España vuelve a Filipinas cinco siglos después
Con la llegada del buque escuela Elcano, se conmemora la expedición de Magallanes que dio la primera vuelta al mundo y marcó el inicio de la larga presencia española en este archipiélago asiático

«El día 16 de marzo, al levantarse el sol, nos hallamos cerca de una tierra alta, a trescientas leguas de las islas de los Ladrones (Guam). Pronto notamos que era una isla, que se llama Zamal (Samar), detrás de la cual existe otra que ... no está habitada y que después supimos que se decía Humunu (Homonhon). Aquí fue donde el comandante en jefe quiso al día siguiente desembarcar para hacer aguada con más seguridad y gozar de algún reposo después de tan largo y penoso viaje, para lo cual hizo inmediatamente armar dos tiendas para los enfermos y matar una puerca. El lunes, dieciocho del mes, después de la comida, vimos venir hacia nosotros una embarcación con nueve hombres , con cuyo motivo el comandante ordenó que ninguno hiciese el menor movimiento o dijese la menor palabra sin su permiso. Cuando llegaron a tierra, el jefe de ellos se dirigió al comandante, manifestándole por ademanes el placer que experimentaba en vernos».
Hace justo quinientos años, así llegaron los primeros españoles a Filipinas en la expedición capitaneada por el marino portugués Fernando de Magallanes, que a su muerte concluyó el vasco Juan Sebastián Elcano dando la primera vuelta al mundo. El relato de tan épico viaje, que descubrió el estrecho que lleva el nombre de Magallanes y un océano que bautizaron como el Pacífico, nos ha llegado a través del cronista italiano Antonio Pigafetta, quien se embarcó en la misión y escribió el diario de a bordo. A su vuelta a España, en septiembre de 1522, le entregó este cuaderno de bitácora al Rey Carlos I (luego Emperador Carlos V), quien había financiado a la escuadra junto a un grupo de comerciantes de Sevilla agrupados en torno al burgalés Cristóbal de Haro. Aunque dicho diario se perdió, hasta la actualidad han llegado cuatro manuscritos de Pigafetta, en francés e italiano, publicados con el título «Primer viaje alrededor del mundo».
Gracias a la Institución Fernando el Católico de la Diputación de Zaragoza y a los esfuerzos de Gráficas Cometa, su última edición acaba de ver la luz en una versión muy completa y detallada del historiador José Eugenio Borao Mateo, quien da clase en la Universidad Nacional de Taiwán y es uno de los mayores expertos sobre la presencia española en Asia. Siguiendo la traducción del francés que hizo el historiador chileno José Toribio Medina en 1888 y comparando los mapas de Pigafetta con los actuales, presenta un profundo estudio de esta odisea de tres años que cambió el mundo y dio lugar a la primera globalización.

Al igual que Colón cuando descubrió América, Magallanes era un visionario que quería navegar hacia el oeste para llegar hasta Oriente a través de una nueva ruta que facilitara el comercio entre ambos continentes. Sorteando América por el sur, su objetivo eran las islas Molucas, que se ubican en la actual Indonesia y eran el único lugar del mundo que abastecía de especias a Occidente. Por ese motivo, Portugal controlaba celosamente el acceso desde Malaca a través de la ruta que conectaba con el océano Índico y llegaba hasta Europa rodeando África.
Aunque Magallanes era un marino portugués, su soberano, Don Manuel, se negó a apoyar su plan de alcanzar las Molucas desde el Atlántico y, despechado, acudió al de España, Carlos I, nieto de los Reyes Católicos. Prometiéndole llegar a la ‘Especiería’, obtuvo el mando de una armada de cinco carabelas que partieron de Sevilla el 10 de agosto de 1519. Según Borao, a bordo de las naos Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago iban en total 255 tripulantes, algo más de los 241 o 243 contados tradicionalmente . Gracias a un mapa de Martín de Bohemia guardado en la cartoteca de Don Manuel, Magallanes estaba convencido de que había un paso al sur de América que conectaba el Atlántico con otro mar rumbo a las Molucas, que luego resultaron ser el estrecho bautizado en su honor y el océano Pacífico que sus naves surcaron por primera vez en la historia.
