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Un fantasma recorre el campus

Los «espacios seguros» para estudiantes en las universidades anglosajonas derivan en fortines contra la libertad de expresión y hasta la «premier» Theresa May los ha rechazado

Luis Ventoso

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Los llamados «espacios seguros» nacieron en los setenta en las universidades estadounidenses, en los días hippies del «peace and love», como un modo de batallar contra los reclutamientos para Vietnam . Hoy The Safe Space Network , una web que los promueve en el Reino Unido, los define como «lugares donde todo el mundo puede relajarse y expresarse tal y como es, sin miedo a sentirse incómodo o inseguro por su sexo, raza, etnia, orientación sexual, género, bagaje cultural, religión, edad o identidad física y mental».

Parece una idea honorable, pero alberga una gran trampa: el imperativo de no molestar acaba coartando la libertad de expresión . El fantasma de la corrección política recorre los campus anglosajones y cada vez son más las voces que se rebelan contra su sutil tiranía. A comienzos del año pasado, un grupo de profesores británicos, muchos de ellos tradicionales activistas de causas de izquierda, remitieron una contundente carta al diario conservador «Telegraph» : «Pequeñas pero muy activas minorías quieren convertir las universidades en lo que llaman “espacios seguros”, un intento de inmunizar la vida académica frente al desafío intelectual y el debate de visiones enfrentadas».

El debate que se ha suscitado ha llegado incluso al Número 10. A los dos meses de llegar al poder, la primera ministra Theresa May abordó el tema en un discurso. Con su ironía inglesa, calificó los «espacios seguros» como «algo francamente bastante extraordinario» y lamentó que se quiera prohibir la discusión abierta precisamente en los campus. «Queremos que nuestras universidades sean no solo lugares para aprender, sino también lugares para un debate abierto, que pueda resultar desafiante y en el que la gente pueda participar». May teme que la ola de corrección política en los centros del saber pueda «tener un impacto negativo en el éxito social y económico británico».

Autocensura

Los profesores procuran no decir nada que pueda resultar molesto. Los alumnos también. En apariencia todo es muy amable y cordial. Pero en realidad ha calado la autocensura. Los alumnos ingleses pagan elevadas matrículas tras la subida que implantó el Gobierno de Cameron , el equivalente a casi 7.000 euros por curso (en la vecina Escocia son gratis). Ese desembolso les lleva a sentirse clientes de las facultades donde estudian y a cambio exigen sentirse bien. No quieren ser molestados, y en la categoría de lo que los perturba incluyen los posibles desafíos intelectuales a sus ideas preconcebidas.

Los rectores se asustan, temen acabar apareciendo en las noticias como rigoristas o «fascistas». «Las universidades no quieren ser asociadas con visiones que no son parte del consenso moral imperante. Es una dinámica muy conservadora», lamenta Dennis Hayes, profesor de Educación de la Universidad de Derby . «Cada vez se usan más el poder de censurar y contra objetivos más variados», resume Joanna Williams, docente en la Universidad de Kent . La presión de los piquetes sindicales estudiantiles encarece además la celebración de las conferencias o espectáculos que ponen en su diana, porque obligan al centro a contratar un servicio de seguridad que revise los bolsos a la entrada.

Jordan Peterson, un profesor de Psicología de la Universidad de Toronto , ha explotado y ha subido a YouTube una lección de dos horas contra la corrección política dirigida a sus alumnos. Los acusa de «imponer valores asociados a la ideología radical de extrema izquierda» y de «ver opresión por todas partes».

