Edu Galán
Cuatreres del Oeste
Este ataque demuestra lo presente que está la censura informal y la degradación cultural de una ciudad que necesita de los mossos -gracias, agentes- ¡para proteger una librería!
Activistas LGTBI boicotean la presentación de un libro que tildan de tránsfobo
Agentes de Mossos d'Esquadra custodian la librería, ya cerrada, tras el boicot
Existe un personal norteamericanizado que considera que el cambio de la vocal de una palabra protege la sensibilidad del receptor -cosa incomprobable, ya que hay tantas sensibilidades como personas-; aumenta la consideración del emisor hacia el otro -quizá demostrando que es bajísima-; y cambia el ... significado de la palabra en cuestión -tremenda asunción-. Gracias a ese grafema -qué esfuerzo titánico-, quien pronuncia la palabra modificada se aúpa en santidad: puede considerarse a sí mismo alguien que «mejora el mundo». Un ejemplo: la palabra «cuatreros», que define a esa gentuza que buscaba imponer su ley en el Lejano Oeste. Quizá al sustituir la «o» por la «e» parezca más respetable ser un cuatrero. Pues vale: para no molestarlos e incluir a todas las sexualidades, a partir de hoy usaré «cuatreres».
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Una pequeña muestra -en ella, representantes de las organizaciones Crida LGTBI y Sororitrans por el día contra la LGTBI-fobia- de los que funcionan imbuidos en este pensamiento mágico se comportaron como cuatreres el lunes pasado. Decidieron congregarse en la puerta de la librería de Barcelona donde se presentaba el ensayo 'Nadie nace en un cuerpo equivocado' y, según contaron autores y asistentes, amenazaron con quemar la librería con ellos dentro. Para buscar «la paz» o «un mundo más justo», estes cuatreres se asemejan mucho a los cuatreros de toda la vida: en mi pueblo hago lo que quiero y los demás que se callen.
¿El pecado del libro? Criticar el activismo queer y la ley trans propuesta por la ministra de Igualdad. ¿Quiénes lo firman? ¿Youtubers? No: dos profesores de Psicología con un currículum asombroso. Pero es que da igual la ciencia o la Universidad: lo que importa es imponer la ley del cuatrere. Los conozco bien: a mí unos cuatreros nazis trataron de apedrearme varias veces, siempre por el bien de los demás -«se lo han buscado», la típica despersonalización del contrario-. Lo que pasa es que los míos eran nazis de verdad, los de Barcelona van disfrazados de ultraizquierda, creen que son buenísimos porque cantan por Rigoberta Bandini y tienen la connivencia de aquellos que niegan que exista la cultura de la cancelación: «es un caso aislado».
Este ataque demuestra lo presente que está la censura informal -menos mal que los autores son funcionarios y no autónomos precarios- y la degradación cultural de una ciudad que necesita de los mossos -gracias, agentes- ¡para proteger una librería! Repito: para proteger una librería. Por último, una confesión: este caso tiene algo personal para mí. Los autores, José Errasti y Marino Pérez, fueron profesores míos de Psicología -ambos me suspendieron alguna vez, lógicamente- y se convirtieron en íntimos amigos. Ahora que esta turba de cuatreres les categoriza como «fascistas y ultracatólicos» sólo me apetece cenar con ellos en Oviedo y, frente a la sinrazón, al postureo, a la violencia, brindar por la siguiente -van seis- edición de 'Nadie nace en un cuerpo equivocado'.