Las elogiosas críticas al actor que sedujo en la piel de Truman Capote

Hoffman ganó un Oscar por su «milimétrica puesta en escena de un personaje estrafalario, genial, egoísta, suave y duro como el perdernal»

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Philip Seymour Hoffman fue galardonado con el Oscar al mejor intérprete masculino por «Capote» (2005) y ha sido tres veces candidato como secundario por «La guerra de Charlie Wilson» (2007); «La duda» (2008) y «The master» (2012). Este camaleónico actor recibió numerosos plácemes de ... la crítica. Recordamos dos de las más elogiadas con textos de nuestro crítico de cine Oti Rodríguez Marchante.

«Capote»

Esto escribía Rodríguez Marchante en la Berlinale de febrero de 2006 sobre su trabajo en «Capote»: «Todo esto son minucias si se lo compara con «Capote», título con el que se estrena en el largometraje de ficción el director Bennett Miller y con el que ganará un Oscar de intepretación Philip Seymour Hoffmann por su milimétrica puesta en escena de un personaje estrafalario, genial, hipersensible, egoísta, brillantísimo, suave, interesado, cínico y duro como el pedernal, capaz de escribir una de las novelas del siglo XX metiéndose en la celda y el corazón de un despiadado asesino al que moldea como barro recién hecho.

Es fascinante ver el trabajo de este actor, el nuevo Hoffman , y lo bien que establece la relación de Truman Capote con el (su) mundo, y lo escueto e ilustrativo de su relación con la discreta y grande escritora Harper Lee (Catherine Keener), y el modo como concentra en su voz, en el ritmo y la sedosidad de sus frases y en su aparente mansedumbre la personalidad gigantesca y desvalida del autor de «Desayuno en Tiffany´s»... Y lo primero que se nos ocurre sobre este detalle es el destrozo que puede causarle el doblaje en España, alterándole las dosis de amaneramiento y fragilidad, de seducción y vanagloria».

«The Master»

En septiembre de 2012, Rodríguez Marchante se refería así a «The Master», con la que Paul Thomas Anderson dejó Venecia «hundida en la perplejidad»:

«Thomas Anderson se coloca en la otra mano a otro personaje, el supuesto calco de L. Ron Hubbard, el fundador de esa religión tan de diseño llamada Cienciología, que está a medio camino de la secta, del centro de autoayuda y de la camelancia, y que interpreta con gran convencimiento Philip Seymour Hoffman.

Anderson te muestra una mano para hablarte de la otra: Joaquin Phoenix, un mundo (o una América, como les gusta pensar a ellos) moral y físicamente deshecho por la guerra, y Seymour Hoffman, un antídoto, un camino, un discurso, una promesa... El lienzo es de una sutileza mayúscula, y tanto el origen galáctico o irrisorio de la Cienciología como su capacidad recaudatoria o la banalidad de sus doctrinas y la polémica de sus métodos están siempre explicados, o sugeridos, por la otra mano de Anderson mientras miramos la hipnótica interpretación de Phoenix, al que en ocasiones se diría que le acaba de dar un ictus.

El lance en el plano entre Phoenix y Hoffman, las dos maneras de ser de la furia y la locura, es casi constante y narcótico, y funciona de un modo alegórico como un encuentro entre el paciente y el médico, o si se prefiere, entre el mundo y su profeta».

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