Mujeres empoderadas en la Península hace 4.000 años
El hallazgo de una diadema de plata en una tumba principesca del yacimiento de La Almoloya induce a pensar que pudieron gobernar en El Argar
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Iniciar sesiónCristina Rihuete recuerda como uno de los momentos más excepcionales de su vida el hallazgo en 2014 de una diadema de plata en una tumba principesca del yacimiento de La Almoloya (Pliego, Murcia). «Ni en un ataque de locura pensaba que nos ... iba a aparecer este objeto», afirma expresivamente. La investigadora del Departamento de Prehistoria de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) conocía bien esa joya. Era una pieza cargada de poder, un emblema político. Hasta la fecha solo se habían encontrado cuatro diademas similares en ricas tumbas de mujeres del asentamiento de El Argar . Su descubrimiento en otro enclave de esa sociedad que floreció en la Edad del Bronce en el sudeste peninsular (Almería y Murcia) corroboraba una sospecha que ya tenían los expertos. Las mujeres de la elite pudieron gobernar en la sociedad de El Argar hace 4.000 años .
«Estamos muy lejos de sostener que hubiera reinas, una monarquía o un estado centralizado, pero sí que hubo mujeres que detentaron el poder político formalmente. Eso nos ha revelado la diadema de La Alboloya», explica Rihuete. No quiere decir con ello que las mujeres tuvieran poder y los hombres no, como una organización opuesta a una sociedad patriarcal, aclara, pero ese adorno de plata era un emblema de mando. Tal vez un retazo que las mujeres retuvieron por parentesco del pasado Calcolítico, donde tuvieron un papel destacado. Averiguar cuál fue la genealogía de ese poder será un próximo paso.
La tumba 38 fue hallada en el subsuelo de lo que identificaron como la sala de gobierno de un recinto palaciego. En una urna de cerámica descubrieron los restos de dos individuos : un hombre, de entre 35 y 40 años, y encima una mujer de entre 25 y 30 años. El ajuar funerario estaba formado por treinta piezas, la mayoría de ellas de plata (el material exponente de riqueza en El Argar) y casi todas pertenecientes a la mujer. Había brazaletes, dilatadores de orejas, anillos, cuentas de collares, espirales y recipientes con ofrendas, pero de entre todos ellos destacaba la diadema que llevaba sobre su cabeza la mujer.
Investigadores de la UAB han estudiado detalladamente la pieza, comparándola las otras cuatro recuperadas en el siglo XIX en El Argar, y han llegado a la conclusión de que todas ellas, morfológicamente idénticas, fueron piezas muy exclusivas , manufacturadas en talleres de orfebrería como el recientemente descubierto en Tira del Lienzo, otro yacimiento argárico excavado hace pocos años por el mismo equipo de la UAB.
«La singularidad de estas diademas es extraordinaria. Fueron objetos simbólicos hechos para estas mujeres , transformándolas así en sujetos emblemáticos del poder de la clase dominante -asegura Rihuete-. Son piezas únicas, comparables a los objetos funerarios que distinguían a las élites en otras regiones, como las de Bretaña, Wessex y Unetice, o en las del Mediterráneo oriental del siglo XVII a. C, contemporáneas de la tumba 38».
El impacto del reflejo
Las mujeres las llevaban sobre la cabeza, con el disco boca abajo, sobre la nariz . Rihuete explica que en una época en la que no había espejos, las personas que se acercaban a estas mujeres podían ver su imagen reflejada en la diadema . «El poder de atracción que tendría eso sería bastante importante», subraya. Al impacto del brillo de la plata se sumaría además el ruido que debía causar la mujer de la tumba 38 con los dilatadores que llevaba, de los que colgaba una espiral de seis centímetros de diámetro. No cabe duda de que su presencia en aquellos tiempos sería espectacular.
Otros de los objetos del ajuar de este enterramiento han resultado igualmente interesantes a los investigadores. Una de las vasijas tenía el asa y la boca forradas de plata y también el mango del punzón estaba recubierto de plata. «Si me hubieran preguntado antes de esta excavación que una pieza así sería argárica, yo como especialista de El Argar, habría dicho: "qué va". Porque no conocíamos ni un objeto de estas características», asegura Rihuete. A raíz de este hallazgo, han empezado a localizar objetos como estos en colecciones privadas, provenientes de antiguos expolios.
