Más que palabras
Carmen Esteban: la Historia, con carne literaria
Está vinculada a Crítica desde hace 28 años, los veinte últimos como directora editorial. También asume la dirección del Área de Ensayo de Planeta
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Iniciar sesiónArte y ensayo. Libros de contenido profundo, pero asequibles, fáciles de leer con el auxilio de la escritura. De la buena escritura. Eso es lo que busca, como editora y como lectora, Carmen Esteban, vinculada a la editorial Crítica desde hace 28 años, los ... veinte últimos como directora editorial. Un desempeño que compagina, desde hace cinco, con su trabajo como adjunta a la dirección del Área de Ensayo de Planeta. Mucho en que pensar. No siempre fue así. Lo cierto es que el ensayo es un género que la ha ido ganando a medida que profundizaba en el mundo de los libros.
En la Universidad leía sobre todo novelas. Y a los clásicos. Y ahora es de las que piensan (como Delibes) que hay una edad a partir de la cual al lector avisado le va interesando más la realidad que la ficción. Lo que se dice entre los amigos: «Sé sincero: ¿cuándo ha sido la última vez que una novela te ha tocado el alma?». Haberlas, haylas, pero no son fáciles de encontrar.
Antes de darse al ensayo, Carmen Esteban había sido una adolescente que eligió ciencias puras para el Bachillerato. Pero que tenía guardado en su corazón (y luego su propia biblioteca) aquel ejemplar del 'Quijote' que sus padres le regalaron a su hermano mayor, cuando ella tenía siete años. Tal vez por eso estudió Filología Hispánica y Catalana. Y tal vez por eso se quedó atrapada dentro de los libros desde su primera beca de investigación para la Autónoma de Barcelona, donde se cruzó por su camino nada menos que Francisco Rico. Quijotismo a mayores.
Pudiera ser, dice, que su opción personal coincidiera también con cierta tendencia de actualidad. Aparte de la dialéctica realidad/ficción, quizás lo que ocurre es que en los últimos años una buena parte de los escritores de ensayo se han bajado de la cátedra y se han atrevido a acariciar, además de las cabezas, las almas de los lectores inquietos.
Estudió Filología Hispánica y Catalana. Y tal vez por eso se quedó atrapada dentro de los libros
Un libro como 'Stalingrado', de Antony Beevor, fue en su tiempo una rareza en las librerías españolas. Hoy son miles y miles los lectores que atreven a acercarse a la historia apoyándose en un lenguaje menos hermético, más comunicativo. «A un historiador hoy se le pide carne, además de historia», dice. Y lo mismo a un científico.
Contar a la gente de la calle lo que sucede en el interior de los laboratorios no es fácil. Pero el lenguaje lo puede todo. Eso sí, sin pasarnos de rosca, porque en el otro extremo de la divulgación está la banalización. Sin perder un ápice de rigor, la fuerza del estilo literario. La técnica de los narradores, y hasta de los poetas, aplicada al mundo del conocimiento. Un bajarse al moro de lo académico en favor de lo literario que no deja de ser una cierta novedad en el mundo hispanohablante, aunque en el anglosajón lo llevan practicando desde hace más de medio siglo.
Historia, pensamiento, ciencia. Y también periodismo. No vamos a hablar aquí de cómo los periodistas sortean o no sortean desde los medios los vaivenes de la transcivilización. Pero sí de su éxito en los libros. Los periodistas, dice Carmen Esteban, saben leer los datos. Pero además aportan su condición nata de contadores de historias. Y trabajan con la realidad. Algunos incluso con la verdad. Qué vértigo.
Sacar adelante el catálogo de Crítica en un tiempo en el que a veces hay que buscar con lupa el espíritu crítico de los ciudadanos no es tarea fácil. Pero sí muy llena de compensaciones. Crítica, recordemos, nació en 1976, con Gonzalo Pontón, como una especie de herencia de la editorial Ariel. Entonces había, dice Carmen Esteban, «mucha sed de saber y mucha necesidad de entender lo que estaba pasando». Esa necesidad de conocimiento pudiera ser hoy la misma, en un tiempo de mutaciones, tempestades e intemperies. Pero igual la que no es la misma es la sed. Quizás entre las plataformas, los youtubes, los memes y los 'spotifies' andamos algo más distraídos. Lo cierto es que los días siguen teniendo 24 horas, y con tanta baratija es fácil que el tiempo de lectura se haya reducido considerablemente. Y eso que dicen que los jóvenes leen mucho. Será que lo hacen de otra manera…
Vivimos, piensa, en un momento brillante de la producción, pero quizás no tanto en el de la recepción literaria. Intuimos que están pasando muchas cosas, incluso cambios de paradigma entre la crisis de la democracia y la inteligencia artificial. Pero nos cuesta sacar el tiempo para buscar las respuestas donde siempre estuvieron y donde siguen estando: en los libros. Es verdad: la escasez de espacio y la pérdida de fondos de las librerías han terminado propiciando un cierto «Darwinismo editorial». Pero el mundo es ancho y los libros sobreviven, viven… y hasta perviven. Un pequeño milagro de la crítica de la razón pura.
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