Paul Weller: un icono en forma
MADRID. Hay, desde luego, a quien las pintas de Paul Weller, su condición de icono del movimiento mod e incluso la música que recoge en sus discos de los últimos tiempos le resulten absolutamente trasnochados. Pero, felizmente, este londinense ya cincuentón sigue teniendo, tres décadas ... después de su arrolladora irrupción en la vibrante escena musical británica de mediados de los setenta, pulso, nervio, vida.
Fue la suya una inesperada suerte de resurrección. Más allá de los Jam, la formidable banda que grabó muchos de los mejores sencillos de la época de la nueva ola británica, Paul Weller es hoy una figura respetada, capaz de llevar adelante una sólida carrera en solitario sin -apenas- recurrir al manido pero siempre efectivo recurso de la nostalgia. Las cosas pintaban francamente mal en los últimos tiempos de The Style Council, formación de sofisticado pop-soul que había dado lo mejor de sí en sus primeros tres discos y que caminaba de forma errática en busca de un éxito que justificase su existencia, pues todo lo demás parecía naufragar sin remedio.
Cuando nadie daba un penique por él, el talento de Weller volvió a brillar cuando decidió emprender por fin su carrera en solitario. Primero «Paul Weller», en 1992, pero, sobre todo, «Wild World», en 1993, y «Stanley Road» nos devolvían a un Weller enérgico, seguro y, muy especialmente, nueva y felizmente inspirado.
Capaz de conectar con las nuevas generaciones, gracias, en parte a la pública admiración que le profesaban los miembros de bandas como Oasis u Ocean Colour Scene, cuyo guitarrista, Steve Cradock, se ha convertido en lugarteniente y mano derecha, Weller vive desde hace años una especie de segunda edad de oro.
Es ciero que no siempre ha estado a la altura de lo que significaron los Jam en su momento -que, por cierto, fue mucho-, pero no lo es menos que en su ya amplia discografía hay momentos verdaderamente memorables.
Este mismo año ha publicado «22 dreams», seguramente el disco más ambicioso, abierto y ecléctico de toda su dilatadísima carrera. Un álbum extraño que en cierta medida ha dividido a sus seguidores -los más ortodoxos jamás perdonarían esas veleidades latinas-, pero que demuestra que su responsable sigue en marcha, con la mirada más hacia el futuro que hacia el pasado, con ganas de seguir provocando y emocionando.
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