Emilio Sagi: «Hay todavía una ‘intelectualidad bobalicona’ que desprecia la zarzuela»
Este asturiano celebra 40 años de su debut en la Zarzuela con el montaje de ‘Don Gil de Alcalá’
Emilio Sagi en la escenografía de ‘Don Gil de Alcalá’
No sería fácil encontrar a alguien que hable mal de Emilio Sagi (Oviedo, 1948). Tampoco lo sería verle alterado. Pocas personas más educadas y serenas como este director de escena asturiano –mantiene un marcado acento delator–, que este jueves presenta en Madrid su producción ... de ‘Don Gil de Alcalá’ , de Penella, en el Teatro de la Zarzuela . Precisamente este mes se cumplen cuatro décadas del debut de Sagi: en mayo de 1982 dirigió la ópera de Donizetti, en unas funciones que contaron con Patricia Wise, Paolo Montarsolo y Dalmacio González. La Zarzuela no es un teatro más para Sagi, heredero de una brillante saga –es nieto de Emilio Sagi Barba y sobrino de Luis Sagi Vela, dos ilustres barítonos que son historia del género– y un lugar al que siempre, confiesa, le emociona volver.
¿Los cuarenta años dan más vértigo que felicidad, o viceversa?
Ni una cosa ni otra. Significa que soy mayor, nada más. Vértigo desde luego que no, y felicidad... Por pensar que sigues trabajando y que tienes ilusión por dirigir una ópera o una zarzuela. Eso es la felicidad. Y que puedo vivir de ello. Soy un privilegiado .
En estos cuarenta años, las cosas han cambiado mucho en la manera de ver y de llevar a escena la zarzuela...
Mucho; entonces se veían cosas tremendas, con unos decorados horribles... Un espanto . Tenía mucho mérito y era como se hacía en aquel momento. La ópera había empezado a cambiar, se hacían espectáculos más dignos dentro de la teatralidad. Pero en la zarzuela todavía no se había empezado; fue José Luis Alonso el que comenzó a cambiar el género cuando fue director de este teatro. Empezó a llamar a directores de teatro a hacer zarzuela, y él mismo dirigió algunas. Después siguió José Antonio Campos y a partir de ahí el cambio ya fue irreversible ; ya no se podía volver atrás aunque hubiera mucha gente nostálgica de esa zarzuela un poco casposa , antigua. Poco a poco fue evolucionando. La evolución siempre es positiva y es el tiempo el que acaba apartando aquello que es una porquería, o cosas falsas, banales o estúpidas, que las ha habido. Pero siempre hay que avanzar y no hay que tener miedo de lo que pueda venir. En el arte no se puede decir que no a nada, luego es el tiempo el que borra lo que no interesa.
¿El gran salto escénico en la ópera y la zarzuela ha sido darle importancia a su parte teatral?
Siempre se ha considerado teatro... Por otro lado, los cantantes de la época anterior a la Segunda Guerra Mundial tenían una gran fuerza teatral por ellos mismos; hoy en día las cosas son de otra manera. Y sí, claramente ahora tiene una importancia teatral. La ópera es drama o comedia en música. En ‘Lohengrin’ o ‘Madama Butterfly’ hay que cantar expresando lo que quiere decir el texto; no se puede simplemente cantar. Siempre se hizo, pero no se buscaba más allá de la expresividad del propio momento. No se buscaba que el espectáculo tuviera una dramaturgia, una fuerza que estoy seguro que el compositor la buscaba. Verdi, al componer ‘Rigoletto’, buscaba el rastro de Victor Hugo y está buscando algo muy dramático, muy fuerte a través del lenguaje de la ópera. Lo que pasa es que Verdi lo buscó en 1851. Ahora estamos en el año 2022 y los directores de escena no podemos buscar de la misma manera esa teatralidad.
«Hace cuarenta años no me hubiera atrevido a hacer determinadas cosas, el público era menos abierto»
No hay que irse tan lejos. No se puede buscar igual que hace cuarenta años, cuando usted empezó...