«Además de rechazar la oferta de Magallanes, el Rey de Portugal se opuso activamente a que Magallanes hiciera el viaje con Carlos I . Para ello, dio instrucciones a su embajador con el fin de disuadir al monarca español de la aventura, pero sin éxito», explica Borao a ABC. Al historiador le extraña que España cediera protagonismo a Portugal cuando se celebró el inicio de la primera vuelta al mundo, ya que «Carlos I no solo apadrinó la misión, sino que la financió al 71 por ciento, y Don Manuel no solo se opuso al viaje, sino que envió una flota en Oriente contra la expedición. Además, y según deja escrito Pigafetta, Magallanes reiteró en muchas ocasiones que solo trabajaba para el Rey de España». Imaginando que «son razones políticas las que llevaron a esta cesión de protagonismo», encuentra justificación «en que Magallanes pudo utilizar información lusa, como el mapa de Martín de Bohemia, y en que había muchos portugueses repartidos en la flota, como él mismo, que se naturalizó español antes de partir».
Tras aprovisionarse en las Canarias, zarparon hacia Brasil, adonde llegaron el 13 de diciembre de 1519. Siguiendo la costa, arribaron al Río de la Plata el 27 de ese mes y continuaron bajando hasta la Patagonia. Tras alcanzar este punto en marzo de 1520, pasaron dos meses sin ver a sus habitantes, que Pigafetta describe como gigantes. Debido a la llegada del invierno austral, Magallanes decidió fondear en el puerto de San Julián, donde se refugiaron cinco meses y estalló la tensión que se había larvado durante la travesía por los recelos entre los capitanes portugueses y españoles. Al motín de quienes querían regresar a España se suma el naufragio de la Santiago y la deserción de la San Antonio para informar de que se había hallado el paso del Atlántico al Pacífico, que las tres naos restantes atravesaron entre el 21 de octubre y el 28 de noviembre de 1520. Aunque Elcano apoyó la rebelión, fue perdonado luego por Magallanes pero no por e l cronista Pigafetta, quien no cita al marino vasco ni una sola vez en todo su relato pese a culminar la misión. «Ambos se enfrentaron desde el intento de motín en la Patagonia contra el muy personalista y duro liderazgo de Magallanes, quien tenía el apoyo de Pigafetta», analiza el historiador naval Agustín Ramón Rodríguez González.
Tras cruzar el estrecho y desembocar en otro océano, «que llamamos Pacífico porque durante todo el curso de nuestra travesía no experimentamos tormenta alguna», navegaron 109 días hasta alcanzar el 6 de marzo de 1521 Guam , que bautizaron como la isla de Los Ladrones porque, según cuenta Pigafetta, los nativos intentaron desvalijar los barcos.
Solo diez días después, exhaustos tras tan larga travesía, otearon nuevas islas que bautizaron como el archipiélago de San Lázaro, en el centro de lo que hoy es Filipinas. Asombrados por su llegada, los reyezuelos locales les dieron la bienvenida gracias a las traducciones de Enrique de Malaca, un esclavo que Magallanes había adquirido diez años antes, cuando participó en la conquista de esa ciudad, y conocía alguna lengua de la zona. Impresionados por las corazas, los mosquetones y los cañones de los barcos, y seducidos con el trueque de espejos, telas y bagatelas de los marineros , los nativos no solo accedieron a hacerse vasallos del Rey de España, «el más poderoso del mundo», sino también a convertirse al cristianismo.
« La primera misa solemne que celebraron fue el Domingo de Pascua, el 31 de marzo de 1521, y tuvo lugar en la isla de Massana, que se discute si es Limasawa o Butuán. Allí asistieron el rajá de la isla y su hermano, que mandaba en otra cercana. Prepararon una misa solemne no solo porque la ocasión lo merecía, sino para hacer algo espectacular delante de los rajás», desgrana Borao. El 14 de abril fue la siguiente misa en Cebú, a la que siguió el bautismo del rey Humabon y sus súbditos, convencidos por lo que Pigafetta describe como la «curación milagrosa de un enfermo». A cambio de renunciar a sus ídolos, Magallanes les entregó una estatua del Santo Niño, que se exhibe en la basílica del mismo nombre de Cebú y es el destino más popular de peregrinación en Filipinas.
