Julia Navarro: «Mi novela no es de buenos y malos, no será fácil tener favoritos»
La escritora presenta en San Petersburgo «Dispara, yo ya estoy muerto», que narra la relación entre una familia judía y una árabe
jesús garcía calero
La historia nos persigue, aunque no nos demos cuenta. Julia Navarro lo demuestra en « Dispara, yo ya estoy muerto » (Plaza & Janés), la novela que acaba de publicar . En ella dos estirpes nunca olvidadas caminan por destinos a veces paralelos, a menudo trágicos ... y encontrados, a lo largo de todo el siglo XX. Una es una familia de judíos que viajan a San Petersburgo, y luego a Palestina, huyendo de los sangrientos progromos de la rusia zarista, poco antes de la revolución bolchevique. La otra es una estirpe de árabes de palestina, encerrados en otro inmenso laberinto. Las familias de esta narración de 900 páginas se encuentran al cabo de un siglo con una memoria de vidas perdidas y salvadas que resulta imposible ignorar, se ven en el espejo de lo que son a cada paso, para bien y para mal.
La escritora ha presentado su libro en la ciudad fundada por Pedro el Grande . Después de vender más de un millón de libros, las apuestas por el éxito de esta conmovedora historia de amistad en un mundo atravesado por el odio están muy altas. Paseando junto a Julia Navarro a buen paso por sus calles y por las salas del Palacio de Invierno, hoy Museo del Hermitage , nos asomamos al friso histórico que le sirve de fondo. Ha conseguido algo notable: que no sea la historia la protagonista, sino las personas a las que persigue y atenaza, judíos señalados y masacrados o árabes encerrados y condenados a enfrentarse y a entenderse. Pero el pasado los predetermina: ¿Cuánto amor, odio y dolor que no nos pertenece sostienen nuestros huesos?
«Es un juego de espejos -responde Julia Navarro». En la idea orteguiana del yo y mi circunstancias, pienso que las circunstancias nos marcan. Venimos al mundo en un lugar, con una religión, que determinan nuestras vidas. La novela muestra lo difícil que es escapar de eso.
-¿Por qué eligió árabes y judíos?
-Pensé en varios escenarios: el del conflicto de los Balcanes, los grandes lagos u Oriente Medio, porque mostrar que, dependiendo de qué lado caigas, así será la vida que te toque vivir.
-Pero no reniega de la capacidad de las personas de marcar la diferencia, de impugnar ese determinismo.
-Esa es mi intención. A pesar de todo somos libres. Puede que no sepamos cambiar las grandes cosas pero hay otras pequeñas, e importantes, que sí. A veces no sabemos o nos somos conscientes de que queremos.
-¿Es más fácil tener esa consciencia en los momentos duros?
-Sí, en los momentos dramáticos es cuando te preguntas si estás viviendo la vida que quieres vivir o la que te ha tocado.
-Podrían haber estado en los Balcanes, en Oriente Medio.... ¿O en la España de ahora, llena de dificultades, o en la de la Guerra Civil?
-Sí. Vivir y morir siempre dependió «de qué lado caigo», «dónde me toca».
-¿Nuestra falta de acuerdo con nuestra propia historia es tan conflictiva como la que tienen en Tierra Santa?
-Sí. Creo que es bueno conocer la historia. Si no la conoces no puedes saber de dónde vienes y por qué suceden las cosas. Pero es importante para entendernos y para entender cómo puede ser el futuro.
-En ella clavamos los prejuicios...
-Si lo que buscas es reafirmar lo que ya pienses, es un esfuerzo perdido. Desgraciadamente eso es lo que nos ocurre mucho en España. Incluso con la actualidad, la gente va a buscar la emisora de radio o el periódico donde se reafirma lo que ella piensa. Y no le interesa nada escuchar lo que piensan los otros.
-Marina Tsvietaieva dijo que «todos los poetas son judíos» ¿De qué es metáfora un judío para que un novelista lo elija como personaje?
-Qué frase bellísima y terrible. Elegir a una familia judía era una manera absolutamente gráfica de mostrar el determinismo. Pero mi personaje, Samuel, se pasa toda la historia tratando dejar de ser lo que es, precisamente porque le hace diferente y le ha llevado a las pérdidas que ha tenido.
-¿Un palestino sería metáfora de lo mismo?
