Andrew O'Hagan: «A los oligarcas rusos les encanta reunirse con periodistas: están locos»
El escritor británico conoce lo más alto de la sociedad británica... y lo más bajo. En su nuevo libro está desde su desayuno con la Reina hasta su experiencia con Assange
La paradoja de la lectura en España: ¿leemos más pero leemos peor?
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónAndrew O'Hagan (Glasgow, 1968) llega a la cita en traje, puntual y educadísimo, con el acento limado por la cortesía. Es uno de esos hombres a los que cuesta imaginar en vaqueros, o sin camisa, pero él asegura que es un camaleón capaz de ... desayunar en Windsor con la Reina y cenar con un criminal en el peor antro de Londres: es su trabajo. Y no le va mal. Ha estado nominado al Booker tres veces, y hoy es el editor de la 'London Review of Books'. Durante un año vivió pegado a Julian Assange, aunque lo que se iba a ser una autobiografía firmada en la sombra acabó siendo un perfil que no le gustó al hacker (y que está incluido en 'La vida secreta'). Para escribir 'Caledonian Road' (Libros del Asteroide), su nueva novela, ha recorrido todas las esquinas de la capital británica, y ha vuelto para contarlo. Es un proyecto en el que ha invertido una década. La misma que retrata.
—Esta es una novela del siglo XXI con ambición decimonónica: o sea, uno de esos libros que quieren contarlo todo.
—Cuando era un niño me encantaba leer las grandes novelas sociales sobre el Reino Unido. Me encantaba Charles Dickens, George Eliot, las Brontë… Y creía que era el momento de hacer una novela contemporánea que explorara los diferentes estratos sociales y económicos. Esa era la ambición. Han sido diez años de trabajo.
—El libro se ha anunciado como una rareza por su ambición. ¿Siente que ya no se hacen novelas así?
—Bueno, es que llevan mucho tiempo [y ríe]. Las modas literarias van por ciclos. En la década de 1980 hubo un resurgimiento de la gran novela social. Martin Amis publicó 'Dinero' en Inglaterra, y en Estados Unidos apareció Tom Wolfe con 'La hoguera de las vanidades'. Luego pasamos por una fase en la que la gente miró hacia adentro con la autoficción y la escritura autobiográfica. Pero ha llegado un momento en que el mundo es demasiado interesante como para ignorarlo: tenemos la pandemia, el Brexit, la crisis migratoria, la guerra de Ucrania... Todo esto está sucediendo a la vez. Alguien tenía que juntarlo todo en una gran novela. Y es verdad que parecía que esto estaba pasado de moda. Pero está funcionando. Creo que los lectores quieren vivir en un libro como vivimos en la sociedad, donde podemos girar una esquina y ver a una persona en el suelo, un accidente de coche, un desastre económico o un incendio en Los Ángeles. Las novelas, a veces, deberían ser así.
Rodrigo Cortés: «Hay más dolor en el cine que en la literatura»
Bruno PardoRodrigo Cortés y Fernando León de Aranoa charlaron con Jesús García Calero en el Círculo de Bellas Artes sobre su faceta de creadores
—La pandemia ya es Historia.
—Así es. Al principio situé el libro en 2018, luego en 2019, después en 2020. Lo iba rehaciendo una y otra vez. Al final lo ambienté en 2021, porque aún había pandemia pero ya podíamos salir de casa. El libro necesitaba los exteriores: gente en restaurantes, teatros, tribunales. Quería escribir sobre la pandemia porque demostró la enorme desigualdad social que hay en el Reino Unido. Y lo hizo de la manera más brutal: las personas pobres murieron más.
—La desigualdad es el tema central del libro.
—Y es uno de los temas de nuestro tiempo, sin duda.
—Le cito: «Sociedad es una palabra que solo emplean las personas que nunca tratan con nadie que no sea igual a ellos». ¿No estamos más alejados que nunca de los que no piensan como nosotros?
