Más que palabras
Carme Riera Sanfeliu, en el momento de la creatividad
Desde hace un año, es editora de Alfaguara, el sello que fundó Camilo José Cela en 1964, y que este año cumple sus primeros sesenta años de andadura
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Iniciar sesiónComenzó trabajando como becaria para Claudio López Lamadrid, y en seis años ya era editora adjunta de Random House. Desde hace un año, Carme Riera Sanfeliu (Barcelona, 1988) es editora de Alfaguara, el sello que fundó Camilo José Cela en 1964, y que este ... año cumple sus primeros sesenta años de andadura. Casi nada. Un «privilegio» que le permite asistir en primera persona a la consolidación de un momento que considera excepcional, tanto desde el punto de vista de la escritura como de la pujanza del mundo editorial.
Antes de ser editora, para lo que se preparó con un máster en la Universidad Pompeu Fabra, Carme Riera era periodista. Trabajó en Ara, Telecinco o TV3, y llegó a ser corresponsal en París. Cuando estudió Periodismo, lo hizo porque en realidad más que reportera lo que quería era ser escritora. Pero cuando conoció de verdad la trastienda de la edición, pensó que era mucho más interesante estar cerca de los grandes escritores que admiraba, colaborar con ellos en la proyección de sus libros y su literatura, que embarcarse en lo propio.
Pero sin renunciar a hacerlo algún día. El trabajo del escritor, piensa, es digno de admiración. Un esfuerzo personal que requiere mucha soledad y que trae consigo, generalmente, unos cuantos fracasos antes de conseguir un éxito. Pero la figura del editor es también fascinante. Se debería hablar más de los editores desde luego en las carreras de letras, pero quizás también desde el instituto.
Para cumplir este sueño de vivir ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, según, so, sobre y tras los libros, Carme tuvo que recurrir a los estudios especializados. Pero el primer máster que se sacó, como todo buen editor, fue el de lectora. Esa niña que descubrió los libros en la biblioteca del pueblo de verano, Sant Vicenç de Montalt, y que pidió en préstamo a John le Carré cuando apenas sabía juntar las letras, porque había sentido el entusiasmo con el que un lector se lo había reclamado a la bibliotecaria. Aquella que se pensó mayor por primera vez cuando fue la propietaria de un ejemplar de 'La historia interminable', precisamente en su edición a dos tintas de Alfaguara. Esa jovencita que entró de lleno en la literatura con Mercé Rodoreda y Gabriel García Márquez… Hasta hoy.
Durante la pandemia, editores y libreros tiraron del fondo editorial, con un éxito sorprendente
Ahora, desde su condición de editora de Alfaguara, considera que es un honor, pero sobre todo un reto y una responsabilidad mayúscula, poder decidir cuál va ser la próxima generación que lance este sello. Precisamente, dice, en un momento de máxima creatividad literaria. Autores consagrados que están escribiendo hoy obras maravillosas.
Al lado de escritores jóvenes con ideas extraordinarias, una forma de narrar diferente y un enfoque sumamente original. ¿Que qué es lo que caracteriza precisamente a esta nueva generación de narradores? La voluntad rupturista inherente a toda juventud, desde luego, pero también la facilidad para superar las barreras de los géneros. El boom de la autoficción pasa, pero permanece. Pero regresa de nuevo el gusto por las grandes historias, por esos novelones que te sacan de tu mundo y te llevan lejos, muy lejos de una realidad que no es precisamente la más edificante del mundo. Y, sobre todo, el rechazo de los encasillamientos. ¿Dónde encasillar libros como 'La señora Potter no es exactamente Santa Claus', de Laura Fernández, o la 'Historia de los vertebrados', de Mar García Puig, o 'Los años extraordinarios', de Rodrigo Cortés?
Optimista
Motivos, en todo caso, no faltan para ser optimista con respecto al mundo del libro, ese eterno enfermo que en los últimos años ha tenido que superar los maleficios de los agoreros y convivir con novedades tecnológicas que parecía que iban a terminar con él… Pero no ha sido así.
El e-book y los audiolibros han hecho su camino y han ocupado el lugar que les corresponde en la industria editorial. Pero los números del papel aumentan un poco más cada año. ¿Que si ha tenido algo que ver en todo esto la experiencia de la pandemia? Pues algo, desde luego. Antes de la Covid, dice, el frenesí de las mesas de novedades de las librerías impedía muchas veces darle a un libro la mínima oportunidad ante los lectores. Durante la pandemia, que se publicaron muchos menos títulos, los editores y los libreros tiraron del fondo editorial, con un éxito sorprendente.
Y ahora, pasados los confinamientos y las restricciones, tan cercanos que ahora nos parece que sucedieron hace un millón de años, el lector busca sus preferencias lo mismo en el fondo que en las novedades. Sin agobios. Un criterio nuevo que beneficia a todos. ¿Durará la cosa mientras esperamos la gloriosa venida de la Inteligencia Artificial al mundo de la edición? No tiene por qué no, dice la editora. Como en Heráclito, el agua cambia a velocidad de vértigo. Pero el río permanece.
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