Tampoco. De hecho, yo veo cosas que hice y me pregunto cómo pude hacerlo. Todo evoluciona, también el público . Los espectadores de 1982 no veían las mismas cosas que los de 2022, y no solo en los teatros; ahora tienen internet, Netflix... Cómo trata la época de la Regencia la serie ‘The Bridgerton’ es una chifladura, por ejemplo. Pero resulta muy impactante que la reina sea mestiza y que la Corte esté llena de gente de color; los trajes, con esos colores y esos estampados, que no se parecen a la realidad en nada. Pero la fuerza de la serie tiene, creo, mucho que ver con esa manera de ver una época histórica . Y eso nos influye, y nos cambia también, a la hora de hacer una ópera o una zarzuela.
¿Se siente ahora más libre para probar cosas que hace cuarenta años? ¿Le tiene menos miedo al público?
Sí, hace cuarenta años no me hubiera atrevido a hacer cosas que hago ahora. El público era menos abierto entonces, sobre todo aquí en España. De todos modos, nunca me sentí muy acogotado por el público. Pero claro, ahora me atrevo mucho más . En primer lugar, por los años; yo ya tengo mi carrera hecha, no busco nada más que seguir trabajando; y tengo la fortuna de poder hacerlo. Con tranquilidad.
Ha dirigido tres de los grandes teatros españoles: la Zarzuela, el Real y el Arriaga, pero es usted carne de escenario.
De hecho, nunca quise dejar de estar en el escenario; si me tuve que marchar de un teatro fue precisamente por no poder estar en él. Es mi profesión y el origen de que yo haya dirigido teatros. Primero fui director de escena y luego me hicieron director del teatro. Con algunos colegas ha ocurrido al revés, a mí nunca se me ocurriría. Fui muy feliz dirigiendo esos tres teatros, la verdad. Pero cuando terminé en el Arriaga decidí acabar. Tuve ofertas para dirigir algún teatro, pero no quiero volver a hacerlo. Quiero estar más tranquilo , poder disfrutar un poco más de mi vida privada. Dirigir un teatro tiene bemoles, es una histeria.
«Hay que seguir adelante y hacer cosas y lenguajes innovadores, pero sin echar a nadie del teatro»
¿En algún momento pensó en tirar la toalla?
No, no. En el Real me hicieron tirar la toalla. Me decían que estaba poco en el teatro, aunque estaba mucho más de lo que decía mi contrato. Pero nunca se me ocurrió decir que me iba. En ninguno de los tres teatros.
Ha dicho que el público es ahora más abierto. ¿También el de la zarzuela, con fama de inmovilista?
La zarzuela tiene un público mayor, que vivió unos años en que el género se hacía de un modo más tradicional, aunque había compañías estupendas, como la de mi tío Luis Sagi Vela; la puesta en escena era muy buena y mi tío gastaba mucho dinero en ello. Pero ese público poco a poco yo creo va entrando y acepta cada vez más ver las cosas de otra manera. Hay que seguir adelante e innovar , pero nunca expulsar al público que tenemos. No hay que echar a nadie de la sala; hay que convencerles de que las cosas tienen que ir hacia adelante, que no hay falta de respeto al género y que hay que buscar un lenguaje diferente, pero sin echarlos de la sala.
¿Sigue habiendo cierta ‘intelectualidad’ que se avergüenza de la zarzuela?
Todavía ‘haylo’, como dicen en mi tierra. Todavía hay alguno que cree que todo lo que no sea Janacek, Monteverdi o Wagner es una porquería. Y para qué le voy a contar en la zarzuela. Todavía sigue esa intelectualidad medio bobalicona; hay menos, pero sigue habiéndola. Pero es absurdo. No hay géneros buenos y malos. Cuando hablan de música culta, ¿cuál es la inculta? Los tambores de los bambara en Centroáfrica es tan culto como puede ser, no sé, Mahler. Hay música buena y música mala ; óperas maravillosas y óperas horrorosas. Y lo mismo en la zarzuela, en el rock and roll y en el jazz. Son géneros diferentes. Lo que hay que hacer es primar en ellos la excelencia.
Noticias relacionadas