Memoria lejana
Conocí a José Hierro en 1945 y su personalidad me deslumbró. Nos hicimos rápidamente amigos, pero al igual que Vicente Aleixandre ve pasar la adolescencia en uno de sus poemas («Verte y no verte») he visto pasar a José Hierro por mi vida y ahora ... todavía lo veo pasar por mis recuerdos de este modo: «El pie breve/la luz vencida, alegre» («Adolescencia», Aleixandre). Siempre Hierro como una exhalación, porque Hierro ha sido siempre la velocidad, siempre hubo en él como un culto al movimiento. Siempre estaba doblando y desdoblando esquinas, como las golondrinas del poema creacionista de Gerardo Diego. Era la representación del manifiesto de Marinetti pero redactado en carne y hueso.
¿Qué buscaba Pepe Hierro? Esa prisa del poeta por saberse y transmitirse a los demás siempre me hizo pensar en alguna respuesta que Hierro no encontraba. ¿Pero qué puede decir la ola del rumor en que se mece? ¿O la rosa del aroma que no percibe? Siempre fue así Pepe Hierro: huidizo, como reclamado por un recuerdo que lo destinara a otra parte. Igual hoy que en los lejanos días de ayer, igual hoy que en la memoria y el recuerdo de quien se nos acaba de ir. «Días del ayer nos modelasteis», dice uno de sus versos recordando los años oscuros de la contienda civil... Pero estábamos en aquellos años de 1946-47-48... Veranos en la playa del Puntal, con Isabelita, con Angelines, con Teresa, con Ricardo Zamorano y estábamos frente al mar, que nos llenaba los ojos de espuma y el corazón de gaviotas. Ninguno sabíamos que estábamos jugando entre las olas que se convertirían luego en sus poemas. ¿Lo sabía Pepe Hierro?
«Vienen de lejos hacia mí,
se alzan, me embisten, me rodean.
Hacen nacer dentro del alma
no sé que antiguas inocencias».
Hoy me parece sólo cosa del ayer aquella alegría juvenil y pagana de la playa, sobre la arena ardiente y rubia entre los juncos húmedos y frescos de salitre. A veces Pepe Hierro nos leía algún poema como llevado por descuido entre las páginas de un libro. «Es de lo último que estoy haciendo -decía, se disculpaba-, una cagadita lírica». Recuerdo cuando nos leyó, a principio del verano del 46, su «Canción de cuna para dormir a un preso». Fue hermoso escuchar bajo el azul nordeste aquellos versos: «El mar está cerca de ti, muerde tus piernas. No es verdad que tú seas hombre; eres un niño que no sueña». Pepe siempre ha sido un hombre fuerte y activo, un hombre con una mano grande y asistida de una cierta fineza de campesino ensayando movimientos elegantes, una mano que lo mismo garabateaba notas musicales en el aire que líneas y colores en el papel más próximo. Le gustaba dibujar. Hoy aquel tiempo pasado ya sólo es memoria, pequeña historia pero historia nuestra. Fue así aquel tiempo, ni mejor ni peor, ahora ya sólo sirve como materia para la memoria, pero es la memoria de nuestra vida. Sólo sé que al final -entonces no podíamos sospecharlo- los versos de Hierro se han hecho realidad.
«Días de ayer, nos modelasteis
crudamente y a vuestro modo. Días de ayer ¡Dios os perdone
lo que habéis hecho de nosotros!».
Han pasado 57 años de amistad. Pensando en aquella época de la amistad joven, no tengo más remedio que recordar un magnífico verso de Lope que a los dos nos gustaba mucho, un verso que dice: «Tu edad se pasará mientras lo dudas». No sospechábamos que se hiciera realidad este verso de Lope de Vega, esa realidad que Hierro resume con gran sabiduría poética en su soneto «Vida».
«Qué más da que la nada fuera todo
si más nada será, después de todo,de tanto todo para nada».
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