A pesar de la buena acogida inicial, Magallanes murió el 27 de abril de 1521 en un combate con otro jefe tribal , Lapu-Lapu, en la isla de Mactán. «Aunque el periplo tuvo muchos incidentes, nos hemos centrado en el primer contacto entre dos pueblos tras la navegación por primera vez en el océano Pacífico», matiza el embajador de España en Filipinas, Jorge Moragas, quien ayer recibió al buque escuela Juan Sebastián Elcano en el mismo lugar donde arribó la escuadra de Magallanes.

«Su llegada es una recreación de lo que ocurrió hace 500 años. Para recordarlo, durante estos días se van a descubrir una serie de monolitos históricos que dejarán constancia de la ruta marítima española en Filipinas», explica por teléfono a ABC el embajador Moragas. A su juicio, con este quinto centenario «conmemoramos algo que trasciende al mero hecho de la navegación. La misión de Magallanes y Elcano es un hito fundamental por la primera circunvalación del globo y trajo la primera presencia occidental a esta parte del mundo. Con esta expedición, avanzó el conocimiento de la geografía y, espiritualmente, llegó el cristianismo a un país muy devoto como es Filipinas».
Tras la huida de Cebú y el abandono y quema de la Concepción, las otras dos naos siguieron explorando el sur del archipiélago filipino y llegaron primero hasta el sultanato de Brunéi y luego a las Molucas, adonde arribaron el 6 de noviembre de 1521. Allí se abastecieron de clavo y, el 21 de diciembre , la Victoria emprendió retorno por el Índico para dar la primera vuelta al mundo. La Trinidad, que estaba siendo reparada, lo intentó por el Pacífico, pero fracasó y tuvo que regresar.
Después de surcar todo el Sureste Asiático, atravesar el Índico, bordear África y esquivar a la Armada portuguesa en Cabo Verde, donde fueron apresados 13 marineros, la nao Victoria entró en Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522 , con solo 18 tripulantes. De los 255 que habían emprendido este duro viaje tres años antes, y descontando los que desertaron o fueron apresados y pudieron regresar vivos, Borao calcula que morirían 144. Por el escorbuto y otras enfermedades, y por sus enfrentamientos con los nativos, el hambre, las tormentas y otras calamidades, fue una de las expediciones más duras que se recuerdan.
Cuatro décadas después de Magallanes y Elcano, llegó una misión de establecimiento con Legazpi y Urdaneta y la fundación de Manila, iniciando 333 años de presencia española en este archipiélago . En un viaje anterior, al mando de Ruy López de Villalobos en 1543, estas islas habían sido bautizadas como ‘Felipinas’ en honor del Príncipe de Asturias que luego sería Felipe II. «También fue el detonante del galeón de Manila, que unió después Asia, América y Europa durante 250 años y supuso la primera globalización», señala Moragas, quien recuerda además el «rico patrimonio español que pervive en Filipinas y la fundación en 1611 de la Universidad de Santo Tomás, la más antigua de Asia».
Para el historiador Rodríguez González, España pudo retener tanto tiempo las Filipinas porque « colonizó como los romanos, integrando a los indígenas en las leyes , costumbres y religión propias, y por la ayuda desde México que traía el Galeón de Manila. Otros pueblos lo hicieron como los fenicios, simplemente estableciendo factorías que eran muy difíciles de defender sin el apoyo de la población local».
Tras el fin del dominio español en 1898, en Filipinas perdura el patrimonio histórico, pero se perdió el castellano, reducido a los nombres, a algunas palabras y al chabacano que se habla en la isla de Zamboanga y Cavite. Cinco siglos después de aquel primer encuentro, unos 6.000 españoles viven en Filipinas y numerosas empresas de la antigua metrópoli invierten en este populoso país en busca del comercio que también atrajo a Magallanes y Elcano. Cinco siglos después, España vuelve a Filipinas.
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