LSD, 'comix' y rock progresivo: cuando Barcelona fue la meca de la contracultura en pleno franquismo
La cultura underground de los 70 revive en una exposición comisariada por Pepe Ribas
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Iniciar sesión'Ajoblanco' y Zeleste. El 'Rrollo enmascarado' y 'Star'. King Crimson en Granollers y los Stones en la Monumental. Los setenta, en fin, como insospechado laboratorio creativo y campo de juego en el que la contracultura ensayaba la revolución mientras el franquismo empezaba ... a desinflarse. «El momento histórico fue determinante. Después de años de represión había unas unas ganas inmensas de hacer cosas; la gente tenía muchas ganas de expresarse», recuerda Pepe Ribas, fundador de la revista 'Ajoblanco' y comisario de una exposición que evoca en el Palau Robert de Barcelona aquellos años de utopía enloquecía e irreverente. Unos años ante los que el presente palidece de pura envidia. «Si lo que nosotros construímos se hubiese aplicado de otra manera, ahora no tendríamos un país deshecho intelectual, moral y económicamente», lamenta Ribas durante la presentación del catálogo de la exposición.
¿En qué momento se torció todo? Hay quien señala al punk, con su alergia a casi todo y sus ganas de ver el mundo en llamas, como gran responsable de que la gran juerga de los setenta acabase de forma prematura. Otros, en cambio, van más allá y fijan el principio del fin en la institucionalización de la cultura. El imperio de la subvención y la politización instrumental de la cultura. Jordi Pujol y el grifo abierto (o cerrado) en aras de la construcción nacional. «Llegaron los partidos políticos, se acabó la libertad y la creatividad y se empezó a subvencionar a otros grupos de gente que salieron después», resume Juan José Fernández, fundador de la revista 'Star'.
Ahí estaba, enseñando la patita, lo que acabaría conociéndose como 'la cultureta'. El underground, la contracultura y todas las constelaciones que, irreverentes y enloquecidas, alimentaron aquella 'primavera de libertad' , dieron paso a la Barcelona del diseño y el imperio del yo. «En 1978 acaba la ilusión por cambiar el mundo y nos damos cuenta de que el mundo acabará con nosotros», asegura Pepe Ribas. Cambia el paisaje y con él también las drogas «No es lo mismo tomarse un ácido que pincharse heroína», añade.
Antes de eso, sin embargo, los astros se habían alineado para que Cataluña se convirtiese, en palabras de Ribas, en 'la meca' de la contracultura. Un espacio de libertad y «creatividad desbordante» que alumbró el nacimiento de las revistas 'Ajoblanco' y 'Star', revolucionó el Institut del Teatre, y dio voz a autores como Mariscal, Montesol, Nazario, Max y Pepichek a través de las transgresoras páginas de 'El Rrollo enmascarado', el primer 'comix' español.
Fueron los años de las Jornadas Catalanas de Mujer y la antipsicología; de las Jornadas Libertarias del Park Güell y el estreno de 'Rebel Delirium', una de las primeras obras de teatro de temática homosexual. Del LSD, la marihuana y los secuestros de publicaciones por parte de la censura. En 1973 entra en escena Gay Mercader y las puertas del rock internacional se abren de par en par: King Crimson en Granollers, Frank Zappa en Badalona, los Stones en la Monumental… Nuevos tiempos para una generación que estrenó la década fantaseando con las comunas y el viaje iniciático a la India y, apunta Ribas, acabó cambiando las telas hippies por los tresillos.
No se esconde, aunque tampoco se especifica demasiado, que para hacer esa revolución hacía falta algo más que ganas. El dinero,claro, también era importante, y venir de una familia de clase más o menos acomodada ayudaba lo suyo a la hora de librarse del engorro de trabajar. O, como mínimo, de deslomarse de sol a sol. «Todos más o menos éramos de clase media, clase media-alta. Mucha gente pudo hacer viajes porque tenía un soporte económico familiar. Yo mismo pude hacer la revista porque mi padre tenía una editorial», reconoce Fernández. El fundador de 'Star' también relativiza el alcance de un fervor contracultural del que, dice, mucha gente ni siquiera tuvo noticia. «Mucha gente no se enteró de nada. Sí, igual fueron a Zeleste un día pero ya está».
Nada de eso, sin embargo, impide a Ribas que reclama un espacio permanente en Barcelona para acoger toda el bagaje contracultural de la ciudad. Un espacio que refleje aquella década que la Barcelona olímpica barrió bajo la alfombra y a la que le ha costado Dios y ayuda regresar a la superficie. «Esta exposición se había intentado hacer muchas veces y hasta ahora siempre había sido no», asegura el fundador de 'Ajoblanco'. «Es muy triste que de una época de pensadores hayamos pasado a una época de opinadores y comentaristas», lamenta
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