La mona Chita, el fin de una especie
El popular chimpancé murió ayer en Florida debido a una insuficiencia renal. Tenía casi 80 años
POR E. RODRÍGUEZ MARCHANTE
Ahora que Hollywood empieza a ser historia, nos llega la noticia del fallecimiento de una de sus estrellas más veteranas, populares y queridas, y de las que han conseguido cuajar una trayectoria profesional más sólida, incuestionable y hasta ejemplar: la mona Chita. La noticia de ... su muerte, en Florida, a causa de una insuficiencia renal, ha trascendido desde la fundación donde residía desde hace cuarenta años (cuando se retiró con la misma dignidad y misterio que Greta Garbo) y ha dado la vuelta al mundo entre titulares de «ha muerto una estrella» o «el fin de una especie», haciendo referencia a que formaba parte de aquella gran estirpe de egregios nombres del cine hoy desaparecidos.
A su filmografía, que comenzó en las películas de Tarzán junto al gran Johnny Weissmüller («Tarzán y su compañera», «Tarzán y su hijo», «Tarzán en Nueva York»...), la mona Chita le añade una biografía intachable, desprovista de escándalos y muy alejada de esa vida licenciosa que acompañó a muchas de las estrellas de su generación. Siempre supo mantener intacta esa línea quebradiza que separaba lo profesional de lo animal, sin revelarle nunca al gran público algunos detalles de su vida a pesar de que fueron tergiversados por la opinión pública o la fama. El misterio que ha rodeado al personaje llevó, incluso, a equívocos tan chocantes como el no apearse nunca de la palabra «mona», cuando era un chimpancé macho (sin necesidad de acudir a una célebre frase de su ambiente: «Nadie es perfecto»), o la de no revelar ni su verdadero nombre, que no era Chita, sino Jitts.
Retirada a tiempo
Su carrera, como la de Errol Flynn o Verónica Lake, alcanzó la cima en las décadas de los años treinta y cuarenta, aunque la mona Chita encontró el modo de retirarse a tiempo a mediados de los sesenta con la película de Richard Fleischer «Doctor Dolittle»... En varias biografías no autorizadas sobre ella (él) se señala que trabajó con regularidad durante todos esos años en programas de televisión y en anuncios, con lo que deja un currículo merecedor de muchos más premios que los que realmente se le concedieron. En este capítulo, sobresale el que hace unos años le otorgó el Festival de Cine de Peñíscola y que hacía expresa alusión a sus «méritos artísticos». Con lo cual, aunque escasa de galardones, su carrera aún superó en ese sentido a la de su gran compañero de plano, Johnny Weismüller, a pesar de que era a él a quien le escribieron las mejores frases del diálogo.
Testigo, en fin, de una época añorada del cine y colega de profesión de los más grandes, el chimpancé Jitts nunca hizo ostentación de ello ni presumió de escuela o estilo interpretativo ni de haber aprendido gran cosa de los mejores, como Wayne, Cooper o Mitchum, quien, en cambio, sí aludió en alguna ocasión a lo que pudo aprender del hecho de compartir trabajo y época con la mona Chita, puesto que esa circunstancia le ayudó a mantener un cierto equilibrio... «La del actor —decía Mitchum— es una profesión que han ejercido con gran éxito un perro (en alusión a Rintintín) y un mono», en alusión a nuestro tristemente protagonista de la noticia.
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