La tumba de Picasso, lugar de peregrinaje

La tumba de Picasso, lugar de peregrinaje

Coincidiendo con el L aniversario de la instalación de Picasso en el castillo de Vauvenargues, podrá visitarse temporalmente su tumba, mientras dure una exposición excepcional, «Picasso-Cézanne», en el museo Granet de Aix-en-Provence. Se inaugura el día 25 y plantea en sus orígenes ... últimos la importancia que tienen en la vida y obra de dos genios una montaña y una geografía sagradas.

De las relaciones entre Picasso y Cézanne, el primero dijo todo lo esencial en sus conversaciones con Brassaï: «¡Cézanne...! ¡Fue mi único maestro! Sus cuadros me han acompañado toda la vida. Los he estudiado durante años y años». La todavía reciente exposición consagrada a las relaciones de Picasso con muchos de los grandes maestros del arte de nuestra civilización ya recordó que, en verdad, Picasso tuvo muchos «maestros»: Rembrandt, Velázquez, Goya, etc. Pero es cierto que Cézanne tuvo para él una importancia muy particular, bien conocida y estudiada por los especialistas.

La Sainte-Victoire

Conociéndose todos los detalles esenciales, sin embargo, quedaba por historiar, en cierta medida, un aspecto íntimo de esa relación, tan esencial en la historia del arte: el puesto que la montaña de la Sainte-Victoire tiene en la vida y la obra de los dos grandes maestros. Todos los biógrafos han subrayado, en alguna ocasión, las discusiones de arte de Picasso con amigos y marchantes.

Con uno de ellos, entre los más grandes, Daniel-Henry Kahnweiler, historiador, crítico, coleccionista y marchante de genio. Kahnweiler y Picasso hablaron en muchas ocasiones de Cézanne. Y en esas conversaciones volvía, con frecuencia, la legendaria serie de obras consagradas por Cézanne a la mítica montaña de la Sainte-Victoire (Mont Venturi, en occitano / provenzal), el macizo calcáreo de la Provenza.

Hasta que un buen día, Picasso cogió el teléfono para anunciarle a Kahnweiler: «Me acabo de comprar la Sainte-Victoire». Profesional impasible, tras unos segundos de duda, Kahnweiler se limitó a preguntar: «¿Cuál de ellas?». Eufórico, Picasso respondió: «¡La auténtica...!». Picasso se acababa de comprar el castillo de Vauvenargues, antigua morada familiar de Luc de Clapiers, marqués de Vauvenargues, escritor y moralista del siglo XVIII, situado en la falda norte de la Sainte-Victoire, dominando la pequeña ciudad del mismo nombre, a unos 15 kilómetros de Aix-en-Provence, la gran ciudad provenzal, patria de Cézanne, que hizo el peregrinaje artístico Aix-Sainte-Victoire en incontables ocasiones.

De entrada, la compra de Vauvenargues fue percibida por familiares y amigos de Picasso como una locura del genio. El castillo es una gigantesca residencia, fría, inhóspita, de difícil acceso, mal comunicada. Picasso rechazó todas las críticas con un gesto olímpico: «Cézanne ha pintado esa montaña. Yo soy ahora su propietario».

Picasso sólo pasó dos años en Vauvenargues, con Jacqueline, la última de sus mujeres, consagrada a un anciano con achaques con una devoción que rayaba la demencia de amor. Picasso decidió trasladar al castillo todas sus colecciones de arte personales, sus escritos, sus papeles, sus incontables obras en marcha, convirtiéndolo en una suerte de Castillo de Barba Azul, donde atesoró sus fabulosas riquezas artísticas. Pero pronto decidió que, a su edad, aquel castillo tenía muchos inconvenientes. Y se marchó a otra encantadora ciudad no muy lejana, ya en la Costa Azul, Notre-Dame-de-Vie, donde murió.

En Notre-Dame-de-Vie, Picasso vivió junto a un antiguo templo griego, consagrado a las divinidades del lugar. A su muerte, Jacqueline tomó ella sola la decisión crucial: trasladar a Vauvenargues sus restos mortales. Y darles sepultura al pie del castillo, en la falda de la Sainte-Victoire cézanniana, que también tiene mucho de monte sagrado, como otras montañas próximas, glosadas por Heidegger en sus conferencias sobre los orígenes del arte.

Picasso y Cézanne

Durante décadas, Catherine Hutin, la hija de Jacqueline, prefirió preservar Vauvenargues del turismo de masas, consagrada a la reconstrucción del castillo, y su lenta transformación en fundación y lugar de peregrinación. Con motivo de la inauguración de la gran exposición «Picasso-Cézanne», en el Museo Granet de Aix-en-Provence, la heredera de Jacqueline y Picasso ha aceptado abrir Vauvenargues, excepcionalmente, durante todo el verano.

Más de un centenar de obras ilustrarán cuatro temas mayores en esa magna exposición de Aix: «Picasso mira Cézanne», «Picasso colecciona Cézanne», «Temas y objetos contemplados por Cézanne y Picasso» y «Picasso se aproxima Cézanne». Vauvenargues y la Sainte-Victoire son la perspectiva mítica, incluso sacra, de esa fabulosa historia esencial del arte moderno.

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