-El lector empatiza con ambos, porque no quería hacer una novela de buenos y malos. Cuando llegue al final no podrá tener favoritos fácilmente.
-¿Es difícil mantener la historia siempre en un segundo plano?
-Es que yo no quiero escribir libros de historia, ni quiero novelar la historia. Yo quiero hacer libros de personajes, a los que muevo en un contexto histórico, geográfico y cultural. Hablo de desencuentros, pero también del esfuerzo por comprender al otro y sobre todo del valor de la amistad por encima de las más graves circunstancias.
-¿Ha cambiado su visión de las ciudades de la novela?
-Mi primer recuerdo de París es un viaje con mi madre, cuando yo tenía tres años. Con ella tengo un vínculo sentimental, por tanto, pero antes de escribir era solo el París de los museos y la cultura. Para esta novela he tenido que adentrarme en el parís de la represión contra los judíos, la tragedia y las persecuciones que acababan con miles de personas en los campos de exterminio. Me ha costado describirlo, porque no estaba en mi vida ni en mi imaginación. Ahora tengo otra relación con esa ciudad.
- ¿Y Jerusalén?
-Sigue siendo el problema simbólico central de todas las negociaciones entre árabes e israelíes todavía. La capital es irrenunciable para ambos de cara a una solución negociada. Me fascina y me repele ese poder, por la cantidad de sangre que se ha derramado por ella, por la cantidad de violencia y además en el nombre de Dios, que es el colmo. Matar en nombre de Dios es lo mas terrible que puede hacer el hombre.
-Un personaje explica bien ese determinismo que plantea de los personajes, cuando dice «La única patria es la infancia»
-Lo que nos marca es eso, la patria es la infancia verdaderamente. En eso no cambiamos, es lo que nos determina el resto de nuestra vida.
-¿Cómo le ha cambiado el éxito?
-A mí no me ha cambiado el éxito, por una razón sencilla: ya tenía una carrera hecha, y me llega por casualidad. Si ese éxito lo hubiese tenido de jovencita a lo mejor sí que me habría cambiado. Además, soy periodista y estoy harta de contar las caídas de los gigantes. Intento no despegar los pies del suelo.
-Dicen que trabaja con disciplina.
-Trabajo entre seis y ocho horas cada día en el libro que esté elaborando, soy muy estricta y disciplinada, lo cumplo, sea sábado, domingo... El día de Nochebuena estaba escribiendo, y el 31 de diciembre también, y el 1 de enero.
-Se sienta a escribir y ¿no asusta pensar en lo que todos esperan, volver a emocionarse, que les guste lo que hace?
-Es verdad que después de «Dime quién soy» si se había creado una cierta expectación. Traté de que no me afectara, pero soy consciente de que puedo equivocarme, que habrá un día en el que lo que haya escrito pueda no gustarles. Yo relativizo y me preparo a mí misma para el día que llegue, si llega. Pero siento más la presión cuando el libro está terminado. Esa es la hora de la verdad. Da vértigo.
-¿Qué es lo que tiene más claro a la hora de escribir?
-Intentar escribir para todo el mundo, cuantas más personas mejor. Para el ingeniero cuántico y el señor que te lleva la fruta a casa. Ese lenguaje y esa forma directa que es herencia del periodismo también me han hecho como soy. No creo en escribir para minorías.
-Cuando los periodistas se van a la ficción es que ya han visto cosas que no les gustan. ¿Cuál es la que le afecta más?
-A mí la intolerancia. La incapacidad para escuchar a los demás. Me afecta verlo, que la gente no se escucha ni en la calle ni siquiera en el Parlamento. Llevan su discurso escrito y lo sueltan, da lo mismo que el de enfrente diga algo razonable, no le escucho porque no estamos en el mismo bando. ¡Pues escúchele, aunque solo sea para meditar sobre ello! Me pone de los nervios, hay que escuchar incluso para discrepar, tenemos que entender el porqué de los demás. Y eso mina la capacidad para hacer cosas juntos.
-De eso va la novela
-Para eso la escribí, el lector escucha a todos, ha empatizado con las dos familias, las ha escuchado en sus razones. Uno tiene una idea de quién tiene la razón o de quienes sufren más en cada momento pero los ha escuchado a todos. De eso se trata.
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