Muere el artista Carl Andre, quien fue acusado (y absuelto) de asesinar a su esposa, Ana Mendieta
La también artista, a la que el MUSAC de León le dedica estos días una exposición, saltó (o la arrojaron) desde el piso 33 de su apartamento en Nueva York. El alcohol añadía toxicidad a la relación de este matrimonio
'En búsqueda del origen', de Ana Mendieta en el MUSAC: Enterrar y desenterrar las raíces
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Iniciar sesiónWikipedia deja la cosa muy clara: «Carl Andre (Quincy, Massachusetts, 16 de septiembre de 1935-Nueva York, 24 de enero de 2024) fue un escultor, poeta y asesino estadounidense, figura prominente dentro del movimiento conocido como minimalismo». La «fuente documental» en la ... que se basa la socorrida enciclopedia 'online' es una breve biografía alojada en la web de la Tate Gallery en la que la contundente acusación del «presunto» asesino brilla por su ausencia. Ciertamente, la vida de este artista obsesionado por la horizontalidad quedó marcada para siempre por la caída vertical de su mujer, Ana Mendieta. El mortal suceso se produjo el 8 de septiembre de 1985. Según lo que se acreditó en el juicio, Carl Andre llamó por teléfono a urgencias y declaró: «Mi esposa es artista y yo soy artista. Tuvimos una pelea sobre el hecho de que yo estaba más expuesto al público que ella. Y ella fue al dormitorio, yo fui tras ella y ella saltó por ventana».
En la casa de este matrimonio que se había celebrado muy pocos meses antes encontraron rastros inequívocos de que se había producido una pelea, teniendo él en sus brazos y nariz arañazos. El portero de la torre de apartamentos en la que vivían testificó que había escuchado cómo Mendieta gritaba «¡No, no, no!» antes de precipitarse al vacío desde la planta 33. No eran infrecuentes las discusiones en esta pareja y algunos testigos añadieron que el alcohol añadía toxicidad a la relación.
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El juicio duró tres largos años y, aunque Carl Andre fue declarado inocente, lo cierto es que, para el resto de sus días, quedó etiquetado como «culpable» y las noticias de su muerte están todas marcadas por la fatídica muerte de Ana Mendieta, una intensa creadora que puso, literalmente, al desnudo la violencia que se ejerce sobre las mujeres en una intervención como 'Rape Scene' (1973) y también planteó en muchas de sus intervenciones alegorías rituales que remitían a la anómala fertilidad que puede surgir desde la tumba.
La estética de Carl Andre tenía mucho de 'obviedad' deliberada, compartiendo con su amigo Frank Stella, quien por cierto pagó la fianza para liberarle del encarcelamiento preventivo, el mantra de que «lo que ves es lo que ves». Tras trabajar durante algunos años como guardagujas y conductor de tren, comenzó a adquirir cierto reconocimiento crítico con sus rotundas esculturas a partir de la década de los sesenta. Sus piezas realizadas con maderas o ladrillos, consideradas por Mel Bochner como ejemplos de un «arte mudo», terminaron por formar parte del canon minimalista. Presente en eventos cruciales del mundo del arte como la Documenta IV, inició un camino asfaltado en el que dejó una huella fácilmente reconocible. Sus instalaciones con placas de metal forman parte de las colecciones de los mejores museos de arte contemporáneo.
Este artista que también era un «poeta concreto» explicó, en alguna ocasión, que la clave para entender su obra estaba en la canción 'Estas botas son para caminar'. Es difícil entender qué podía vincular al pegadizo y divertido ritmo del tema interpretado por Nancy Sinatra y esos fríos suelos de metal que, además, aludían a las cámaras de gas de los campos de concentración. Acaso, Carl Andre fue más que un minimalista, un artista con un fondo paradójico, dramático más que literal, creador de una atmósfera siniestra. Lo que no podrá borrarse es la sombra de la culpa, la amarga sospecha de que la gravedad de su obra también afectó a la caída de Ana Mendieta.
Cuando se inauguró, en el verano de 2016, la ampliación de la Tate, las feministas demostraron que no habían olvidado lo sucedido, portando pancartas en las que se podía leer: «¿Dónde coño está Ana Mendieta?». También pedían que se dejara de pintar de rosa (glomourizing) a los «hombres violentos». Una sociedad reduccionista más que minimalista vive de «atroces certezas», alimenta sus fobias en culpas imperdonables, revela que nada importa «lo que ves». Las botas que pusieron en marcha a Andre ya sirven únicamente para pisotear al artista que vio pasar tantos trenes. La suya terminó por ser, en todos los sentidos, una vía muerta.
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