—Sin duda. Como decimos en inglés, ya solo predicamos para los conversos. Le decimos a la gente que ya cree lo que quiere oír. Y eso se ha amplificado con las redes sociales. Por eso en el libro busco lo contrario, y enfrento al protagonista con un chaval de 21 años enfadado con el mundo: quería mostrar el choque entre un liberal de viejo cuño y un joven revolucionario. Yo he dado clase en la universidad y he visto esto. A jóvenes diciéndome: vamos a derrocar al Gobierno, vamos a derrocar a Donald Trump, vamos a acabar con los bancos, vamos a ayudar a la gente con su levantamiento en Egipto. Eso pasa. Estuve un año trabajando con Julian Assange. Y tengo cicatrices.
—¿Cómo fue aquello?
—Fue muy loco. Porque era un idealista que se estaba saliendo del camino, chocándose contra las barreras… Tenía un gran proyecto, tenía un gran instinto, pero personalmente se estaba desmoronando. Y yo estaba allí con él, en la embajada ecuatoriana. Estaba asilado. Pasé una noche intentando persuadirlo de que se fuera porque sentía que tenía que ir y responder a las preguntas que se planteaban. Y salvar su reputación.
—Le vuelvo a citar: «El dinero, un misterio inglés rara vez desentrañado». Sus personajes sufren por dinero, pero nunca hablan sobre eso.
—En la clase alta inglesa la gente nunca habla de dinero, ni siquiera con sus maridos o mujeres: es de mala educación. Es muy posible estar casado con alguien y no saber nada de su cuenta bancaria. Yo no sé nada de la cuenta bancaria de mi mujer, por ejemplo. Y soy un hombre felizmente casado, pero no sé lo que hay en la cuenta de mi mujer. Nunca se lo preguntaría. Y ella nunca me lo preguntaría a mí. Tenemos una cuenta conjunta, pero también una propia. Eso es lo típico. Y creo que es porque nos da vergüenza. En el fondo sentimos que el dinero nunca debe ser importante.
—Pero lo es.
—Por supuesto: lo es todo. ¿Puedes permitirte pagar las facturas? ¿Puedes cuidar de tus hijos? ¿Hay suficiente dinero para las vacaciones? ¿Y para el colegio? Hay un nerviosismo muy británico con esto.
—Escribe sobre todos los estratos sociales de Londres: de la clase más alta a la más baja. ¿Cómo fue su proceso de documentación?
—Una locura. Duró años. Incluso cuando estaba escribiendo el libro seguía saliendo a buscar información: a ver a una banda de jóvenes, o al Old Bailey, que es el tribunal penal de Inglaterra. He estado con la Familia Real británica, con miembros de la aristocracia, con oligarcas rusos, con policías, con abogados, con gente de la moda. He ido a desfiles en Milán, en París, en Nueva York. He estado con actores de 'Juego de Tronos'... Quería reunir el mayor material posible. Necesitaba los detalles.
—En el libro, la clase alta es un pañuelo. Todos se conocen. ¿Siempre es así?
—Pasa en todos los países. En la clase alta empresarial y aristocrática todos se conocen. Comen juntos varias veces al año, van a los mismos actos sociales. Yo creía que sería mucho más difícil entrar en su mundo, pero en realidad fue muy fácil. Quieren conocer periodistas. Son tan vanidosos que piensan: este podría escribir algo bueno sobre mí, algo bonito. Y son tan narcisistas que piensan que pueden persuadirte para que lo hagas. Ese es su error. Porque vas allí, ves lo que hay, escuchas lo que dicen… Fui a inauguraciones de museos, a galas de premios, a carreras de caballos, a partidos de polo. Fui a Windsor al almuerzo de la Reina… Creen que pueden persuadirte de que tienen razón [sonríe]. Y al final me convencían de que eran corruptos. A los oligarcas rusos les encanta reunirse con periodistas, novelistas y cineastas. Se exponen mucho. Aquellos oligarcas rusos estaban locos.
—¿Son un problema los oligarcas rusos en Londres?
—Lo fueron hasta la guerra de Ucrania. Ahora todos han huido: no son bienvenidos. Pero cuando estaba investigando el libro, estaban por todas partes. Lavaban su sucio dinero en Londres, más que en ninguna parte. Más que en Nueva York, más que en Tokio, más que en Madrid, más que en París. Nuestros gobiernos les ayudaban con las 'golden visa'... Y compraban propiedades caras, obras de arte... Puedes vender un Picasso por cien millones: ellos lo usaban para lavar su dinero. Londres se convirtió en una lavandería para el dinero sucio ruso. Yo conocí a esos tipos. Estaban locos. Creían que podían dirigir toda una Inglaterra.
