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ABC Cultural

Gran Bretaña y el Continente: historia de una fascinación

La política puede haber separado a a los europeos de una y otra orilla del Canal de la Mancha a lo largo de la Historia, pero la curiosidad mutua permanece tan invariable como fructífera

Ignacio Peyró

A medio camino entre el humor y la verdad, los miramientos de Gran Bretaña con el Continente han dado pie a no pocos episodios memorables. Recordemos, por ejemplo, a aquel señor Wyatt que, nada más llegar a París, deletreó su apellido al recepcionista de la ... manera más ofensiva posible para un francés: «Waterloo, Ypres, Agincourt, Trafalgar, Trafalgar» . O a ese petimetre que, al desembarcar en Calais, no pudo evitar quejarse del «espantoso olor» de la costa: mucho más viajado, su tutor tuvo que aclararle que ese era «el olor del continente». Por supuesto, los continentales han devuelto las pullas con no menos sorna: lo más amable que se ha dicho sobre la cocina insular –por injusto que sea– es que la única manera de comer bien consiste en «desayunar tres veces». A veces la broma se ha ido de las manos: en 2004, Chirac a punto estuvo de provocar un incidente diplomático por una esnobada en torno a la culinaria británica.

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