Broadway seduce a Santander

La recta final del festival tuvo dos conciertos peculiares, de esos que traen un público muy distinto al habitual... sin espantar a los fieles

COSME MARINA

La arrolladora fuerza de la música norteamericana se impuso con toda su intensidad a través de dos jornadas en las que el director, pianista y compositor Peter Nero se convirtió en un divertido maestro de ceremonias que acabó por poner al público en pie, entusiasmado ... ante la capacidad comunicativa de Nero, al frente de la orquesta y al teclado. Una formación, la Philadelphia Pops Symphony Orchestra, que el propio Nero fundó en 1979 y que cuenta entre sus miembros con algunos de los más ilustres atriles de la célebre Sinfónica de Philadelphia.

La primera sesión se centró en la magia de los grandes músicales a través de obras como «Candide», «Gypsy», «My fair lady» o «El fantasma de la ópera» que permitieron un recorrido por la singular creatividad norteamericana, cruce de caminos, tendencias y estilos que confluyeron en un género característico, el músical, con sus propios códigos de producción. Dos especialistas en el mismo, la soprano Lisa Vroman y el barítono Gary Mauer fueron capaces de emocionar en un discurso estilístico que destilaba espontaneidad y buenas dosis de oficio en los grandes escenarios del músical.

Sentido del espectáculo

Ese acusado sentido del espectáculo se dejó ver con intensidad en la segunda velada con Nero de protagonista absoluto y con la música de Bernstein y Gershwin como pilares de la jornada. Nero abordó obras como «Un americano en París» de Gershwin o «On the town» y «West Side Story» de Berstein con frescura interpretativa y la sabiduría que aportan décadas trabajando en un repertorio para el que ha realizado numerosos arreglos y por el que siente y transmite devoción.Contó el maestro con la complicidad y entrega absoluta de una formación con músicos de enorme calidad, destacando el contrabajista Michael Barnett o el batería Geroge Mazzeo.

Ambos fueron claves en los pasajes mayor virtuosismo junto a Nero al piano que realizó un auténtico alarde que concitó gran aceptación. Además, supo ganarse al público con sus continuas intervenciones llenas de humor entre las diferentes obras —ayudado por un sobrino suyo que ejercía de improvisado traductor—. Todo un concepto del espectáculo, muy a la americana, en la que la cercanía no está de ningún modo reñida con la calidad de unos músicos de muy buen nivel.

Dos sesiones que confirman la necesidad de ampliar horizontes a la hora de planificar los ciclos de conciertos, especialmente los festivales que han de buscar diferentes vías para mostrar la riqueza de los diferentes repertorios.

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