El Teatro de la Zarzuela rescata una obra olvidada de Albéniz

Hasta hoy. Ciento veintiocho años después, el Teatro de la Zarzuela vuelve a poner en escena; en 2010 ya se rescató la partitura (la edición crítica la llevó a cabo Borja Mariño ) en un concierto celebrado en el Auditorio Nacional, pero ésta es la primera producción escénica de la obra desde su estreno. No existe rastro de los materiales de la versión española que firmó Eusebio Sierra, y la Zarzuela ha traducido el original inglés. La dirección escénica del espectáculo es de Paco Azorín y la dirección musical de Guillermo García Calvo . El doble reparto lo componen Ruth Iniesta, Carmen Romeu, Santiago Ballerini, Leonardo Sánchez, Luis Cansino, Rodrigo Esteves, Damián del Castillo, César San Martín, Carmen Artaza, Mar Campo, Jeroboám Tejera, Helena Ressurreição, Alba Chantar, Gerardo López, Tomeu Bibiloni y Fernando Albizu.

Si Isaac Albéniz viera esta nueva, reconocería su partitura, pero probablemente no ocurriría lo mismo con el libreto (firmado por Arthur Law ), que la puesta en escena de Paco Azorín ha disuelto como un azucarillo. «Hay dos maneras de recuperar un título; una es desde la arqueología, intentando entender cómo era exactamente en su contexto; y otra con una mirada puesta en el presente, y preguntarse cómo puede la obra hablar al público de hoy como si la hubieran compuesto ayer». «Los creadores piensan las obras para su momento -añade Paco Azorín- pero se presentan con inmensa generosidad para que sirvan a espectadores futuros; por eso seguimos representando a Esquilo, a Sófocles, a Eurípides, con mirada de nuestro tiempo... Las obras son más grandes que los autores»

«He querido traer a la actualidad un libreto inconsistente y ñoño -sigue el director de escena-: una buena oportunidad para hablar de la banalización del amor y de su instrumentalización a partir, por ejemplo, de las aplicaciones para encontrar nuestra media naranja. Y es que, ¿quién no quisiera un ópalo mágico en su vida para poseer a quien se nos antojara?» Éste es el punto de partida de una puesta en escena muy física y exigente , y con un componente audiovisual. Ha quedado para ello un libreto mínimo que es más bien un puente entre los números musicales.

Paco Azorín propone un juego, en el que Eros XXI -un personaje que ha inventado, y que interpreta Fernando Albizu - «conducirá a los jugadores a lo largo de increíbles y divertidísimas pruebas en su concurso por obtener el preciado ópalo. Los ocho protagonistas participarán en un juego contrarreloj para conseguir el ansiado y corpóreo elixir de amor. En ese camino veremos lo mejor y lo peor del ser humano , de donde brotará la comedia a borbotones. Veremos envidias, traiciones, amigables colaboraciones y, por qué no, amor auténtico del que no necesita intermediarios ni piedras mágicas».

El montaje, en el que se han añadido un ópalo maldito y un ópalo falso , no se divide en dos actos sino, al modo de los videojuegos, en dos niveles. En el primero, ‘El día del amor’, los personajes-jugadores pasan por el laberinto de la seducción, la sala del tiempo, la sala Karatakol y la sala Acorazada del Ópalo Mágico. El nivel 2, ‘la noche del amor’, les lleva al salón de baile macabro, el monasterio maldito, cumbres borrascosas, Alcatraz y la sala del Kaos.

Mejor suerte que el texto de Arthur Law corre la partitura de Isaac Albéniz, que Guillermo García Calvo califica de «extraordinaria», que se mimetiza con el libreto y que parece que es de otro compositor como Arthur Sullivan -el rey de la opereta británica junto a W. S. Gilbert -. «Aunque a veces creemos conocer a nuestros compositores, en realidad en muchas ocasiones solo sabemos de una parte muy pequeña de su creación; y este es el caso de Albéniz», dice el director musical de la Zarzuela. «La música -continúa- recoge sabiamente diversas influencias de las corrientes europeas de finales del siglo XIX, dejándose inspirar pero nunca copiando». Guillermo García Calvo habla de melodías que anticipan el impresionismo francés -Lalo, Chausson y Fauré-, ritmos y colores orquestales cercanos a la ópera italiana del momento -tanto al verismo de Puccini como al neoclasicismo del ‘Falstaff’ de Verdi- y también a la opereta francesa -como en ‘La fille du régiment’ de Donizetti o las operetas de Offenbach-. «Y por supuesto, también escuchamos atmósferas de opereta y sinfonismo ingleses, y muy de vez en cuando, como un sello de identidad, giros melódicos españoles, la cadencia andaluza o melodías en modo frigio». Concluye hablando de ‘El Magic Opal’ como de una obra «en conjunto bellísima, exquisitamente instrumentada, y que sirve de soporte perfecto al ambiente mágico de una historia de ingenio y humor shakesperianos».

‘The Magic Opal’ tuvo en su estreno londinense un gran éxito, y resulta difícil de explicar que quedara después guardada en el armario. «No encuentro explicación -dice el director del Teatro de la Zarzuela, Daniel Bianco , que lleva ya quince recuperaciones de títulos olvidados-. Quizás es cuestión de prejuicio o de que no valoramos suficientemente nuestro patrimonio».