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Un año sin Antonio Mingote

Al cumplirse un año de su muerte, ABC desvela sus cuadernos inéditos de pensamiento, bocetos de dibujos, así como las cartas de amor que le escribió a su esposa, Isabel Vigiola

Un año sin Antonio Mingote mingote

antonio astorga

En el cuarto de baño, en la repisa del radiador, en las cajoneras de su despacho inglés -Antonio Mingote siempre lució percha de exquisito gentleman inglés-, junto a la chimenea, el maestro arracimaba sus pensamientos en infinidad de cuadernos o libros desfoliados; allí incardinaba su ternura intelectual y artística, su coherencia, dignidad, ética, moral, sentido del honor y del deber, amistad y honor. Su viuda, Isabel Vigiola, a petición nuestra, da lectura en el despacho donde Mingote dibujaba a algunas de esas notas, escritas con lápiz por él hace muchos años, otras recientes, pero que están plenamente vigentes. En el último cuaderno que dejó sobre su mesilla ponía: "La muerte". Parafraseando a Rafael Azcona, nos atreveríamos a decir que los pensamientos de Antonio Mingote son como esos espejos con los que nosotros, los pobrecitos habladores, los seres humanos, nos asomas a nuestros defectos, a nuestras propias trampas, a las preocupaciones, fracasos y glorias.

Después de leerme las notas, Isabel me explica que no estaban hechas para publicar, ni siquiera Antonio se las leía a ella. Que las está encontrando ahora y no está segura si a Antonio le gustaría mostrarlas. Constantemente, Mingote decía que no estaba seguro de nada ni era quién para dar lecciones. Ademas, estas notas o reflexiones o lo que sea están elegidas en estos momentos al azar, entre montones de cuadernitos y blogs de Antonio repartidos por todos los sitios, y que probablemente hay otras más importantes o quizás diciéndolo de otra manera o diciendo lo contrario. Isabel añade: "No sé si hago bien leyéndolas o quizás me ciega la pasión encontrándolas tan importantes".

La muerte

(Diez días antes de fallecer, Antonio Mingote escribió)

“Lo malo de morirte es no poder disfrutar de la privilegiada circunstancia de estar muerto. Sin despertadores, sin noticiarios, sin quirófanos, sin notarios, sin teléfono, sin urgencias, sin demoras en la eterna demora, sin saber quién será el campeón de la Liga de fútbol de esta temporada“.

La luna

“¿Y si hubiera dos lunas, cuál de ellas mirarías en las noches de luna? No podía suspirar a una luna con otra al lado sin tu suspiro. ¿Qué sería de tu melancolía? Y a esa misma hora, según lo convenido, ¿ella dónde miraría? Es mejor que haya solo una“.

La nada

“No hay nada tan difícil de imaginar como la nada. Imaginar un sitio vacío no se puede porque existe el sitio. El sitio es un espacio, un ámbito. No hay ámbito. No existe un lugar donde hay nada. No es ausencia de algo porque no hay ausencia“.

Las metáforas

“La metáfora, la palabra como provocación, despierta a los fantasmas. Las palabras provocan imágenes que no tienen que ser forzosamente las que las palabras describen“.

El opio del pueblo

(Al final de un cuento de Steinbeck, escribe Mingote)

“La religión es el opio del pueblo. La política es el opio del pueblo. El deporte es el opio del pueblo. La intransigencia es el opio del pueblo. El nacionalismo es el opio del pueblo. El patriotismo es el opio del pueblo. La fama es el opio de los famosos“.

El dinero

“Para ganar dinero no son necesarias ninguna de las virtudes teologales, por lo que cuesta creer que ser virtuoso sea conveniente ni necesario siquiera. El castigo de Dios no fue la expulsión del paraíso, sino dotar al hombre perecedero de un alma inmortal, que soporta día tras día la destrucción hasta el final. Por eso el hombre empieza a desdeñar la filosofía y acaba robando un banco“.

El cristianismo

“Si es cierto que el cristianismo humanizó el mundo pagano donde solo sufría el hombre que tenía un dolor, también es verdad que el cristiano, que también padece del dolor, sufre además cuando tiene una culpa. El cristianismo que predicó el amor hizo al hombre víctima de su propia conciencia, cosa, la conciencia, que al pagano le traía al fresco“.

La maldad

“Las cosas son malas o buenas porque transmiten la belleza o la maldad. Es mala la adúltera porque el marido sufre, pero no es mala porque al resto de los maridos les importe un pimiento, incluso se ríen. Luego el adúltero es bueno“.

El hombre solo

(Tras leer un relato de Albert Camus, Mingote escribe a pie de página)

“El hombre está solo en el páramo pedregoso, a merced de las leyes, las costumbres, los tópicos, las normas. Quién es el culpable, quién el preso de quién, qué significa nada en el desierto donde la nada significa todo lo que forma la existencia. El hombre solo, con sus temores y sus convicciones, entrega al culpable para convertirse en culpable él mismo, por hacer lo que le ha sido impuesto. Tendrá que aceptar la culpa. Así son las cosas. ¡Qué disparate!“.

El fascismo

(La lectura del cuento de Halldor Laxness sobre la derrota de la fuerza aérea italiana en 1933 en Reikiavic le produce a Antonio Mingote esta reflexión)

“Estupenda caricatura del fascismo y su parafernalia. Reacción de lo natural al frente de la ridícula ostentación de lo artificioso. La parquedad de las jerarquías sustentadas por la simple apariencia. El fanatismo huero, la estrafalaria gloria, el grotesco heroísmo, la idiota sumisión a la escenográfica maquinaria inútil, o sea el fascismo“.

Un cuento sobre nada

(Tras leer el relato "Un lugar limpio e iluminado", de Ernst Hemingway, Antonio Mingote concluye)

“Un cuento sobre nada. Y la nada sale mucho, por cierto. Un cuento desesperanzado sobre la nada, o sea la inutilidad, la inanidad de todo. Pero con la nada un escritor hace un cuento, que es algo. Por qué tanta desesperanza. Hemingway debió encontrar la respuesta. Se pegó un tiro en la cabeza“.

Y una coplilla final

“Cuando un amigo se va, cuánto se llega a perder, si además de dejarte solo se marcha con tu mujer“.

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