Suscríbete a
ABC Cultural

La última charla con Arturo

Despachó los achaques que se lo acaban de llevar al Olimpo de los cómicos con un chiste, como si transitar por el quirófano no fuese más que la ITV de un coche baqueteado

Luis Ventoso

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Arturo Fernández , de cuna humilde y trabajo duro, poseía la apostura de un caballero en las tablas y fuera de ellas, una elegancia innata. No solo le caían bien los trajes –ya nonagenario seguía gastando una gran percha– sino que era también apuesto ... de alma, pues como decía el gran dandy inglés Beau Brummell, «la auténtica elegancia es hacer que los demás se sientan bien». Hablé con él solo dos veces, siempre por teléfono y a llamada suya. En un mundo donde la gratitud y la buena educación van pareciendo accesorios olvidados, Arturo nos llamó en ambas ocasiones para agradecer piezas publicadas en ABC sobre él. La última vez fue hace un mes y pico, acaso dos. Su voz sonaba jovial, como siempre. Despachó los achaques que se lo acaban de llevar al Olimpo de los cómicos con un chiste, como si transitar por el quirófano no fuese más que la ITV de un coche baqueteado. Me comentó, y la ilusión asomaba a su voz vibrante, que esperaba volver muy pronto al teatro en tierras valencianas. No veía la hora de seguir con su función, donde componía con verosimilitud a un galán por edad imposible. Cumplió la ilusión de su vida al lograr trabajar con éxito y dignidad ante la mismísima antesala de lo inevitable.

Artículo solo para suscriptores

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comparte esta noticia por correo electrónico
Reporta un error en esta noticia