Teddy Bautista, ¿héroe o villano?

Teddy Bautista (Las Palmas de Gran Canaria, 1943), que tomó su nombre artístico siendo componente del grupo Los Canarios, se incorporó a la SGAE en 1977 como miembro de su Junta Directiva y, en 1982, se convirtió en vicepresidente de la entidad, puesto que ocupó hasta 1995, cuando fue elegido presidente de su Consejo de Dirección. Desde entonces, la influencia y peso de Bautista han ido creciendo, estrechando lazos a veces demasiado cortos con el poder político y económico.

Del músico reconvertido en gestor y en adalid de los derechos de los autores se puede destacar su capacidad de trabajo y su gran ambición, lo que le ha llevado a levantar una institución que para muchos, significa un modelo de gestión desde el punto de vista de las cifras oficiales. Una entidad, centenaria, que en las últimas décadas puso a los creadores en un lugar de privilegio respecto a épocas pasadas. Pero, ¿a qué precio?

Quienes conocen la entidad de cerca y sus entresijos no se muestran tan entusiastas con la labor de su presidente, intocable hasta hace unos años. ¿Por qué? Su figura, fortalecida y respaldada, no permitía disidencias. La sombra de Bautista era alargada. Su gestión no permitía oposición, y sus metodos era incuestionables, aunque muchos, en voz baja y sin la maquinaria legal de la entidad, la criticaran.

Siempre bajo la coartada de estar defendiendo los derechos de los creadores, dentro del marco de la SGAE, entidad privada sin ánimo de lucro, Bautista ha construido un entramado de empresas difíciles de conocer , y con fines para muchos poco claros. Esto es lo que toca ahora investigar.

Pero antes de llegar a este punto, el presidente del Consejo de Dirección de la entidad ha cosechado un buen número de reveses durante la útima década, muchos de ellos pequeños intentos por abrir una brecha en su inexpugnable imagen y en su imperio. Bien a través de episodios relacionados con el cobro de los derechos de autor a través de métodos poco ortodoxos, como la grabación de bodas ; el cobro de conciertos benéficos , o a funciones teatrales realizadas por institutos...

Todo ello ha provocado una animadversión general, que ha crecido alimentada por la incorporación del canon digital y la lucha contra la piratería emprendida por la institución, lo que le generó una guerra abierta con los internautas. Tal vez hayan sido estos, a través de u na denuncia realizada en 2007 , los que hayan puesto en aviso a la Justicia sobre la opacidad de la labor desarrollada por Eduardo Bautista y su equipo más cercano.

La recaudación y el abuso de los métodos utilizados por la SGAE, cuya cabeza visible es Bautista, ha colocado a ésta en la diana de las críticas y a él en el enemigo público número uno, así como en la persona más odiada en internet . Su gestión ha afectando de manera preocupante a la imagen de la entidad por sus actuaciones y no por el eco que los medios de comunicación se han hecho de ellas, como insiste en decir una y otra vez el presidente de la entidad, ahora detenido.

Su manera de enfocar los proyectos, sin dejar sitio a la discusión, sobre todo en temas como ARTERIA, ha provocado a su vez hondas discrepancias en el seno de la institución, como quedó demostrado en enero de 2010 durante una junta directiva, en la que se enfrentaron autores y editores. Polémicas que no le son ajenas pues ya en 2006 vivió otro enfrentamiento cuando la entidad de gestión de Derechos de Autor de los Medios Audiovisuales reclamó la devolución de dos millones de euros recaudados por la SGAE «indebidamente». El motivo fue el incumplimiento de un acuerdo entre las dos entidades, ya que a DAMA le correspondían una serie de derechos que la SGAE había cobrado.

La figura de Bautista ha crecido pero también se ha endurecido en los últimos años, envuelta en una capa de prepotencia, lo que le ha valido ganarse enemigos poderosos como el arquitecto Santiago Fajardo , amigo y colaborador durante las dos últimas décadas. Cuatro querellas contra el presidente de la SGAE han dado por cerrada la relación y abierta la contienda en los tribunales.

A pesar de todo lo dicho, hay muchos que respetan a Eduardo Bautista —otros le temen—, y creen en su palabra como si fuera sagrada. Hasta ayer, muchos consideraban que la investigación de la Audiencia Nacional era otra forma de desacreditar a la entidad. Hoy tal vez hayan cambiado de opinión.