—El protagonista del libro, Campbell, un reputado historiador del arte, decide escribir un libro de autoayuda para salvar sus finanzas. Lo titula 'Por qué los hombres lloran en el coche. La crisis de la identidad masculina en el siglo XXI'...
—Se lo conté a una amiga editora y me dijo que sería un bombazo [y ríe]. La masculinidad tóxica se ha apoderado de parte de nuestra cultura. Campbell es un tipo culto, gracioso, irónico, amable, divertido, inteligente. Pero también es un cabrón. Y yo quería llevar al lector a adentrarse en un hombre así y preguntarse: ¿Cuál es su problema? Y parte del problema es que la cultura que lo rodea fomenta la codicia, por ejemplo. Y luego hay un conflicto generacional. Los de mi generación fuimos adolescentes en los 80: odiábamos a Margaret Thatcher, odiábamos la guerra nuclear, luchamos por las mujeres. Éramos feministas. Éramos pro-gay, pro-trans. Éramos liberales. Pero el liberalismo entró en crisis, porque la siguiente generación, la que vino después de nosotros, nos miró y nos dijo: creéis que estáis en el lado correcto de la historia, pero en realidad sois bastante racistas, no vais lo suficientemente lejos políticamente, sois parte de una mafia occidental, blanca, de mediana edad, de clase media. Pensábamos que éramos tan perfectos, pero no. Sé de lo que estoy hablando. De repente comprendimos que no teníamos todas las respuestas. Mi generación se equivocó en muchas cosas. Tony Blair nos metió en Irak. Y luego elegimos a gente como Donald Trump, Boris Johnson...
—Otro conflicto intergeneracional que se ve en la novela es la vivienda. Hay una generación expulsada y cabreada.
—Cuando yo tenía 27 años me compré un piso de tres habitaciones en el centro de Londres. Era algo que se podía hacer. Yo trabajaba de editor… Ahora eso es imposible. Ningún joven puede comprarse un piso en el centro de Londres. El piso que compré entonces vale ahora probablemente un millón y medio de libras, por lo menos. Y lo compré por 100.000. Se ha producido un cambio en el sector inmobiliario, que en realidad es un cambio en nuestra realidad. Los barrios han cambiado radicalmente. Las comunidades han cambiado. Si cambias el tipo de gente que puede permitirse vivir en una ciudad cambias la ciudad. Solo hay que ver París. No hay gente de verdad viviendo en el centro de París. Tienes que ser rico para vivir en el bulevar Saint-Germain. Esa idea de que es una ciudad de artistas… Los artistas viven en la periferia ahora, cogen el tren. Igual que las enfermeras y los profesores y el resto de la gente normal. Y es lo mismo con Londres. Campbell, el protagonista de la novela, es un liberal que vive en una casa de siete millones de libras. Es cómico, pero también es verdad. Todos los liberales de Londres que creen en la libertad de expresión y que creen en la igualdad y en el Servicio Nacional de Salud, todos ellos viven en casas de siete millones de libras. Son millonarios. Ahí hay una historia, claro.
—Una historia de rabia, ¿no?
—Tengo una hija de 21 años y está furiosa. Me dice: vosotros os comisteis todo el pastel. Comprasteis todas las casas, vais siempre en traje, tenéis una vida. ¿Pero qué hay de nosotros? No podemos tener un apartamento, es complicado tener trabajo. Además, habéis destrozado el planeta. Fuisteis imprudentes… Yo creo que hemos hecho algo más que joder el mundo, hemos hecho cosas bien. Pero ese conflicto está ahí.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
SuscribeteO Grove, 1992. Periodista. Experto en el Todo y la Nada. Licenciado en Humanidades y Comunicación Audiovisual. Le gustan los libros, el cine y otras cosas del comer. En cultura de ABC desde el principio.
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesión
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete