«Cada día me preguntaba por qué abusaba de mí, y no hallé respuesta»

Isabel Olid es miembro del grupo de investigación de literatura infantil y juvenil GRETEL. Su cuento «¡Estela, grita muy fuerte!» (Edit. Fineo) se lo ha dedicado a sus hijos, «para que aprendan a gritar cuando lo necesiten», y a su madre, «para que aprenda a escucharme cuando grito»

«Cada día me preguntaba por qué abusaba de mí, y no hallé respuesta»

Nadie quería publicar su cuento porque... ¿quién regalaría el relato de abusos a un niño? Pero la de Olid, que fue víctima, no es una historia sexual, sino la fábula de un grito, el de Estela, única salvación para tantos pequeños malheridos.

-¿Qué grita ... Estela?

-Grita «¡no!». Los niños tienen que hacerse respetar y aprender a pedir a los adultos que les respeten de la misma manera que se les exige a ellos que respeten a los mayores. Es importante que sepan que tienen derecho a ello, que tienen derecho a decir no, aunque sean niños.

-¿ Tuvo que gritar como ella?

-Sí. De ahí viene la idea: grité y se terminó. Dije no, el abusador se vio destapado y paró. Pero no me gusta personalizar en mi caso, lo importante es el mensaje.

-¿Quién o qué la empujó a rebelarse?

-Dentro de Educación Sexual, en el colegio, nos hablaron del respeto al propio cuerpo y de cómo los demás tenían que respetarlo. Reflexioné. Tenía 9 años.

-No todos los niños podrán imaginar como Estela que son una nube de azúcar para escapar por el balcón. ¿Cómo huir?

-No puedo generalizar sobre lo que sienten los niños ante una situación tan difícil; sólo ofrezco ideas desde mi experiencia y desde la de otras personas que conozco, muchas más de las que desearía. La evasión es un recurso que a la larga perjudica porque te puede afectar en muchos ámbitos de tu vida adulta y hacer que te evadas de formas que no son sanas.

- ¿Se sintió culpable, perdida?

-Nunca me sentí culpable; pero sí hay personas agredidas que se sienten culpables, como les pasa a algunas víctimas de la violencia dentro de la pareja.

-En tanto daño, ¿hay más miedo, más pena, más vergüenza, más desamparo...?

-No lo sé... Cada persona lo vive de manera diferente, igual que un accidente de tráfico con consecuencias graves sobre la movilidad afecta de forma muy distinta a un futbolista y a un filósofo.

- ¿Esa herida tiene cura?

-Sí. Tenga en cuenta que, si hay un 23 por ciento de niñas y un 17 por ciento de niños que han sufrido abusos y no hay un 23 por ciento de mujeres y un 17 por ciento de hombres que tengan vidas disfuncionales, es que tiene que ser posible recuperarse; de lo contrario estaríamos ante una catástrofe social que no existe.

-¿Qué o quién las cicatriza?

-Cada caso es diferente. En mi cuento, el final es ficticiamente feliz porque en la realidad, y en la mayoría de los casos, las familias no escuchan y no sirve de nada decirlo. En los pocos casos en los que los niños hablan, muchas veces no encuentran una respuesta satisfactoria del entorno, que tiende a silenciarlo. La respuesta de las familias es «olvídate del tema y sigue adelante». No entienden que si pierdo las piernas en un accidente no me pueden decir «eso pasó hace mucho, ahora corre», porque lo cierto es que ya no tengo piernas. Es clave que lleguemos a hablar libremente de este problema y lo tratemos como a otros igual de graves.

-Estela se refugia del horror pensando que es una gotita de lluvia que cae sobre la mejilla de su mamá y le da un beso muy dulce. Eso la salva. Pero hay madres cómplices de los abusos. Entonces, ¿qué queda?

-La mayoría de niños tiene un adulto de confianza -padres, un maestro, un amigo de la familia, el padre de un amigo...- a quien recurrir. Por eso, hay que potenciar vínculos sanos entre niños y adultos.

-¿Se preguntó alguna vez por qué?

-Todos los días. No obtuve respuesta y dejé de preguntármelo; he decidido que hay cosas que no necesitan tener una razón o que yo no necesito conocerla; que simplemente es un asunto superado y que voy a mirar para adelante y ver qué puedo hacer para cambiar el mundo, porque el pasado no puede ser modificado.

-Habla de prevención. ¿Cuál es el camino?

-La educación. Una educación afectiva efectiva, porque si se educa a los niños en el respeto a sí mismos es más fácil que no toleren que no se les respete. Es importante que los niños aprendan a expresar lo que sienten y los padres a escuchar su opinión. Sé que es un remedio a largo plazo.

-Y mientras, ¿qué salvará a las Estelas del mundo?

-Nada. Por eso hay que darles herramientas: sólo se salvarán ellas mismas.

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