Cranae, la isla donde empezó la guerra de Troya
Tras huir de Esparta, Helena y Paris pasaron su primera noche juntos en este lugar de aguas cristalinas
Donde Penélope Cruz se quedó a las puertas de Ítaca (con Nicolas Cage)
Gythio (Grecia)
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Iniciar sesiónAlfonso López Gradolí, que era un poeta lamido por el Mediterráneo, esto es, por el sol, la sal, el verano y la nostalgia, nos dejó este verso perfecto, y por tanto cierto: «Es más bello besar en una isla». No es casualidad que ... Paris y Helena escogieran (es un decir) una isla desierta para pasar su primera noche juntos: el amor se debe a la literatura, y más al principio. Nada más conocerse él escribió un te quiero con vino sobre la mesa y ella suspiró mucho, con su esposo aún al lado, pensando en otra cosa, seguramente en Creta, donde tenía asuntos pendientes. Al poco de aquel encuentro los amantes se fugaron (Robert Graves niega el rapto) y desembarcaron en la primera orilla que divisaron, empujados por los vientos favorables de Afrodita, encantada con el asunto. Allí, en Cranae, entre dos cuerpos desnudos, sedientos de piel, empezó una guerra que reunió a ciento veinte mil griegos dispuestos a arrasar una ciudad, Troya, que no sabían ni situar en el mapa, pero que ya odiaban. El asedio, violentísimo, duró diez años. Ulises tardó veinte en regresar a casa. Y todo por un cuerpo. O dos.
Esa isla mítica es hoy una península modesta unida a Gythio, un pueblo del sur del Peloponeso donde el pulpo se seca al sol y las mesas se pegan al mar igual que las lapas. Al principio del istmo hay un restaurante que mira a Cranae como se mira a un templo, y al otro lado lo primero que te encuentras es una iglesia blanca (y cerrada) con una bandera griega. Lo segundo, qué sorpresa, es una taberna (también está cerrada). Un octogenario rema en su pequeño bote por las aguas cristalinas de la costa, marcando el compás de un tiempo lento pero no detenido. 'Be water, my friend'. Tierra adentro se oxida un barco abandonado, ahora rodeado de gatos, los auténticos dueños de este país, parsimoniosos, solemnes, altivos. No existe ni un solo cartel en Cranae que hable de Helena y Paris: aún se puede caminar solo por aquí, entre los pinos.
Mi reino por un chiringuito
Rodrigo Blanco CalderónEl prestigio de la palabra chiringuito es tal que incluso restaurantes elegantes, con sus terrazas de madera sobre la arena y paredes de vidrio se han querido apropiar del término
Es fácil empezar a fantasear con los lugares donde yacieron (vivan los verbos antiguos) los dos amantes. De pronto ves un hueco entre dos rocas y con esa seguridad que da la intuición piensas: aquí, si hasta tiene la forma de dos cuerpos unidos. Y como ni Pausanias ni Homero ni Apolodoro dieron detalles de Cranae, quién te lo va a negar. Además de la iglesia blanca hay un castillo que ejerce de museo etnográfico (hoy está cerrado, por lo que sea), un faro propiedad de la Armada griega (está vallado) y una casa en ruinas. También hay una boca de incendios abandonada, como recordando un fuego antiguo. ¿Vendrá alguien a emular a los amantes? No hay a quien preguntarle.
Se cuenta que enfrente de la isla Paris levantó un altar en honor a Afrodita, para celebrar aquella noche. De eso ya no queda nada: al otro lado solo se ven apartamentos de verano, restaurantes y fachadas carcomidas por la salitre. También el amor es literatura al final.
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