OBITUARIO

Adiós a Bruno Latour, el filósofo francés más importante del siglo XXI y pensador clave del ecologismo

Siempre tuvo claro que la filosofía era algo que debía hacerse en contacto con los demás, ignorando los límites disciplinares para centrarse en los asuntos de interés, en los problemas a resolver

Bruno Latour, en una imagen de archivo de 2021 AFP

Juan Manuel Zaragoza

Bruno Latour (1947 – 2022), el filósofo francés más importante del siglo XXI «y el peor comprendido», señalaba el New York Times, moría en París el pasado 9 de octubre, tras una larga enfermedad. Pensador original e inclasificable, su obra está marcada por dos obsesiones, ... íntimamente relacionadas: la primera, entender cómo éramos capaces de construir la verdad a partir de retazos de observación y cálculos parciales. La segunda, trazar, en lo que él llamó una antropología de los modernos, el camino que nos conducía desde el inicio de la Edad Moderna, y su promesa emancipatoria, hasta este momento de crisis ecosocial que nos atraviesa, convirtiéndose en un referente del ecologismo.

Descendiente de una familia de vinateros de la Borgoña, había algo en él, en la forma de reír, en su ironía, en sus modales un tanto anticuados, que nos recordaba a esa infancia vinculada al suelo, a la uva y al vino. Tal vez por eso, tuvo con el conocimiento una relación gozosa, casi lúdica, que le hizo transitar por diversos espacios en los que nadie esperaría encontrar un filósofo: comisario de exposiciones, autor de obras de teatro y performances, Latour tuvo siempre claro que la filosofía era algo que debía hacerse en contacto con los demás, ignorando los límites disciplinares para centrarse en los asuntos de interés, en los problemas a resolver. En su última entrevista, realizada en junio, podemos verlo cansado, débil, pero tan lúcido y generoso como siempre. Tal vez sea esto lo último que debemos señalar: la generosidad con la que trató a quienes se le acercaban, de lo que da buena cuenta las expresiones de dolor que muchos de sus antiguos estudiantes han manifestado. A muchos de nosotros nos ayudó a recordar que la filosofía podía ser una tarea bella, que pensar era siempre pensar en común, en amistad, y que debía ser algo gozoso, algo feliz. No es poca cosa

Dedicó sus últimos años a pensar cómo podríamos componer un mundo en común que nos permitiese volver a emprender la tarea civilizatoria que, en algún momento de la modernidad, habíamos abandonado. Tal vez por eso, nos cuenta en uno de sus últimos libros, recordaba el 31 de mayo de 2015, en el Théatre des Amandiers, como un momento feliz. Rodeado de un centenar de jóvenes provenientes de más de 30 países que, agotados, intentaban dar cuenta de cuatro días de intenso debate y negociación, en los que «por momentos vi aparecer […] algo como el «nuevo nomos de la Tierra»», no es difícil imaginarlo, también cansado pero sonriente, mirando al futuro, una vez más, con la esperanza de que seremos capaces de crear, entre todos, un mundo habitable.

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