Enriqueta, el último amor de Juan Belmonte
Ella fue la mujer a la que visitó el trágico día en que el Pasmo de Triana se quitó la vida en su finca
La vida ofrece, a veces, extrañas coincidencias. Se acaba de celebrar, en Sevilla, una exposición dedicada a Joselito y Belmonte : «Una revolución complementaria» . Exactamente el mismo día que se presentaba, el 24 de septiembre, falleció, en esa ciudad, la mujer que debió de ser el último amor de Juan Belmonte .
En el catálogo de esa exposición, me llaman la atención cuatro objetos . El pie de la foto 81 reza así: « Portacalcetines en oro , regalado por Juan Belmonte a Enriqueta, el día de su muerte». La 82: « Pitillera en oro , con el hierro de Juan Belmonte, dedicada a Enriqueta». Y la 83: « Bolígrafo para el frac , regalo de Juan Belmonte a Enriqueta, el 8 de abril de 1962». Es decir, el mismo día de su suicidio. Del conjunto de regalos, adquirido por el coleccionista Juan Barco, formaba parte también la 80: « Curioso reloj de oro , en el que aparecen sustituidos los números por las doce letras de Juan Belmonte ». Yo tuve la ocasión de ver estos objetos –junto con otras cosas– en el pequeño maletín que conservaba Enriqueta.
La misteriosa mujer
¿Quién era esta mujer? No se aclara en el documentado catálogo pero Juan Carlos Gil confirma lo que otros han intentado negar, que Belmonte la visitó el día de su muerte, por la mañana: «Tras el desayuno, se fue a dar un paseo mañanero por los Remedios (...) Cruzando el puente, rumiaba los planes que llevaría a cabo a lo largo de la jornada (...) Antes, había que cumplir, como un educado caballero hace siempre, con categoría hasta el final (...) Si no lo hubiese hecho, no habría sido Juan Belmonte . Sus pasos le dirigieron al piso de sus últimas ensoñaciones. Iba en busca de su última consejera (...), de su última cita con el amor furtivo de muchas tardes de puestas de sol violáceas, contempladas con la tranquilidad que da una persona amiga y abnegada. Portaba una cajita, en cuyo interior se encontraban las últimas esquirlas de sus recuerdos (...) Pidió que este cofrecito coqueto y barroco no fuese abierto hasta varias fechas después». El comisario de la exposición no menciona el nombre de Enriqueta: no hacía falta.
Sí la citó Antonio Gala , en el retrato de Juan Belmonte que incluye en el tomo I de sus «Paisajes con figuras» (que primero fueron guiones de televisión). Todo él se reduce, prácticamente, a un monólogo interior del diestro, que recuerda su vida, poco antes de pegarse un tiro. Así comienza: «No sé si hice bien esta mañana, dejándole a Enriqueta la carta en que me despedía. Claro que el joyero no lo abrirá antes de la Feria. Y, además, le añadí un montón de dinero, para que se lo gaste con quien quiera». (Luego, emite un juicio despectivo, que a ella le irritó mucho). En su literaria recreación, ha añadido Gala el dato del sobre con dinero, que me han confirmado varios testimonios.
Una larga relación
También menciona a esta mujer Barnaby Conrad , el singular escritor norteamericano que escribió una novela, «Matador» , sobre el último día de Manolete, y que llegó a torear junto a Juan Belmonte : «Enriqueta se niega a hablar de cualquier fase/etapa de su larga relación con ÉL (y, por la forma en que lo dice, cualquiera se da cuenta de que, para ella, se escribe con mayúsculas y será así, para el resto de sus días)».
Y Jesús Cuesta Arana , en su documentada biografía del genio trianero: «Es cierto que Juan Belmonte tuvo un amor otoñal , que nadie desmiente o prefiere ignorar o callar (...) Era un secreto con altavoces, toda Sevilla lo sabía : Juan Belmonte, a pesar de sus años, se “ve” con una mujer joven. Aquel amor oscuro, sin duda iluminó, en la paradoja, los últimos días de Juan. Se amaban de verdad ».
Todas las piezas encajan. Pero, ¿quién era Enriqueta? ¿De dónde venía? Me dio la pista Pablo Ferrand , que se portó ejemplarmente con ella. Su nombre completo era Enriqueta Pérez Lora ; vivía en Sevilla, en el barrio de Los Remedios. Con más de noventa años, era una señora pulcra, simpática, con inteligencia natural y restos de su atractivo.
