ABC CULTURAL / LIBROS

Los libros del tesoro

La última novela de Jorge Edwards, la Mafia según Gay Talese y una intriga firmada por Frederick Forsyth. Son algunos de los platos fuertes de la Feria

Los libros del tesoro abc

antonio fontana

¿Y si la Feria del Libro no fuera solo lo que vemos: venta de libros, firmas de autores, paseos bajo el sol o bajo la lluvia, según lo que toque ese día? Supongamos que la Feria, además de lo evidente, fuese una isla. La ... isla del tesoro. Rodeada, en lugar de por las olas del mar, por el bosque del Retiro. ¿Se lo imaginan? Menuda estampa: cada cual cargando sobre sus hombros con una pala. A lo que habría que añadir, claro, el engorro de tener que ponernos a cavar. Uf.

Si prefieren ahorrarse la molestia de la pala y dejar sin agujeros el Paseo de Coches, brujuleen entre las casetas siguiendo cómodamente las indicaciones de este mapa donde cada equis señala un libro. Un tesoro. Mejor si son diez.

Por el ojo de la cerradura

Por su ataque contra los cimientos de la corrección política, La bofetada, de Christos Tsiolkas (RBA, 23 euros) . Una novela que pone patas arriba el mundo real; es decir, el que se esconde tras las falsas apariencias. El suelo tiembla durante una apacible barbacoa familiar cuando un adulto pega a un niño. La tarde se detiene, cesan las conversaciones, hay quien amenaza con llamar a la policía. Fin de la fiesta y de muchas otras cosas: amistades, relaciones. Y el acierto de Tsiolkas es seguir a los implicados hasta sus casas y espiar por el ojo de la cerradura. En la intimidad del hogar, ¿cuántas morales intachables soportarían la prueba del algodón?

Por lo que tiene de homenaje, La muerte de Montaigne, de Jorge Edwards (Tusquets, 18 euros) . El erotismo y el matrimonio –decía el sabio que inventó el ensayo como género literario– deben seguir caminos separados. Probablemente sea esa la razón de que, a sus cincuenta y cinco años, cuando ya se considera viejo, cansado y en cierto modo acabado, comience, a espaldas de su mujer, una relación sentimental con Marie de Gournay. Amor crepuscular del que Edwards levanta acta.

Secretos y mentiras

Por su choque de destinos, Purga, de Sofi Oksanen (Salamandra, 19 euros) , premio europeo a la Mejor Novela del Año 2010. Dos mujeres frente a frente en la Estonia de 1992: la anciana Aliide Truu y Zara, una veinteañera rusa. Sucia y harapienta, la joven se refugia en el jardín de Aliide. Tiene las uñas partidas, el rímel corrido, está asustada. ¿De qué huye? Imposible saberlo, a juzgar por las mentiras que cuenta. Pese a sus recelos, la anciana le da cobijo. En su compañía, el pasado de Zara irá saliendo a la luz: Vladivostok, una amiga a la que las cosas le van bien, la promesa de una vida mejor en Alemania, un sueño que se desvanece entre las sábanas de los clientes...

Por su bajada a los infiernos, los relatos que Donald Ray Pollock ha reunido en Knockemstiff (Libros del Silencio, 20 euros) , localidad cuyos habitantes no es que no quieran escapar, es que no pueden. Desventurados, solitarios, borrachos, agresivos: lo peor de cada casa. Almas podridas para las que no hay redención en este agujero negro de la América profunda. Una muestra: «Mi padre me enseñó a hacer daño a la gente una noche de agosto en el autocine Torch cuando yo tenía siete años. Era lo único que se le dio bien alguna vez». Y conste que el autor sabe bien de qué habla: nació y creció en Knockemstiff, Ohio.

Por su retrato de una mujer marcada por el miedo, la vergüenza y la culpa, La habitación muda, de Herbjorg Wassmo (Nórdica, 21,95 euros) , donde nos tropezamos de nuevo con Tora. La niña, nacida de la relación de una noruega y un soldado alemán, vivía en La casa del mirador ciego, primera parte de la trilogía. Allí fue donde Henrik, su padrastro, abusó de ella. Hoy Tora es una adolescente que trata de recomponer sus sentimientos en la Noruega de los años cincuenta y sesenta. Historia que continuará en Cielo cruel.

Un «padrino» llamado Bonanno

Por su radiografía de la gran familia del crimen, Honrarás a tu padre, de Gay Talese (Alfaguara, 21,50 euros) , el primer libro de no ficción –aunque se lee como una novela– que penetró en la sociedad secreta de la Mafia. Crónica del ascenso y caída de Joseph Bonanno, padrino dado por muerto en 1964, después de ser secuestrado, y cuyo regreso desató una sangrienta disputa entre bandas rivales, la investigación de Talese está contada desde dentro, a partir de las conversaciones que mantuvo con miembros del clan.

Por su surrealismo rural, En el condado de Grouse, de Tom Drury (451 Editores, 19,50 euros) , páginas en las que parece que ocurra poca cosa, pero lo que ocurre es la vida. En el centro de la trama, el sheriff Norman, su nueva esposa, Louise, y el ex marido de esta, Tiny. En torno a ellos, las excentricidades, rencores y peleas de los habitantes del condado. Un lugar que, en vez de llamarse Grouse, podría llamarse Twin Peaks.

Sueños de Oriente

Por su romanticismo, El pintor y la viajera, de Patricia Almarcegui (Ediciones B, 14 euros) . Lady Mary Wortley Montagu y Jean Auguste Dominique Ingres comparten aquí amistad, confidencias y reproches: «Usted nunca ha viajado a Oriente y, sin embargo, no sé muy bien por qué razón se ha permitido pintarlo. ¿Y soñar? ¿Ha soñado alguna vez con Oriente?», «Por supuesto; allí está mi pintura». Un juego de la ficción, pues el artista, que se inspiró en los viajes de lady Montagu, no llegó a conocerla: su musa nació un siglo antes.

Por su trepidante aventura contrarreloj, el último thriller de uno de los grandes maestros de la intriga, Frederick Forsyth . Decidido a terminar con el tráfico de cocaína en Estados Unidos, el presidente norteamericano recurre al brutal Paul Deveraux, que fue despedido del cargo de director de operaciones especiales de la CIA. El hombre perfecto para una misión imposible. Su nombre en clave, .

Y por su testimonio del horror que se desató en Hiroshima el 6 de agosto de 1945, Flores de verano, de Tamiki Hara (Impedimenta, 16,50) . El antes, el durante y el después de la bomba que cambió nuestra forma de ver el mundo. Una tragedia a la que el autor sobrevivió no por mucho tiempo: el 13 de marzo de 1951 se arrojaba a las vías del tren en Tokio. Había contemplado tan de cerca la destrucción y la muerte que con ese gesto quizá volvía a casa.

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