrada muerta en un río. De repente, se convierte en el principal sospechoso. La Guardia Civil se hace cargo del asunto y centra su atención sobre él. Cobos intenta averiguar la verdad y esclarecer el crimen, pero sus pasos le llevan a implicarse en un caso de chantaje en el que se enfrenta a peligrosos delincuentes.
No hay buenos en ‘Giley’ por no decir que todos son malos. Los policías son peores que los gánsteres que explotan a las mujeres. Cobos y sus compañeros cruzan las líneas rojas de la ley e incluso no dudan en llegar al crimen para protegerse. El mundo que describe es una jungla donde vale todo y en el que sólo la ambición y la falta de escrúpulos permiten sobrevivir.
Aunque tan sólo han pasado 15 años desde la publicación de ‘Giley’, su lenguaje procaz, la prostitución, los malos tratos y las brutales prácticas policiales resultan un testimonio incómodo que hoy sería visto como una provocación por quienes creen que la literatura debe ajustarse a las convenciones de lo políticamente correcto.
‘Giley’ es una pequeña joya en el panorama narrativo español tanto por su singularidad como por la descripción de una sociedad sumida en una anestesia moral. Como subrayó Paco Ignacio Taibo II, la literatura de Ibáñez se inscribe en «una extrañísima España profunda, llena de páramos, invisibles estaciones de servicios, pueblos fantasma y zonas intermedias entre el mundo de lo criminal y lo cotidiano».
Parafraseando a Norman Mailer, los tipos duros no bailan en esta novela. Juegan al giley y están dispuestos a apostarlo todo a una sola carta. El azar gobierna la vida de unos personajes que la mano invisible de Ibáñez guía hacia la autodestrucción. Una reflexión cruel, pesimista y descarnada que nos pone frente al espejo de la hipocresía que gobierna nuestra existencia.
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