'Maestras': el giro urgente necesario

La exposición 'Maestras', comisariada por Rocío de la Villa, es una clara respuesta con un giro radical en el discurso. Pone el foco no solo en lo que nos fue prohibido o impuesto, sino en lo que hicimos a pesar de ello. Sin dejar de condenar el patriarcado, la muestra huye de la re-victimización y enfatiza lo positivo: la participación de las mujeres en asociaciones y exposiciones importantes, su maestría e inclusión en la academia, el apoyo de mecenas y compañeros, sus vidas viajeras, cosmopolitas y comprometidas con causas políticas... Ya era hora de mostrar en España un panorama histórico en femenino, con obras de gran calidad y un relato forjado por expertas que promueve nuevos paradigmas.

El recorrido está organizado cronológicamente en ocho capítulos, algunos más acertados que otros, en los que sobrevuela un propósito común: apuntar formas de hacer propias de las mujeres. 'Sororidad I' parte del debate literario en defensa de sus derechos en Francia (Querelle de femmes), y se centra en su equivalente italiano en el XVII (La causa delle donne) con repercusión en las artes plásticas. Lavinia Fontana, Fede Galizia, Artemisia Gentileschi y Elisabetta Sirani son las artífices de representaciones que plasman 'femmes fortes' de la Antigüedad con una intención reivindicativa y alejadas de la erotización dominante.

En este sentido, destaca la evolución de Gentileschi en sus dos obras de 'Susana y los viejos', separadas por 30 años: en la última, la protagonista madura y vestida encara a sus acosadores. El capítulo incide en el silencio como táctica de subversión refinada y señala la complicidad entre las figuras principales y sus congéneres.

Apuntar que la sororidad está justificada en el catálogo, pero no tanto en las imágenes, donde faltan relaciones entre mujeres. Por otro lado, la insistencia en el texto de la no violencia en las escenas es cuestionable. ¿Por qué negar que hay rabia, aunque contenida?

El episodio 'Botánicas' pone en valor el conocimiento femenino empírico-ancestral de la Naturaleza (arrebatado en la caza de brujas) en el que confluyeron artistas y mecenas. Su reflejo es el bodegón con insectos, más cercano a los estudios científicos naturalistas, que celebra la vida y la entiende de manera holística. Grandes conocidas como Clara Peeters comparten sala con la primera entomóloga, María Sibylla Merian, o las hermanas holandesas Ruysch. En el tercer sector, 'Ilustradas y académicas', sobresalen Angelica Kauffmann y Louise-Élisabeth Vigée-Le Brun como representantes del sueño de igualdad antes de la Revolución francesa. La época propicia actitudes prerrománticas teatrales presentes en las dos maravillosas pinturas de sendas autoras protagonizadas por Lady Hamilton, una 'musa de la danza' que evocaba los murales de Pompeya.

La cuarta sala, 'Orientalismo/costumbrismo', menos relevante en la selección de piezas (las de Cassatt, Blanchard y Bonheur no son muy representativas), descubre visiones divergentes. Mientras los pintores sexualizaban a las mujeres de otras culturas, las artistas les aportan dignidad y una apariencia próxima (Alejandrina Gessler accedió a un harén) que produjo sorpresa en los Salones. El quinto bloque, 'Trabajos, cuidados' muestra a mujeres laborando juntas, un hábito que rara vez se había plasmado. Magníficas piezas impresionistas y expresionistas ('El cerezo' de Morisot, 'La zapatería', de Sparhawk-Jones…) y también joyas de museos locales como el retrato colectivo de 'Las lavanderas', de Marie Petiet, una versión menos pomposa de la pintura de Historia.

Quizá, este hubiese sido un buen momento para incluir obras abstractas. Se echan de menos, y el espiritismo como vía de acceso a la abstracción fue muy propio de las mujeres, con Georgiana Houghton o Hilma af Klint a la cabeza. El apartado siguiente abre una ventana interesante en la concepción afectiva materno-filial y explicita la oposición de las creadoras al modelo del 'ángel del hogar', aunque el título 'Nuevas maternidades' puede confundir, ya que el término actual aborda realidades subversivas que en el marco temporal de la exposición no existían.

'Sororidad II. Complicidades' plantea un amplio abanico de relaciones positivas entre mujeres, pero llama la atención que en ningún momento se hable de lesbianismo cuando hay casos claros ('Las jóvenes', de Louise Catherine Breslau). Finalmente, 'Emancipadas', se centra en las sufragistas e identidades femeninas rebeldes del momento. Obras espléndidas –'Las odaliscas' de Jacqueline Marval, 'Las cotillas' de Claudel o las verbenas de Maruja Mallo– son solo un aperitivo de la época que nos deja con ganas de más.

Como es lógico en un reto histórico, todavía faltan muchos nombres y un alcance inclusivo de 360º, confiemos en que es la primera parte de tantas por escribir.