¿Pero de qué estamos hablando? Muchas de las imposiciones resultan risibles, cuesta creer que resulten cada vez más comunes. En algunos campus americanos grupos feministas han logrado imponer el fin de los aplausos en las reuniones, «porque se puede crear ansiedad a algunos asistentes». Los aplausos deben ser sustituidos por girar las manos en silencio, lo que llaman el «jazz hands» (el movimiento 15-M importó la idea en España). En la celebración del Halloween del pasado noviembre, la Universidad de Wisconsin emitió pautas de disfraces molestos que se debían eludir. La Universidad de New Hampshire ha facilitado una lista de palabras que deben ser sustituidas por nuevos eufemismos o evitadas. En lugar de «homosexual», se debe decir «amantes del mismo género». «Americano», como sinónimo de estadounidense, ha de evitarse, porque hay más países en América. Las palabras «paternidad» y «maternidad» quedan retiradas, porque marcan género. En el centro Barbican , una de las salas de teatro de fuste de Londres, los estudiantes lograron que se retirase una obra debido a que algunos actores negros aparecían encadenados sobre el escenario.

Más ridículo todavía es lo que ha ocurrido con las faltas de ortografía y los errores gramaticales en UCLA, la Universidad de Los Ángeles . Val Rust, un veterano profesor de Educación, devolvió sus ejercicios a algunos alumnos marcando gruesos fallos gramaticales. Los estudiantes se los enviaron de vuelta acusándolo de «microagresión» y de fomentar un «ambiente hostil en el campus». Sus clases fueron boicoteadas.

Debate

En los años sesenta, el conflicto común radicaba en que los alumnos más activos desafiaban a sus profesores por burgueses, por convencionales. Parte de la discusión se basaba en el debate izquierda-derecha, con gran peso del marxismo. Hoy el argumento político ya no se formula tan claramente, todo es más difuso. La Generación Instagram y Facebook , enormemente narcisista, lo basa todo en blindar las peculiaridades de su gran yo. La batalla es más personal y cultural: la raza, la transexualidad, la homosexualidad y la prostitución focalizan buena parte del debate y sirven de móvil para la censura. La identidad de las personas importa ya más que lo que puedan decir. Por ejemplo, la Universidad de Oxford se vio obligada a suspender un debate sobre el aborto solo porque los dos contendientes eran hombres.

Palabras como «homofobia», «islamofobia», «whorephobic»(fobia a las prostitutas) o «transgenerofobia» se esgrimen como cartulinas rojas para vetar a conferenciantes y artistas. El periódico más vendido del país, el tabloide «The Sun» , que despacha 1,7 millones de ejemplares diarios de media, está prohibido en muchos campus por su controvertida –y ciertamente casposa–chica desnuda de la página 3. También se impiden los actos del partido eurófobo UKIP, que guste o no, recibe el voto de cuatro millones de británicos.

Causas de izquierda

La popular comediante Kate Smurthwaite , londinense de 41 años, es una feminista radical de las de megáfono en mano, siempre en la calle por causas de izquierda. El Goldsmith College de la Universidad de Londres la contrató para actuar allí, en un acto organizado por su Sociedad de la Comedia y su Sociedad Feminista. Pero entre las feminista surgió un movimiento en contra de su presencia en el campus. La acusaban de «whorephobic», por ser partidaria del modelo escandinavo de control de la prostitución , multar al cliente. Al final, la Sociedad Feminista organizó una votación. La luz verde a la humorista se impuso claramente: el 70% votó a favor. Pero el 30% del «no» se negó en redondo a permitir su espectáculo. Al final Swurthwaite no pudo actuar. El sindicato de estudiantes de Goldsmith reconoció que sus ideas sobre la prostitución violaban la «política de espacio seguro del campus».

El año ha comenzado con nuevas polémicas. El sindicato de estudiantes del SOAS, tal vez la facultad europea más reputada en estudios sobre Asia, África y Oriente Medio, demanda que no se estudie a los grandes filósofos occidentales blanco s (que son todos, desde Sócrates y Aristóteles a Hegel o Marx, pasando por Spinoza o Descartes), salvo que se los sitúe en el contexto del colonialismo, con un análisis crítico. Su lema para este año es «descolonizar el temario de la universidad». En la Universidad de Glasgow , los estudiantes de primero de Teología deberán ser advertidos con «llamadas de alerta» sobre que algunas imágenes de la crucifixión pueden herir su sensibilidad.

Tiempos oscuros para las luces en nombre de la piel de melocotón.

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