LIBROS
Los otros hundimientos del Titanic
En el centenario del naufragio del trasatlántico cobra actualidad el mito literario de Enzensberger
sergi doria
El Titanic se hundió el 14 de abril ... y luego resurgió del fondo del mar para reencarnarse en metáfora. Cuando sobreviene el accidente se recobra una lucidez que, por desgracia, casi siempre es pasajera. La parábola del naufragio capitalista ofrecía como alternativa la utopía ... de la sociedad sin clases... Eso, hasta que en 1989 se derrumbó el Muro de Berlín tras una larga agonía del llamado «socialismo real» que se hundía lentamente desde los años sesenta.
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Así lo vio Hans Magnus Enzensberger (Baviera, 1929) cuando pergeñó, entre La Habana de 1969 y el Berlín de 1977, «El hundimiento del Titanic» . Deudor de la «Commedia» de Dante, aquel poema de treinta y tres cantos trasladaba el naufragio transatlántico a la Cuba castrista. La última esperanza del marxismo-leninismo revelaba su naturaleza totalitaria con el «caso Padilla». Como ha contado Vargas Llosa , la ilusión cubana se desvaneció entre los intelectuales que se la creyeron. Desde Barcelona, el escritor peruano firmó un manifiesto con José María Castellet, Carlos Barral, Juan y Luis Goytisolo, Jean Paul Sartre, Susan Sontag, Alberto Moravia y Enzensberger . Hacía tiempo que el escritor alemán, uno de los pocos pensadores europeos que mantiene antorcha de la lucidez, reflejaba el naufragio comunista del Caribe.
Poema de 1978
El poema vio la luz en 1978 (Surhkamp Verlag) y Jorge Herralde , premiado en la próxima Feria de Libro de Londres por su labor editorial, lo publicó en 1986. Enzensberger rastrea los otros naufragios del siglo XX. Ante la catástrofe los que llevan el timón huyen del barco y los pasajeros quedan a merced del oleaje; hay algo, escribe el poeta, «que no requiere explicación: / que a la primera clase le toca el primer turno / y que nunca hay botellas de leche suficientes, / ni zapatos ni botes salvavidas para todos.» Enzensberger capta el hundimiento social antes de que las pruebas sean irrefutables, pero todo el mundo anda ocupado en glosar hazañas del Progreso y velocidades de crucero —tecnológico o social—, tanto en el orbe capitalista como en su antagonía marxista: «Y tenía razon yo entonces, / porque en aquella época nada zozobraba / excepto mi poema / acerca del hudimiento del Titanic. / Era un poema escrito a lápiz / en una libreta forrada / de negro, no tenía copia, / porque en toda la isla de Cuba / no había en aquella época una sola hoja de papel carbón».
Volvamos a nuestra aciaga actualidad : «Toda innovación conlleva una catástrofe: nuevas herramientas, nuevas teorías, nuevas emociones; eso es lo que se llama evolución». Releyendo a Enzensberger surge la duda de si existe una salida de esta crisis que ya no tiene alternativa y que algunos economistas califican de sistémica: «Nos hundimos sin hacer ruido. Como en una bañera / el agua está quieta en los alumbrados salones de palmeras, / en las canchas de tenis, en los vestíbulos reflejados en los espejos». En las bodegas del transatlántico se hacinan los viajeros pobres, la carne de emigración que subió en el puerto de Cobh: «El segundo día del viaje los del turno de la mañana / encontraron tiendas de campaña en la cubierta. / ¿De dónde han salido? ¿Quién las colocó? / ¿Qué hace esta gente aquí? Rostros cetrinos, / expresiones ocre oscuro. Algunos llegan a decir / que se habían embadurnado como salvajes. / Marineros con hachas lograron ahuyentarlos, / pero por la noche regresaron en número todavía mayor». En «El hundimiento del Titanic», entre cantos, episodios de la pintura flamenca del siglo XV y poemas autónomos, Enzensberger reflexiona sobra la despreocupación moral de los responsables sociales.
«Los veo hundirse poco a poco y grito: / Veo cómo os hundís poco a poco. / Y no hay respuesta. En lejanos barcos, leves y corajudos, / suenan las orquestas. Todo es tan lamentable; no me gusta mirar / cómo mueren empapados en la lluvia y la niebla. Es tan penoso. / Les podría gritar, les grito: Pero nadie sabe / en qué año acabará el mundo; ¿no es maravilloso?», dice el poeta.
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