El buen camino

El tenor José Bros explicaba lo comprometido que es salir al escenario sabiendo que el público espera que llegue la «romanza». Se refería a la de Leandro, «¡No puede ser!», de «La tabernera del puerto», y tenía razón. Los momentos de gloria, en zarzuela y ... ópera, configuraron buena parte del género cuando este se sostenía por el público. Ahora su capacidad de intervención sobre el espectáculo es menor aunque siga teniendo importancia en el momento del juicio. Bros, artista inteligente, lo sabe, y también que su fama le debe un tanto a muchas arias y romanzas. Por eso anticipa la jugada. Para, templa... y manda. Con Bros en estado de gracia, vocalmente brillante, seguro, rotundo, grandioso, se inauguró el curso del Teatro de la Zarzuela.

Dicho lo anterior, sería injusto no atender a otras circunstancias. El primero, que los muchos saberes del maestro Miguel Roa se saborean con más gusto si tras la batuta se adivina relajación y, en consecuencia, interés por el detalle, cuidado por el sonido y compenetración con la escena. Siendo así, es lógico que fluyeran en buena compañía las justezas de Carmen González, la respetable presencia escénica del barítono Juan Jesús Rodríguez o la impecable recreación que Iván García hace de Simpson, su álter ego. Por si alguien se interesa, en verdad que se puede pasar muy bien con la obra, tal y como ahora se ve en la Zarzuela. Quizá el severo maestro Sorozábal y los eficaces Romero y Fernández-Shaw habrían criticado algunos de los cortes que se le han hecho, pero la hora y media larga sin descanso a la que se ha reducido la obra le añade ritmo y fluidez. «La tabernera» se convierte así en una sucesión casi continua de música para mejor gloria de la recia puesta en escena que Luis Olmos estrenó hace dos años.

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