'Sa Coloni', el sur donde vive la esencia de Mallorca

Un viaje a una zona en calma de la isla entre sabrosos pescados, pueblos de pescadores y atardeceres inolvidables

El faro de Colonia de Sant Jordi ABC

Mayte Amorós

Colònia de Sant Jordi

Vale que nuestros antepasados iban a Mallorca de viaje de novios y que perpetuamos los vuelos a Palma para celebrar el fin de los estudios, pero la isla de la calma tiene sitios recónditos y los lugareños bien lo saben. Por eso, cuando el ... sol ya se hace fuerte, hacen las maletas y, para sorpresa de los forasteros, muchos se quedan en la 'roqueta'. ¿Adónde van? Al sureste. Es un secreto a voces: ir 'Sa Coloni' -como llaman cariñosamente los mallorquines a la Colonia de Sant Jordi- es lo más en verano.

La Colonia de Sant Jordi es un antiguo pueblo de pescadores donde parece que el tiempo se ha detenido. Sus gentes de toda la vida se saludan al cruzarse por la playa, los niños improvisan un mercadillo de juguetes en pleno paseo y por las noches es tradición peregrinar hasta 'La Colonial' para comprarse probablemente el helado artesano más auténtico de la isla.

Desde el puerto, la Empresa Náutica Balear hace excursiones en barca para visitar las calas más recónditas de la zona. «Para no marearse, aceitunas», recomienda su patrón. Saliendo del amarre en barca está Es Carbó, una playa virgen de arenas blancas ideal para disfrutar de actividades acuáticas. Al lado, el vigilante del Faro de Ses Salines recuerda que estamos en el punto más meridional de la isla. Dicen las malas lenguas que el Marqués de Palma perdió todo este litoral de su propiedad en una partida de cartas.

Infinita e impresionante, la famosa playa de Es Trenc sigue siendo una de las favoritas, pese al riesgo de masificación. Sus aguas cristalinas y su lengua de arena fina de 2,5 kilómetros, además de su enclave privilegiado entre dunas y bosques de pinos la convierten en una foto de postal. Los búnkeres incrustados en plena playa son toda una sorpresa. Siguiendo el litoral escarpado se llega a Cala Marmols, un enclave virgen de aguas azul turquesa que se recoge sobre dos acantilados creando el efecto de una piscina natural desértica. Pocos se atreven a acceder a pie, por lo que la privacidad está casi asegurada. Por las noches, el plancton luminiscente la convierte en una increíble guirnalda de luces.

Una buena opción para moverse por la zona es la bicicleta. El elegante y tranquilo Honucai -en primera línea de playa- tiene de todo para recibir a ciclistas y ofrece desde aparcamiento y lavado hasta taller de reparación y alquiler. Incluso ha diseñado varias rutas (de ermitas, del mar, del faro y del castillo) para descubrir la Mallorca más auténtica sobre ruedas.

Otra visita imprescindible del sur de la Isla son las Salinas de Es Trenc. Sus colosales dunas de sal dejan una estampa mítica de tiempos pasados. De junio a septiembre los artesanos extraen los 'cristales' de sal marina a mano con mucha habilidad mediante un sistema que data del neolítico. Entre frondosas higueras cuesta abajo, se llega al muelle de Cala Figuera, pintoresco pueblo de pescadores que ha conseguido escapar de la explotación excesiva del turismo. En 1950 se construyó una pequeña lonja y un muelle donde los pescadores todavía hoy se tienden al sol para reparar sus redes o cargan cajas de pescado recién capturado. Su idílico embarcadero discurre entre llaüts -las tradicionales embarcaciones de vela-, casetas de pescadores con las características persianas mallorquinas verdes y cobertizos frente al puerto.

Entre arroces y pescados con el mar como bandera

De la mar a la brasa y de la brasa al cielo. En pleno paseo marítimo de la Colonia de Sant Jordi, el restaurante Salicornia, en el hotel Honucai y de la mano de su chef Pablo Tomás, abandera una cocina basada en el producto recién llegado del mar, con pescados a la brasa, arroces o calderetas. En junio no hay que perderse el ronqueo de atún.

Hacia el interior, la Bodega Barahona de Ses Salines brilla con su arroz a lo notario y su calamar de potera, tan 'sucio' como sabroso. Y en Campos, Can Calent le da una vuelta a la comida mallorquina tradicional con sabrosos platos de carne, pescado o arroz.

Y para acabar la jornada, nada mejor que regresar al hotel Honucai para sentarse en su privilegiada terraza The Top, ideal para tomar unas típicas hierbas mallorquinas frente al mar cuando atardece, con música en directo si es fin de semana.

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