Becarios para llenar la España vacía: «Quien venga buscando cines o teatros no los va a encontrar, pero el campo es precioso»
Más de 700 universitarios realizan prácticas de verano en municipios de menos de 5.000 habitantes gracias al programa Campus Rural, que busca combatir la despoblación
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Iniciar sesiónEn El Recuenco (Guadalajara) apenas hay censados 60 habitantes. No hay frutería, ni carnicería, ni pescadería... aún funciona la venta ambulante. El único comercio que sobrevive es un bar. Y aun así, esta pequeña localidad ha conseguido atraer a un grupo de siete universitarios que, ... a lo largo de todo este verano, se han mudado allí para realizar sus prácticas formativas al amparo del programa Campus Rural, una iniciativa del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, en colaboración con el Ministerio de Universidades y la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), que busca crear oportunidades de empleo en esas zonas más despobladas. No son los únicos: más de 700 estudiantes de más de 150 titulaciones distintas y 42 universidades públicas están de becarios (y viviendo) en 402 municipios de toda la geografía española, trabajando en ayuntamientos o pequeñas empresas locales a cambio de una ayuda de mil euros mensuales.
Pablo Hita tiene 21 años, estudia Geografía en la Universidad Autónoma de Madrid y es de Villares de Jadraque (Guadalajara), que también se está vaciando. Por eso, no dudó en coger estas prácticas tan distintas a cualquier otra que, sin embargo, están en línea con sus preocupaciones: la despoblación y la dinamización de zonas rurales. De hecho, el 21,6 por ciento de los municipios donde se desarrollan estas prácticas están en riesgo severo de despoblación y un 10 por ciento en riesgo.
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En El Recuenco, su trabajo es diseñar un proyecto para recuperar caminos históricos para el disfrute de vecinos y turistas. «Lo mejor es que somos un grupo multidisciplinar, podemos ver las necesidades del municipio desde puntos de vista muy variados. Y además hemos hecho pandilla», asegura Hita. «Quien venga buscando cines o teatros no los va a encontrar, pero el campo es precioso, tenemos zonas de baño y mucho por conocer». Durante el invierno, reconoce, un grupo de veinteañeros sería una 'rara avis'. Pero en verano vuelven decenas de familias que emigraron a la ciudad y El Recuenco llega a superar los mil habitantes: «Hay mucho arraigo y los hijos y nietos siguen queriendo venir al pueblo».
Esa 'saturación' de El Recuenco en verano les ha complicado la tarea de buscar alquiler en la zona, condición básica para poder recibir la beca. También en la España vacía la falta de vivienda es un problema, aunque los precios, eso sí, no se pueden comparar con los de las grandes ciudades. Cuatro estudiantes viven en una casa compartida, pero Valeria Niessner, una de las mayores del grupo, tuvo que mudarse a un municipio vecino. Esta argentina de 42 años estudia Pedagogía en la UNED. Trabajaba en una escuela con niños de altas capacidades, pero se pidió un permiso para poder hacer estas particulares prácticas de su segunda carrera. Su misión es dar forma a un programa de ocio y cultura para que los vecinos se mantengan activos. Aunque durante el verano, admite, nadie puede aburrirse en la zona, pues «cada semana hay fiesta en un pueblo distinto», admite entre risas.
Normalmente trabajan de 9.00 a 14.00 horas, aunque por la tarde siguen haciendo excursiones por la zona que les ayudan a desarrollar el resto de proyectos que diseñan para El Recuenco y la Comarca del Alto Tajo. Mario Sáiz, guadalajareño recién graduado en Ciencias Políticas y Filosofía, detalla que también están realizando un estudio de viabilidad para la creación de un punto limpio y un centro de ocio y formación.
«Queremos que los vecinos sepan lo que estamos haciendo y se involucren», admite este joven, que lamenta lo «maltratados» que han sido muchos pueblos por la falta de servicios. «Al final todo se concentra en las ciudades y muchos de estos lugares han ido a menos porque no han podido encajar en el modelo de producción actual».
María Costales, sevillana de 23 años, que estudia la misma carrera que Mario, admite que, aunque está encantada con el recibimiento que han tenido en el pueblo -«los vecinos son muy acogedores, nos traen muchas veces productos de su huerto»-, echa de menos la libertad de movimientos que hay en la ciudad. Allí, necesitan el coche para casi todo. A ella, que ya tenía experiencia en el ámbito internacional, le parecía que un programa tan local podía ayudarla a completar su formación. «El mundo está muy interconectado a gran escala, pero es importante además pensar en la cercanía y el reto demográfico. Me podría ver trabajando por hacer este sitio tan pequeño más habitable, que es nuestro objetivo», asume orgullosa.
Aunque los planes a corto plazo de estos estudiantes no pasan por quedarse a vivir en El Recuenco, ninguno descarta mudarse en un futuro a un pueblo. De hecho, una de las participantes de Campus Rural de la última edición se ha quedado en la zona. «No se puede amar lo que no se conoce. Además, gracias a estas prácticas los estudiantes ven que en los pueblos también trabajamos en proyectos innovadores, y eso hace que puedan verlo como una posibilidad laboral real», plantea Enrique Collada, alcalde de El Recuenco, que tiene apenas 27 años. «Es la tercera edición que participamos en Campus Rural y mejoramos año a año. Los ayuntamientos pequeños adolecemos de falta de personal. Nosotros contamos con una hora de limpieza, un auxiliar administrativo y la secretaria. Se habla mucho de ayudas, fondos europeos... Pero hay que hacer planes para solicitarlos, no podemos competir», lamenta.
El caso de El Recuenco no es ni mucho menos único. Miriam Hernández, otra de las becadas de Campus Rural y recién graduada en Educación Social, está haciendo sus prácticas en una cooperativa asturiana, Nanoma, que se dedica precisamente a ayudar a entidades locales, oenegés y fundaciones a crear nuevas oportunidades en zonas despobladas. En España hay 6.815 municipios con menos de 5.000 habitantes, que concentran a 5,7 millones de personas (12 por ciento del total). En la última década, han perdido población 5.620, ocho de cada diez, según los datos del Ministerio de para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
«Yo vengo de Alicante, donde manda la masificación turística, y aquí el problema es lo contrario, la falta de población. Me gustó también la zona, porque soy muy amante de la naturaleza, y la oportunidad de abrir el abanico de salidas profesionales a las que puedo optar como educadora», afirma Hernández, que se ha asentado en Grullos, donde no llegan a los 200 habitantes, aunque la oficina está en Grado, capital del concejo homónimo.
En algunos casos, como le ha ocurrido a Josué David Castro, Campus Rural le ha abierto las puertas del mundo laboral. Cuando acabó sus prácticas de Administración y Dirección de Empresas en el ultramarinos La Muralla de Aledo, «como un Corte Inglés pero sin ropa», sus jefes le ofrecieron un contrato de un año. Ahora volverá a Murcia a hacer un máster para probar suerte en el mundo de la auditoría, pero está muy agradecido por haber podido empezar en un entorno pequeño como Aledo, «donde todo el mundo se conoce y se respetan las tradiciones» y donde tras años de decrecimiento, están volviendo a ganar empadronados. No todo son malas noticias en la España vacía.
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SuscribeteLicenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid y Máster en Investigación de Medios. Redactora de la sección de Madrid
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