Juan Manuel de Prada: «Soy como las mulas, que se ponen las anteojeras y caminan rectas hasta el fin»
Juan Manuel de Prada ama la Literatura con entusiasmo y fervor porque ama la humanidad desahuciada y doliente de sus pequeños monstruos «Desgarrados y excéntricos», a los que exhuma en esta novela que clausura deslumbrantemente su «trilogía del fracaso» tras dos novelas mayores, «Las máscaras del héroe» y «Las esquinas del aire». Existencias al filo de lo impensable.
Arrabales de la literatura. Parada de los monstruos. Ferretería humana donde se amontonan los poetas descacharrados y herrumbrosos. Los que esperan el desguace. Los que chirrían y han extraviado algún tornillo. Con erudición e hipnótico delirio visionario, Juan Manuel de Prada afronta el enigma de ... estos «sans-culottes» de nuestra revolución literaria. «Desgarrados y excéntricos» (Seix Barral) no son los años extraordinarios de Unamuno, Lorca o Valle. Es el tiempo de una cofradía de escritores desarrapados. Prada ha perseguido con su consagrada maestría la verdad humana capaz de suscitar emoción desde la ficción y la realidad. Pero ¿hubo alguna vez estas criaturas o son seres soñados?
-Hay muchos elementos apócrifos. Me burlo un poco de la erudición literaria y filológica. De esos estudios que se dedican a destripar a los grandes escritores que nos han deslumbrado y los convierten en verdaderos tostones. Aplico esos métodos a la obra de escritores absolutamente menesterosos, sin apenas valor literario, para analizar su obra como si fuera la de Marcel Proust o de escritores de fuste.
EL TINTERO DE LA BILIS
-Arranca este catálogo de seres y estares con Pedro Luis de Gálvez, poeta hampón y zambullido en alcohol, vituperador de militares hasta que la Benemérita le aprehende. Allí arranca su tourneé carcelaria. Mojando la pluma en el tintero de la bilis, Gálvez retrata a una España abandonada de sus gobernantes que se lamía las llagas de la pobreza...
-La semblanza de Gálvez se la debo a mis lectores, que tras «Las máscaras del héroe» se interesaron por el personaje, me escribieron cartas y me pusieron sobre la pista de sus procesos, de los cuales hay documentación en Ocaña y en un archivo militar de Madrid. Descubres a un personaje canallesco y hampón y lleno de talento en situaciones límite. Fue sobrecogedor ver todas las imputaciones que se le hicieron sobre el asunto de la muerte nunca aclarada de Pedro Muñoz Seca, que la leyenda literaria atribuye a Gálvez...
-Él se jactaba de besarle la frente...
-Sí, pero ese era un sistema fanfarrón para obtener el efecto contrario. Lo hacía para aparentar ortodoxia ante los matarifes de la época. Es cierto que Gálvez causó mucho dolor a muchas familias, que llevó gente a checas -por rencor o resentimiento- pero a Muñoz Seca le profesaba una admiración enorme. A la vista de su proceso hay pruebas no que demuestran pero sí que nos hacen pensar que Gálvez intentó salvar, a toda costa, la vida de don Pedro.
-¿Somos tan rematadamente cainitas que no nos basta con matar a nuestros poetas: preferiríamos que se hubieran matado entre ellos, como en una gran celebración caníbal?
-Una de las cosas que caracterizan a la vida literaria española es ese interés porque los escritores se peleen entre sí. Las rencillas literarias gozaban y gozan de tremendo predicamento. El gran público espera de los escritores que desenfunden la navaja y se líen a navajazos. Y que sangren. Es algo connatural con el temperamento español y que por desgracia dio lugar a situaciones tremendas. No nos basta con tener escritores sino que queremos que intervengan en la vida pública de una manera fratricida. Si es que se puede llamar a la Literatura una hermandad, que lo dudo...
-A Gálvez le atribuyen más de dos mil «paseos», un cementerio ambulante que el bohemio cargaba sobre su conciencia. Pero hubo un as del balón que le debe la vida...
-El célebre portero Ricardo Zamora, del que estos días se cumple su centenario, le dedicó una fotografía dándole las gracias por haberle salvado la vida. Como intentó salvársela a Muñoz Seca, aunque estoy seguro de que Alfonso Ussía va a salirme al paso y va a contradecirme porque está convencido de que Gálvez fue responsable del asesinato de su abuelo. Espero que ahora cuando lea este libro y los documentos que aporto esa convicción se tambalee un poco.