Una historia de película
Su historia parece sacada de un folletín. Había nacido en Camas, en 1920 . Era la sexta de ocho hermanos. Siempre estuvo muy unida a su hermana Patrocinio (13 años mayor que ella), que, al comienzo de la guerra, se casó con un hombre que le sacaba 15 años. Al trasladarse el matrimonio a Sevilla, Enriqueta los acompañó: ayudaba en las tareas domésticas y trabajaba en una fábrica de azafrán. Murió Patrocinio en el parto de su segunda hija y Enriqueta, con las dos niñas, volvió a casa de su madre, en Isla Cristina. La madre y el viudo presionaban a Enriqueta para que se casara con él, en un «matrimonio blanco» , para evitar que las niñas fueran a un colegio de huérfanos. Movida por su cariño a ellas, accedió, por fin, a esa boda. Antes de un año, el marido reclamó sus derechos conyugales; al negarse Enriqueta, la maltrataba . Ella decidió escaparse: vendió a una vecina los pendientes que llevaba; con ese dinero, huyó a Sevilla , donde la recogió un párroco, que la alojó en un convento de monjas Adoratrices. A pesar de que un médico certificó su virginidad , no logró la nulidad matrimonial. Para alejarla del marido, las monjas la recomendaron a la hija de Juan Belmonte, que la contrató para el servicio, en el cortijo Gómez Cardeña.
Estamos en 1942, Enriqueta tiene 22 años; Belmonte, retirado de los ruedos, 50 . Ella no le conoce ni sabe nada del mundo taurino. La ve Juan y pregunta: «¿De dónde ha salido este bicho tan feo? ». Pero la joven no se corta: « ¡Anda que usté! ¡Como que no es feo! ¿Cuánto hace que no se mira al espejo?». Tienen que avisarla de que es el señor de la casa, el que se ríe a carcajadas.
Cuando enferma Enriqueta, la atiende el médico de cabecera de la familia, Joaquín Mozo (tío de Miguel y Rafael Ríos Mozo, grandes belmontistas). Diagnostica dos manchas en el pulmón : necesita reposo, vitaminas y buena alimentación. Juan le busca un alojamiento, pagando él todo, con la promesa de que, cuando esté bien, le encontrará un trabajo. Vive ella dos años y medio en una casa de Higuera de la Sierra (Huelva). Allí la visita el médico, para las revisiones, y Belmonte, para hacerse cargo de los gastos.
Quince años de convivencia
Ya recuperada, Enriqueta le pide el trabajo prometido pero Juan se ha enamorado . (Él está separado de su mujer pero, en España, no existía el divorcio). Contaba ella que él se arrodilló a sus pies, con la cabeza en su regazo, y suplicó: «¡No me dejes, por favor! Soy un hombre que está solo y te quiero» .
Así comienzan cerca de 15 años de convivencia ... Estaban juntos pero hacían una vida discreta . Ella vivía en una casa de la calle San Vicente. Se veían a diario. Iban los dos a los toros pero a localidades distintas. Hubo etapas muy felices y también conflictos. A los cuatro años, se pelearon y Enriqueta lo dejó, se vino a Madrid: con el dinero que había ahorrado, montó una perfumería. Juan no aceptó renunciar a ella: la localizó y consiguió que volviese con él. Pero los tiempos más felices, quizá, ya habían pasado...
Contaba Enriqueta que, cuando se despedían, ella, en broma, solía lanzarle una zapatilla: él la guardaba para devólversela, al llegar, el día siguiente.
La mañana del 8 de abril de 1962 , Juan, que estaba a punto de cumplir 70 años, la visitó por última vez . Le llevó un sobre con dinero, un maletín con objetos personales (los que ahora se han expuesto en Sevilla) y varias fotografías dedicadas : «Cuando yo me muera, si necesitas dinero, véndelas a una revista extranjera, que te las pagarán bien». Ella replicó: «Estás más loco que cuando yo te conocí». (En el maletín, también había –yo las he visto– unas hojitas de papel, escritas a lápiz, que él solía enviarle, con cortos mensajes). Como tantas veces, ella le tiró una zapatilla, al despedirse, pero él ya no pudo devolvérsela...
Y se pegó un tiro
Esa tarde, Belmonte recorrió a caballo su finca; acosó y derribó; quiso encerrar en la placita de tientas a un semental que pastaba en el campo. Lo cuenta su amigo Andrés Martínez de León , en una carta que ha publicado Salvador Balil: «¿Quiso despedirse de la vida enfrentándose a un toro de verdad? ¿Quería que el toro lo matara? (...) Ya anocheciendo, casi a dos luces, en “la hora de Belmonte”, se encerró en su despacho, puso en marcha el ronroneo del pequeño motor que da luz al caserío y se pegó un tiro ».
Enriqueta todavía no había cumplido los 42 años. .. Asistió, en Madrid, a un homenaje a Belmonte que le dedicaron sus amigos (que también lo eran de ella). Su vida dio un brusco giro. Logró un trabajo, fuera de España: durante una decena de años, cuidó a los hijos del actor Anthony Quinn . Por su alegre simpatía, él la llamaba «Torre del Oro» .
Volvió luego a Sevilla, a su piso de la Avenida República Argentina. Rechazó ofertas sensacionalistas . Algunos han querido quitarle importancia; negar, incluso, su existencia. Además de algunos objetos, fotos y papeles, ella guardaba sus recuerdos... Su vida no fue fácil pero el destino le otorgó un gran regalo: haber sido el último amor de un genio, llamado Juan Belmonte .
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