Crítica de Libros
'El amor en Francia', de J.M.G. Le Clézio: crónica de los invisibles y olvidados
Narrativa
Ocho duros y bellos relatos del Premio Nobel protagonizados en su mayoría por niños que huyen del maltrato, la violencia, la miseria, la guerra... Crítica de Mercedes Monmany
Otras críticas de la autora
Le Clézio fotografiado en Cosmopoética 2023, donde fue el gran protagonista
«Ya no se acordaba de los lugares en donde habían estado. Habían ido andando de ciudad en ciudad, a la intemperie en las plazas o resguardados en puertas, en ruinas», se lee en uno de los ocho bellísimos y duros relatos de la errancia, ... el olvido y el desarraigo más absoluto que componen el último libro, 'El amor en Francia', del Premio Nobel francés J.M.G. Le Clézio (Niza, 1940).
Nacido en el seno de una familia bretona emigrada a la isla Mauricio en el siglo XVII, autor de una espléndida y extensa bibliografía, compuesta por más de treinta novelas y libros de relatos, tanto la vida como la obra de Le Clézio, siempre en perfecta armonía, evocan sin cesar una existencia nómada, de devoción a la tierra y escepticismo respecto al hombre en sociedad.
RELATOS
'El amor en Francia'
- Autor J.M.G. Le Clézio
- Editorial Lumen
- Año 2023
- Páginas 201
- Precio 18,90 euros
Una existencia que lo ha llevado a viajar, residir y conocer muy en profundidad países y regiones de diversos continentes (África del Norte, Asia y América Latina) hasta instalarse en 1970 en México, y más tarde, en 1992, en Albuquerque, en Nuevo México.
Joven prodigio de las letras que debutó a los veintitrés años con una primera novela de vanguardia, cercana al 'Nouveau Roman', 'Le Procès-verbal' ('El atestado'), que se alzaría con el Premio Renaudot, Le Clézio, al ser hijo de un médico militar (centro de su célebre novela 'El Africano') bajo el mandato británico en un territorio que se extendía desde el este de Nigeria al oeste de Camerún, conocería muy pronto un universo oculto, castigado por los diversos colonialismos, explotado e ignorado, y calificado a menudo de 'salvaje' por los occidentales.
Su filosofía es la emancipación, la libertad irrenunciable, la resistencia y la indignación frente a un progreso materialista y exterminador
Un universo que aparecía una y otra vez por sus novelas y relatos más conocidos, desde 'Onitsha', 'El desierto', 'Alma', 'El diluvio', 'El buscador de oro' o 'Viaje a Rodrigues', por citar solo algunos. Personaje mítico en su literatura, su padre, médico colonial en África, se uniría a otros personajes familiares, en maravillosas obras autobiográficas como 'La cuarentena', basada en la figura de su abuelo materno, o bien esa joya excepcional dedicada a su madre que sería 'La música del hambre'.
El nexo que une los magníficos, sin excepción, relatos de 'Un amor en Francia' es la existencia de todo un planeta de 'invisibles' (palabra que se repite a menudo en estas historias), de refugiados, desarraigados e indeseables errantes, expulsados de una existencia común, visible y de identidad reconocible, en nuestras existencias del llamado 'Primer Mundo'. La mayoría de estos protagonistas son chicos y chicas, a veces muy jóvenes, apenas unos niños, que se fugan de casas donde se les maltrata, de cárceles en la selva donde han sido secuestrados de sus aldeas tanto para violarlos impunemente como para obligarlos a luchar junto a los grupos de guerrilleros.
Otras veces huyen de guerras en curso como la del Líbano, mendigan, inventan pasados propios que no existen, familias que a lo mejor ni llegaron a tener y de las que sólo ha quedado el recuerdo de una nana lejana cantada en una lengua desconocida, o bien roban zapatillas de deporte, de las que llevan los niños 'normales' y aseados, tras escurrirse como 'ratas' por las alcantarillas que separan la frontera de México y los Estados Unidos. Muy frecuentemente carecen de nombre y se les llama así, Sin Nombre, como sucede con una de estas sombras errantes, o bien se inventa un apelativo cualquiera para designarlos, como se haría con un animal doméstico.
Son esos indeseables y 'olvidados' como rezaba el título de Buñuel, que ya sea en su novela 'El desierto', o en la misma actual, remiten a lo principal de la filosofía de este autor. Una filosofía de la emancipación y de la libertad irrenunciable, de la resistencia y la indignación frente a un progreso materialista y exterminador, así como ante incesantes atentados de carácter ecológico, que Le Clézio no ha dejado nunca de describir brillantemente, con una esplendorosa lengua francesa, trufada a cada paso por los ecos de lenguas indígenas que se les niega a todos estos 'marginados' en nombre de una llamada civilización e integración.
Mirada primigenia
Los de este libro, de nuevo, como en otras ocasiones, son relatos de la iniciación y de la 'mirada' primitiva y primigenia del ser humano, en contra de la edad de la sumisión y de la ceguera voluntaria. Son historias de nómadas perdidos en las calles de las grandes urbes o en la selva, de desarraigados sin derecho a un nombre, de exiliados y humillados, en las que este autor siempre ha concentrado lo mejor de su feroz y deslumbrante poesía de devoción a la tierra y los orígenes, de capacidad orgullosa de insumisión y revuelta, de decepción profunda de la civilización.
Fugitivos que deambulan, se esconden, se encuentran en cualquier recodo imprevisto, viajan y se protegen durante un tiempo, apoyados los unos a los otros, siendo apenas percibidos por el que observa, que los confunde tan sólo con 'fugitivos de fin de semana': «Al principio pensé que eran fugitivos de fin de semana —dirá uno de los narradores— chavales de barriada que se escapan de casa el viernes y se quedan rodando por el centro hasta el lunes por la mañana. Nadie sabe de dónde vienen. Hacen varios transbordos de tren, cogen el autobús, el metro, hacen autoestop, duermen en los parques públicos o en el patio de los edificios. Pero nunca se quedan debajo de los puentes, porque allí violan y matan a los niños».