EL «KONG-SOL-ADOR»
-Entramos en el café romántico y topamos con Fernando Villegas Estrada, poeta de fealdad agravada por el hambre y su berenjenal nariz, que se magreaba a la hija de la patrona de la pensión mientras estudiaba medicina...
-Se licenció este modernista rezagado y obtuvo un destino en un pueblo de Segovia, Cambronero el Mayor, durante la gran epidemia de gripe que asoló Europa y que empezó a provocar una gran mortandad. Pero él se negó a proporcionar medicamentos a la gente, porque sostenía que la población necesitaba regenerarse y no quería librar a nadie de la muerte. Le fulminaron, claro. Lo más divertido es su vodevil «El buen Kong-Sol-Ador», en donde cuenta las virtudes de este artefacto para el goce en soledad. Glosa a un chino que naufraga y que llega a nado a una isla. Todas las nativas se le echan encima, quieren tener tratos carnales y llega un momento en que él, exhausto, inventa el aparatito. Chusco y delirante.
-Su alter/ego, Armando Buscarini, se subía cada noche a la barandilla del Viaducto y dudaba entre lanzarse al vacío o rozar el cielo con las yemas de los dedos...
-Es mi ángel de la guarda. Sufrió de una manera bestial. Fue un niño que con 15 años pasó del analfabetismo a escribir poesía, enloqueció y recorrió los manicomios de media España. Cuando Dios no me hace caso recurro a Buscarini. Yo creo que la Literatura es una forma de santidad y Armando, en ese santoral, debería ocupar un puesto muy elevado. Era un Rimbaud a la inversa. Era como un perrillo al que todo el mundo le daba patadas.
-Silverio Lanza, pastoreador de todas las ideologías y de ninguna, y hombre que, según Pere Gimferrer, ha tenido más valedores que nadie: Baroja, Ramón, Corpus Barga, JRJ, Serrano Poncela, Torrente...
-Y el más valioso. Era un escritor disolvente. Un anarquista aristocratizante. Despreciaba a la plebe ignorante. Despotricó contra todo. Me recuerda a Agustín García Calvo -aunque no tienen nada que ver como escritores- en la subversión de la realidad. En su afán por dinamitar todas las convenciones sociales y políticas. Fue el maestro de Azorín y Ramón Gómez de la Serna.
-En un altivo desdén de Valle-Inclán radican las razones del odio con que Nicasio Pajares lo veneró. ¿Todo odio constituye una expresión amarga de veneración?
-El odio es una forma amarga de la veneración del mismo modo que la calumnia y el insulto es una forma amarga del elogio. Cada vez que algún escritor o plumífero me denigra, me calumnia, me insulta, en el fondo se lo agradezco porque me está elogiando. Con «El conquistador de los trópicos», Pajares, resucitado por Cela, se anticipó a Tirano Banderas aunque su personaje tiene mucho de Marqués de Bradomín. Hay muchas concomitancias entre Pajares y Valle, lo que pasa es que en Pajares está ofrecido en bruto y en Valle, de manera refinada, pasado por el tamiz del genio.
-¿Mario Arnold es la estirpe de esa bohemia?
-Por sus poses y por sus pretensiones quizá sea el modelo que más intenta adaptarse a esa imagen un poco romántica y falsa pero vigente del bohemio francés.
NUECES ERÓTICO-LÍRICAS
-En «La novela de un literato», Rafael Cansinos-Assens le reserva a Gonzalo Seijas un parnaso entre las mesnadas del despojo humano. «Seijas es el más cínico de todos y se permite cachear al viandante para sacarle el dinero del bolsillo». ¿La escoria de la escoria?
-Es el más misterioso de toda la bohemia, que nos legó un arsenal de anécdotas escalofriantes. Cuando vendía trajes que había quitado a cadáveres, profanando tumbas. Sin olvidar su catastro, prontuario o guía para sablistas donde se recogían los nombres de todos los escritores a los que sablear, con las formas para llegar a conmoverlos y rebañarles unas perras. Los bohemios más canallas y hampones de la época se refieren a él de forma despectiva.
-El efervescente Iván de Nogales desembarca en la excentricidad desde el esnobismo...
-Era un dislocado y
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