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Juan Gabriel Vásquez: la literatura se piensa a sí misma

ensayo

Este libro compila cuatro discursos pronunciados en Oxford en las Conferencias Weidenfeld de 2022. Por allí pasaron antes Steiner o Vargas Llosa

Otros textos del autor

Detalle de 'La Torre de Babel',de Brueghel el Viejo

La literatura es un oficio extraño y, al igual que la filosofía, puede tomarse a sí misma por objeto. Los pensadores reflexionan sobre qué significa pensar, ignorar y conocer, del mismo modo que los escritores insisten en desentrañar cuál es el propósito de la ficción. ' ... La traducción del mundo', de Juan Gabriel Vásquez, es uno de esos ejemplos en los que la literatura se piensa a sí misma o, si lo prefieren, una ocasión en las que un fingidor legítimo sondea los márgenes de lo ficticio. Este oficio es antiguo, y de alguna manera Aristóteles ya preludió las condiciones del examen de cualquier producción artística o literaria en su 'Poética'.

Este libro eficaz, editado por Alfaguara, resulta aún más singular ya que compila cuatro discursos pronunciados en Oxford en el marco de las Conferencias Weidenfeld en 2022. No es cualquier cosa: por allí pasaron antes de Vásquez gigantes como Steiner o Vargas Llosa. Se trata de un libro escrito, leído y posteriormente fijado en su forma definitiva para que el lector pueda acceder a reflexiones que hablan de la legitimidad, la misión y las paradojas de la creación y la escritura.

ENSAYO

'La traducción del mundo'

  • Autor Juan Gabriel Vásquez
  • Editorial Alfaguara
  • Año 2023
  • Páginas 122
  • Precio 17,90 euros

En 'La traducción del mundo', Vásquez recluta aliados imbatibles y el libro, desde el 'exergo', nos anuncia que los compañeros de viaje serán nombres inmortales del canon occidental. Proust, Camus, Valéry, Borges, Cervantes o Staël serán algunas de las voces que saldrán al rescate de las preguntas más insidiosas sobre el oficio de la escritura y de la lectura. La primera parte del libro advierte que la clave de cualquier ficción radica, precisamente, en iniciar una exploración que parta de una ética de la ambigüedad. Original hallazgo. La ficción es necesaria porque retiene cosas que no se encuentran en otra parte y Vásquez empieza por el principio, lo que hoy ya es revolucionario: Homero y Platón son el grado cero de su propuesta y postula un primer desafío que quiebra la pereza inercial de quienes hoy denuncian la apropiación cultural y validan la creación literaria por el lugar de enunciación.

Una ficción no tiene mayor legitimidad por quien la emite, puesto que la narración ambiciona siempre usurpar la personalidad de otros. Así sea para entenderlos. Hablar por una boca que no es tuya y fingir biografías que no te pertenecen es el don que regalan las diosas a los que escriben y más generalmente a todos los que crean. Por eso, el libro de Vásquez no habla sólo de escritores sino que también intercala ilustraciones de Velázquez o de Brueghel el Viejo. Elegir qué vida merece ser narrada, es decir, conservada hasta la inmortalidad de la palabra escrita, es ya un gesto de soberanía. Hacer de la biografía de Lázaro de Tormes algo memorable es una de las dignidades políticas de la mejor literatura. Por ejemplo.

Vásquez reconstruye las formas en las que la ficción auxilia incluso a la realidad acontecida

La segunda parte del libro se consagra al tiempo y la ficción, otro tópico perfectamente clásico. Platón habló de la escritura como un espurio asistente de la memoria pero el tratamiento que Vásquez ofrece de la temporalidad es algo que trasciende la mera persistencia cronológica. La ficción nos habla de lo que nunca ocurrió y que, de algún modo, insiste y clama por llegar a ser, al menos, alguna vez.

No debo, por respeto al lector, desentrañar los secretos del libro, pero Vásquez reconstruye las formas en las que la ficción auxilia incluso a la realidad acontecida y apela a biografías verdaderas, aunque desdichadas. El pasado acontecido es una ocasión para el relato pero esa hermenéutica postrera, que estaría más allá de la verdad y las mentiras, es la labor literaria. La ficción, apostilla el autor con verdadero tino, es alimento para la historia. En la tercera conferencia Vásquez avanza en su propuesta y concreta el compromiso de la escritura con el misterio. El desvelamiento del que ficciona no es distinto del que investiga por cuanto el étimo es común. Investigar e inventar no son dos oficios idénticos pero sí son eminentemente solidarios entre sí.

Última ponencia

El cuarto capítulo, que condensa la última ponencia, apela desde un punto de vista abiertamente teórico a la libertad creadora. En esta ocasión la apoyatura no será tan solo literaria sino que el autor rememora la aportación de un Berlin que, por ponerle alguna pega, a mí se me hizo algo heterodoxo. Esta última parte, más política y quizá más previsible, aspira a conceder un valor idealmente revolucionario a la literatura cuando en su complejidad, aquí disiento o al menos dudo, la ficción podría hacerse aliada de los más establecidos poderes. Tal es su soberanía.

El libro, al fin y al cabo, avanza con agilidad apoyándose en autores principales, sincopando textos e imágenes, biografías reales e historias fingidas con gran pertinencia. Los hallazgos se hacen más valiosos cuando arriesgan y el libro arroja en ocasiones propuestas que contravienen el sentir mayoritario de las conversaciones sobre literatura que, en nuestros días, aparecen devoradas por un moralismo tan ingenuo con infantil. Si tienen ocasión, es una lectura rentable en la que casi a cada línea le asiste una idea muchas veces original.

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