En busca del monasterio de las «perversidades» de la isla de Cabrera

Gregorio I se refería en su Epístola XIII, 47 a la isla balear de Cabrera, donde a principios del siglo VII existía una comunidad monástica masculina con la suficiente importancia como para que el pontífice ordenara al tal Juan que, «respaldado con la autoridad» que le daban esas letras, se dirigiera al citado cenobio para informarse «de la vida y costumbres de los que allí viven, mediante una investigación precisa».

El rastro de ese monasterio cristiano que tan mala fama adquirió hace 1.400 años se perdió con el paso del tiempo hasta que en 1999, a raíz de una intervención de urgencia por unas obras, se inició el proyecto 'Recuperación, consolidación y museización del monasterio bizantino de Cabrera', coordinado desde la Concejalía de Urbanismo del Ayuntamiento de Palma y financiado por diversas instituciones a lo largo de las dos últimas décadas. Estas investigaciones, que codirigen Mateu Riera , María Magdalena Riera y María José Rivas , han aportado datos relevantes sobre el conjunto monástico de Cabrera y también sobre otro de los episodios claves en la historia de la isla: los años de cautiverio de los soldados napoleónicos presos en el siglo XIX tras la derrota en Bailén.

Ambos despiertan un interés que trasciende a Cabrera. El cenobio, porque es uno de los escasos monasterios de los siglos IV a VII descubiertos en toda Hispania y, en general, en la mayor parte del Mediterráneo occidental. Se conoce muy poco sobre los cenobios de esa época. «Aunque las fuentes escritas sí que aportan importantes datos de aquellos monasterios, hasta día de hoy son poquísimos los hallazgos arqueológicos que se les puedan asociar inequívocamente», explica el codirector de las excavaciones Mateu Riera, profesor de Historia Medieval de la Universidad Autónoma de Barcelona. Además, los pocos que sí se pueden relacionar con seguridad «han llegado a nuestros días muy mal conservados o tan solo se han excavado muy parcialmente». Las excavaciones en Cabrera pueden iluminar un espacio de conocimiento aún con muchas sombras.

Los arqueólogos han descubierto que el monasterio ocupó el lugar ahora llamado Pla de ses Figueres , al fondo del puerto natural de la isla, en una superficie de unas 10 hectáreas de las que se han excavado unos 350 metros cuadrados. Los arqueólogos han hallado en la zona restos cerámicos de escudillas y pateras de la vajilla de los monjes, con representaciones cristianas estampadas y con grafitos, así como piezas que relacionan con la iglesia del lugar (mármoles, fragmentos de lámparas y cerámicas que podrían corresponder con patenas eucarísticas, un espabilador de bronce ...). También han descubierto un cementerio , donde han localizado varias tumbas. Las tres que han excavado contenían restos de varones adultos inhumados entre el 590 y el 630 d.C. que creen que podrían ser de monjes del monasterio que citaba Gregorio Magno.

Desgraciadamente, la carta papal habla de «acciones depravadas» por parte de los monjes, que actuaban «de manera perversa» y que sometían sus vidas «a diversos crímenes», pero no especifica cuáles eran esas faltas cometidas. Se han formulado numerosas hipótesis (incumplimiento de las normas monásticas, actos sexuales entre ellos o con mujeres, piratería...), pero «gracias a los hallazgos arqueológicos, que demuestran que era una comunidad muy rica (capaz de adquirir numerosos mármoles, los vinos más caros de la época, etc.) también se ha podido plantear que cometieran el pecado de la avaricia , pecado que el mismo Papa recriminó a la comunidad monástica de la isla de 'Lerinus' en la Galia (la actual San Honorato, en las islas Lérins, frente a Cannes)», explica Riera.

En el Pla de ses Figueres han recuperado hasta una quincena de piezas de mármol importadas (cuando en toda Mallorca solo se ha encontrado una, apunta Riera), que solo se podían permitir en los siglos VI y VII personas o comunidades muy ricas. La producción de púrpura que los arqueólogos han documentado en el lugar proporcionaría a los monjes sustanciosos beneficios. Era uno de los artículos más caros de la Antigüedad, utilizado por entonces en las vestimentas de las elites cristianas, las telas de los altares, los libros sagrados... «La producción de una púrpura de calidad que no perdiera su color e intensidad requería de un proceso de elaboración muy costoso y complejo. Era, además, un secreto muy bien guardado», apunta Riera.

Las excavaciones han revelado la existencia de otros dos eremitorios en las proximidades, así como una edificación construida durante el siglo VII con dos plantas pavimentadas con losas de piedra, que fue utilizada como lugar de trabajo y almacén. No han dado hasta el momento con la buscada iglesia, que debe estar cerca del cementerio .

«En la península ibérica no se conoce todavía ninguna iglesia de los siglos V a VII para la que la comunidad científica esté de acuerdo en considerarla perteneciente a un cenobio», explica Riera. Por tanto, «sería por sí mismo extraordinario encontrar y poder dar a conocer cómo fue la iglesia de Cabrera, también para ayudar a identificar iglesias monásticas de otros lugares».

El lugar fue ocupado en el siglo XIX por los prisioneros franceses y éstos en sus memorias hablan de que reutilizaron materiales de la zona en las edificaciones que levantaron. «Todo apunta a que encontraron y desmontaron una parte de lo que quedaba de la iglesia arruinada», apunta el codirector de las excavaciones, convencido, sin embargo, de que no han dado aún con ella porque falta mucho por excavar.

La estancia de los soldados napoleónicos alteró considerablemente el yacimiento. Riera destaca que hasta el año 2007 se gastaron el 70% del presupuesto del proyecto en excavaciones, estudios y restauración de elementos relacionados con los prisioneros, «y eso que estábamos excavando zonas del cenobio de la comunidad monástica».

«Los prisioneros no disponían de mucho, pero el hecho de que incendiaran su campamento justo antes de ser liberados permitió que se conservaran muchísimas de sus pertenencias», explica este arqueólogo que en sus treinta años de experiencia pocas veces ha excavado «contextos tan espectaculares y con tanta variedad de materiales , la mayoría de los cuales en un estado de conservación extraordinario: cestos hechos con material vegetal, habas, utensilios de madera y hueso, decenas de piezas de cerámica conservadas en su totalidad, multitud de piezas metálicas...».

Con la ayuda económica del Institut d'Estudis Baleàrics , en 2021 estudiaron la gran mayoría de los objetos arqueológicos descubiertos entre 2016 y 2019 así como todos los elementos inmuebles, dentro del proyecto 'Nuevas aportaciones al conocimiento del monasterio de la isla de Cabrera (siglos V a VIII d.C.) y del cautiverio de los soldados napoleónicos (1809-1814)'. En breve publicarán con la editorial Edicions Documenta Balear una monografía muy completa sobre las investigaciones, pero sus trabajos no se detendrán ahí. Mateu Riera avanza que «en los próximos años, gracias a la financiación del Obispado de Mallorca, continuaremos las excavaciones en la zona del cementerio con un objetivo principal: encontrar la iglesia para poder conocer cómo fue».