Los investigadores de la UAB apuntan en su estudio, publicado en ' Antiquity ', que la opulencia de los ajuares funerarios hallados en las tumbas de mujeres de la élite de El Argar es un indicio del papel destacado que dichas mujeres pudieron desempeñar en el gobierno de algunos de los asentamientos, como el de La Almoloya. ¿Pudieron gobernar o los emblemas de poder que ostentaban eran meramente simbólicos?, se pregunta el equipo de la investigación en el artículo. Su respuesta es que posiblemente gobernaran por derecho propio. «En la sociedad argárica, las mujeres de la élite eran enterradas con diademas, mientras los hombres lo eran con una espada y una daga. Estos hombres tenían un ajuar funerario menor en cantidad y en calidad. Las espadas eran el medio más eficaz de hacer cumplir las decisiones políticas y ciertos hombres habrían jugado un papel ejecutor, aunque la legitimación y, quizás también el gobierno, recayera en las manos de ciertas mujeres », argumentan.
Una particular tumba doble
Aunque en El Argar la mayor parte de las tumbas son individuales, entre un 10 y un 20% de ellas son dobles, por lo que esta peculiaridad no extrañó en un principio a los estudiosos de la tumba 38. A día de hoy no se sabe por qué a unas personas se les enterraba en una tumba doble y a otras en una individual porque las hay de todas las clases sociales y hasta existen tumbas dobles infantiles. Tampoco el hecho de que quien inaugurara el enterramiento fuera un hombre les sorprendió. Ni que hubiera dos individuos de sexo opuesto. Solo en tres de las miles de tumbas excavadas se han hallado dos del mismo sexo, y en los tres casos de varones. Sin embargo, la tumba descubierta en La Albolaya -proyecto que opta al Premio Nacional de Arqueología y Paleontología que otorga la Fundación Palarq -, sí cuenta con una rara particularidad.
Aunque la combinación de los dos sexos en estos enterramientos dobles llevó a pensar que podían ser matrimonios, la investigación con carbono 14 y el análisis tafonómico de los esqueletos realizado en 2013 reveló que en la inmensa mayoría de las tumbas dobles de adultos la distancia entre los dos enterramientos era superior incluso a tres generaciones . «Si hubiera parentesco, serían relaciones entre abuela y nieto o abuela y nieto, pero no matrimonios, simplemente por la distancia temporal», subraya la investigadora de la UAB. Pero la tumba 38 transgrede esa norma .
Según los análisis genéticos realizados en el Instituto Max Planck, el hombre y la mujer sepultados en esa urna de cerámica eran contemporáneos y fueron enterrados con una distancia temporal mínima , a mediados del siglo XVII a.C. « Sería muy raro, pero hay una pequeña posibilidad de que fuera una tumba simultánea », apunta Rihuete. A él lo enterraron en primer lugar y ella fue colocada encima. Los gestos funerarios también parecen tener importancia porque la mujer fue colocada mirando a quien oficia la tumba y el hombre de forma que toda su atención descansa en ella.
En este caso es incluso posible que fueran pareja ya que no tenían relación biológica, pero sí una hija en común , que fue enterrada en un lugar cercano. «Esta niña tiene hermanastras en el yacimiento, pero no son hijas de ella. Quizá esa sea la razón por la que la niña está enterrada fuera de este recinto», especula la investigadora de la UAB. La mujer presentaba varias anomalías congénitas y unas alteraciones óseas en las costillas que podrían indicar que padecía una infección pulmonar en el momento de la muerte. El hombre tenía un desgaste óseo propio de una extensa actividad física, probablemente de montar a caballo.
Al contrario que en las tumbas de El Argar, de las que no se conoce el espacio en el que se ubicaron, el contenido de la tumba 38 sí que puede ser interpretado en su contexto arquitectónico. «La presencia de objetos emblemáticos enterrados en un espacio tan significativo como el “parlamento” de La Almoloya podría representar una unidad política entre las regiones argáricas durante la última etapa de esta sociedad, en el siglo XVII a.C . El edificio fue destruido por el fuego poco después del enterramiento», explica en el estudio Rafael Micó, codirector del proyecto.
La sociedad de El Argar, al menos en su época final, debió de ser «realmente insufrible» , a juicio de Rihuete. «Muy difícil para vivir a no ser que fueras de la elite privilegiada». La degradación medioambiental que causó llegó a afectar a la dieta de sus gentes y por los objetos que han llegado hasta nosotros se puede deducir que que existían normas muy estrictas hasta de producción. Todo apunta a que un conflicto civil, un conflicto interno de dimensiones dantescas, acabó con ella.
«Creo que era una sociedad bastante irrespirable y seguramente por eso -opina la investigadora- acabó tan mal . Acabó sin recuerdo. Nadie tiene memoria de El Argar. Acabó violentamente. Los yacimientos que conocemos están destruidos. Todos tienen unos niveles de incendio espectaculares. Por eso, creo que tenemos que aprender muchas cosas de este tipo de sociedades, sobre todo de las que acaban mal para intentar no repetir ».
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